Tijuana Blues: El rey desnudo y el poeta
Es evidente que la clase política mexicana no entiende de poesía, aunque con su actitud parezca decirnos a los ciudadanos: “Me gusta cuando callas, porque estás como ausente”.
Así nos ven, como una ausencia que solo se llena cuando hay que marcar la boleta y ensuciarse con esa maldita tinta el dedo gordo.
Sin distinción de partidos y empezando por el Presidente. Unos porque son quienes gobiernan y se han empeñado en poner al país en un estado total de indefensión. Mientras, el Presidente y su séquito viven aquella fábula en donde le han hecho creer al Rey que le han diseñado el traje más caro y fino del mundo. Y no es hasta que un niño grita en medio de una multitud acobardada, que aunque se da cuenta perfectamente de la situación no se atreve a expresar lo que es evidente: ¡Miren, el rey está Desnudo!
Así es el gobierno de Calderón: una versión muy sucia de la fábula más macabra. Porque mientras estados como Tamaulipas, literalmente vomitan cadáveres de debajo de la tierra (San Fernando), Calderón sigue autosugestionándose con el mantra: “Vamos ganando la Guerra contra el Narco”.
Otros, simplemente se lavan las manos. Es la supuesta oposición. Porque ahí vienen las elecciones del 2012, y “hay que dejar que se atore este pen….jo solo”. Aunque esa actitud nos cueste a los mexicanos 40.000 muertos, miles más de desaparecidos y vivir una de las peores épocas de nuestra historia desde la Revolución Mexicana.
En el México de hoy, el Día de Muertos se repite a diario, y ni tiempo nos da de ir a conseguir el cempasúchil y adornar nuestros altares. Poco a poco, muchos mexicanos tienen que enfrentarse con su Comala particular. Solos, sin justicia, y con la maldición del don de adivinar que detrás de un muerto vendrán otros más, porque en el México de hoy, esa es la única certidumbre. Porque la violencia ya no discrimina y no hay para dónde correr.
Porque la violencia es cobarde y brutal, porque la violencia es el nuevo cáncer, y parafraseando al IMSS, para esto tampoco hay medicamentos.
Porque es un hecho irrefutable de esta maldita guerra, que no se puede combatir al narco sin combatir la pobreza en este país.
Y también es un hecho irrefutable que no podemos solos ni divididos, aunque a muchos les duela admitirlo y aunque vuelen al aire sus tan mallugadas loas a la soberanía.
El narcotráfico es un problema que no empieza ni termina en México, ¿Por qué entonces esperar que todos los toros se lidien en nuestra plaza?
La soberanía no le ha servido de nada a 40.000 familias que han tenido que llorar a sus muertos. Ni a las otras tantas que han viajado a Tamaulipas a enfrentarse con el terrible cometido de “encontrar a sus muertos”. Ni a las madres que se han organizado para documentar los homicidios sin resolver de sus hijas muertas en Chihuahua y que ahora empiezan a enseñar a otros padres a documentar los homicidios de sus hijos, porque la justicia en México no solamente es ciega, sino canalla, porque se vende al mejor postor.
Pero esto no hace eco ni en los políticos ni en muchos mexicanos, porque también hay mucha gente que como está viendo la guerrita de Calderón desde la comodidad de su hogar, le importa un cuerno si son 30.000, 40.000 o 100.000 los muertos y muertas en este país, mientras no le quiten su novela, su celular, y no falte quien le barra la banqueta y le limpie la casa. Y encima de ser una nulidad ciudadana, critican a quien se mueva para intentar cambiar las cosas.
Miles de diputados federales y estatales, Senadores y demás sanguijuelas del erario, cobran su sueldo sin falta y hoy más que nunca su inmoralidad, ineptitud y desvergüenza le duele al país, porque también hay culpa cuando no se hace nada, y eso de apuntar con el dedo desde un curul, nos está saliendo muy caro a los mexicanos. Tanto nos sale, que si el gobierno fuera una empresa privada con responsabilidad social, ya estuvieran sin empleo la mayoría de nuestros H. Legisladores. Y la realidad es que con puntuales y mínimas excepciones no hay un político en México que pueda tirar la primera piedra.
Cada vez que el gobierno anuncia con bombo y platillo que vamos ganando la guerra contra el narco, es una puñalada por la espalda a los mexicanos, especialmente a los que han perdido a sus seres queridos.
La estrategia de sacar el ejercito a las calles, militarizar los puestos de mando en las policías locales, y tener a la población de ciudades enteras en vilo, sin darle recursos ni protección, ni contar con una planeación que tenga como principal objetivo esa protección de la población civil, no es solamente incomprensible, sino inhumana.
¿Cómo se puede poner en riesgo a la población sin contar con refugios a donde pueda recurrir la gente que tiene que huir de ciudades como Acuña o Juárez? ¿Por qué no se ha implementado un sistema de emergencia en el transporte público? ¿En las escuelas? ¿Porqué no se ha creado un Tribunal Especial para procesar los delitos derivados de esta guerra, incluyendo los abusos de derechos humanos, las desapariciones forzadas?
¿Dónde están los apoyos para la gente que ha tenido que abandonar sus hogares? ¿Donde está el acuerdo con Estados Unidos para que se agilicen los trámites a los mexicanos que están solicitando asilo, en lugar de mantenerse indolentes frente a procesos donde mexicanos pueden estar hasta nueve meses en un centro de detención de migrantes?
¿Dónde está el ejemplo a seguir, cuando en casa se tiene a delincuentes disfrazados de “super policías” responsables de combatir a sus propios comparsas?
Y más importante ¿Cuando vamos a castigar a los bancos lavadólares?
Cada vez son más las voces que se alzan tratando de hacer que el Presidente reconsidere su estrategia y ponga a los mexicanos primero. Sin embargo, el pueblo siente como el Presidente y la clase política “oyen desde lejos, y nuestra voz no los toca”.
Ojalá el poeta sea la punta de lanza para que la sociedad mexicana se organice de una buena vez, que buena falta nos hace.
Más Poesía y no más sangre.
Al narco lo procreó el drogadicto, lo cobijó la sociedad y lo solapó el gobierno en turno. Hoy en día nadie puede decirse inocente, por culpa directa u omisión, de haber creado un montruo que nos aterroriza y daña. Pero en la muy mexicana tradición de «hacer leña del árbol caido» preferimos trasladar esa culpa a quien hoy detenta un poder que en su momento fue omnipotente y omipresente, pero ya no lo es. Al teatro de la guerra hay que agregarle el drama pueril, cargado de hipocresía, que se lleva a cabo en segundo plano, y a veces en el tema principal, que ya hasta tiene un título «La Guerra de Calderón». ¿Y la responsabilidad del resto de niveles de gobierno? ¿ y la responsabilidad de las familias en inculcar valores a los suyos? ¿ y la responsabilidad propia de no caer en drogadicción, corrupción o dejar de acusar o exigir?. Por lo pronto ya perdimos una batalla contra la delincuencia, porque en vez de asumir cada quien nuestra responsabilidad y hacer frente común a la minoría violenta, preferimos poner en el banquillo de los acusados al Presidente de la República y cargarle todos los yerros de la sociedad mexicana de las últimas décadas que dejaron crecer el problema del narco.
Bueno, yo creo que también los narcos deben tener algo de culpa en lo que pasa. Ellos matan poetas e hijos de poeta sin tocarse el corazón. Me parece muy infantil echarle la culpa de todo al presidente, como si fuera Dios.