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Por favor no Spanglish: la aventura de ser bilingüe

Cuando mi esposo y yo tomamos la decisión de tener un bebé, establecimos acuerdos en torno al nacimiento, educación y desarrollo de nuestro futuro(a) hijo(a).

Originarios de culturas distintas, encima con dos idiomas, tuvimos que enfrentarnos a un universo de dudas, algunas todavía sin respuesta, así como a un proceso de negociación bastante exhaustivo antes de conseguir los acuerdos que rigen nuestra actual vida familiar. Sin embargo, un punto que no requirió ningún estira y afloja, fue que nuestro bebe eventualmente sería no solo bilingüe, sino bi-nacional y bi-cultural.

¿Qué quiero decir con estos “bis” agregados? Nuestra meta es lograr un hogar donde se hablen ambos idiomas con la mayor naturalidad y fluidez posible, pero donde además se conozca y valore la riqueza de ambas culturas, así como su historia, y más importante aún, su creación artística y literaria.

¿Por dónde empezar? Este fue un gran dilema, escuchamos todo tipo de teorías, algunas bastante absurdas como que el niño bilingüe se atrasa en la escuela, ergo: es más lento para aprender. También nos aconsejaron distintos métodos de aprendizaje, por ejemplo: hablar en casa exclusivamente el idioma no nativo (en este caso el español), ya que el idioma nativo (inglés), lo aprendería en la escuela.

No tengo herramientas para decirles enfáticamente qué sistema funciona mejor para llevar la educación bilingüe o multilingüe de sus hijos, lo que si puedo contarles es qué haremos en nuestra casa, basados en estudios que defienden la capacidad del ser humano desde corta edad, de manejar no solo una lengua sino múltiples, sin afectar su capacidad de asimilación. El cerebro puede con eso y mucho más. (Ver: Darmouth Researchers found a Neural Signature of Bilinguism using infra red light to study the brain)

Shoeteria is a word according to me”.

Uno de los más grandes retos que ha representado para mí vivir en Estados Unidos, aunque usted no lo crea, es acostumbrar mi oído a ciertas palabras misteriosas que para algunos aquí, forman parte del vocabulario de la lengua española.

Y no me refiero a términos clásicos por todos conocidos como: Pparkear, marketa o yonque; sino a novedades realmente folklóricas como shoeteria, palabra que encontré en un aviso espectacular camino a Manhattan Beach, CA. Tuve que detener el coche para averiguar exactamente a qué se refería el anuncio, y obviamente era una publicidad para una zapatería local.

No tengo ningún prejuicio respecto al ejercicio de jugar con el lenguaje para crear palabras nuevas (acabo de utilizar “folklóricas” que viene de folk), esta es la forma en la que se enriquece una lengua. Pero de esta soltura para sacarse de la manga palabras, me preocupa que con la mala práctica y el uso, llegue a considerarse un término correcto de cualquier lengua. Esta anécdota les dejará un poco más claro mi punto anterior.

Tenemos la suerte de vivir a unos cuantos pasos de uno de los accesos al Bosque Nacional de Los Ángeles. Por estos rumbos viene mucha gente a caminar, con carriolas, en bicicleta o a correr. Por lo mismo hay ciertas reglas del sentido común que hay que respetar para evitar ser atropellado por una bicicleta, como por ejemplo  hacerse siempre hacia la derecha del camino para que pasen los ciclistas por la izquierda y nunca caminar por el centro.

En algún momento de nuestro recorrido nos encontramos con un grupo formado por dos mujeres y cuatro niños de entre 8 y 2 años de edad, al poco rato dos de las niñas que aproximadamente tendrían 8 y 6 años respectivamente, se nos adelantaron, quedando sus madres detrás de nosotros.

Obviamente las niñas entienden un bledo de sentido común y menos aún si se habla de reglas para caminar por bosque, por lo que a pesar de que un par de ciclistas se les aproximaban a una velocidad más que media, ellas seguían al centro de la vereda; y tristemente las madres ignoraban a las niñas y a las bicicletas.

No pude contenerme y les grite : ¡bicicletas! Con la intención de que se hicieran a un lado, pero desafiando todas mis expectativas, la niña de 6 años, giró hacia mi, para corregirme categóricamente:

“¡No se dice bicicleta; se dice baika!— no me atrevo siquiera a sugerir la manera de escribir “baika“. Mi esposo y yo nos miramos perplejos y aprovechando el receso que hicieron en su camino, nos adelantamos para hacerlas hacia la derecha y dejar pasar las bicicletas o “baikas”, ya no sé cómo llamarles.

“Se acostumbra al bien hablar leyendo a menudo a los que han escrito bien; así se hace un hábito de expresar noblemente y sin esfuerzo su propio pensamiento”. Voltaire.

En nuestra casa, el sistema que manejamos es el siguiente:

Mi esposo habla con nuestro bebé siempre en inglés y yo lo hago en español. Cuando estamos los tres juntos, alternamos los diálogos en inglés y español, pero siempre utilizando el mismo idioma entre nosotros, nunca mezclándolo.

La teoría que estamos siguiendo, nos dice, que el bebé no traduce, sino asimila los sonidos y los relaciona con quien le habla. Por ejemplo, el bebé sabe que para papá un objeto se llama «table” y para mamá, el mismo objeto se llama “mesa”.

La literatura es crucial, nunca utilizamos libros que mezclen palabras de los dos idiomas en una sola frase: los libros siempre son en un idioma.

Mi esposo lee los libros que tenemos en inglés, y yo los libros en español. Tratamos de conseguir el mismo cuento en ambos idiomas, eso es aceptable. Lo que no  se permite es la mezcla de los dos idiomas en una misma frase.

Cada quien debe probar el sistema que mejor acomode a sus circunstancias personales y a los objetivos que quiere alcanzar en cada idioma, es decir, qué nivel de lenguaje es deseable para sus hijos.

El nivel de lenguaje no siempre denota el nivel de compresión en términos reales, pero si lo hace socialmente. Si la lengua es el medio que tenemos para expresar nuestros pensamientos, aquello que queremos o nuestra visión del mundo, entonces alguna importancia debería tener que un idioma sea manejado de manera articulada y  con un vocabulario suficiente que nos permita realizar el ejercicio diario de comunicarnos con los demás de una forma, al menos, comprensible.


Publicado originalmente el 19 de abril de 2010, en Hispanic L.A.

Perfil del autor

Aprendiz de Madre, Malabarista del tiempo, Exiliada por Opcion, Cuestionadora de todo, Objetora de muy Poco, Activista de Closet, Escritora sin oficio.
Marga nació y creció en la ciudad de Tijuana, México. Actualmente radica en la ciudad de Pasadena, CA. junto a su esposo e hija de 18 meses. Es Licenciada en Comunicación egresada de la Universidad Iberoamericana, y comparte su tiempo entre vivir su maternidad a tope y escribir una columna semanal en su blog www.madresinsumisas.com.

4 comentarios

  1. indiividuos de origen indígeno hablan sus lenguas tribales además de la que aprenden en las escuelas nacionales, de cualquier país. los galeses hablan, leen, escriben galés y también inglés. la mayoría de los judíos donde sea que vivan saben su hebreo parcial o total más algo de inglés y la lengua madre. lo que produce el spanglish no es otra cosa que las vastas diferencias conceptuales entre el castellano de centroamérica y el inglés de los EEUU. Es ahí donde aparecen esfuerzos populares por cubrir vacíos que sienten en su léxico. Después viene una especia de holgazanería, no?

    1. Gracias por leernos y por dejar tu comentario.
      Si, mucho hay de holgazanería, sin perder de vista las condiciones especificas de cada individuo y el acceso a programas de educación bilingüe de calidad, los que desafortunadamente son los primeros en sufrir recortes en los presupuestos estatales y federales en este país.
      Saludos
      Marga

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