La periodista exotista Emma Noonan anda buscando causas…y las encuentra. Es alto, narigón, guapifeo, nada comparado con los deslavados especímenes que ha encontrado hasta este entonces, a la mano.
Es así como la periodista exotista Emma Noonan se enamora de su entrevistado, con dos inconvenientes. Más bien tres.
El primero, va a necesitar a un intérprete las venticuatro horas del día porque Quisintuñá habla quechua. El segundo, tiene veinte años menos que ella, el tercero, es casado y tiene seis hijos en su país natal.
La periodista exotista Ema Noonan no se inmuta. Total, su ex marido es abogado de inmigración y su hermana, agente de viajes que le puede conseguir pasajes de ida y vuelta para que siga viniendo a las conferencias indígenas todos los septiembres hasta que lo conquiste.
Es así como el otavaleño Jorge Narciso Quisintuña Loja que viene representando a la nación comerciante del Ecuador queda al tercer año, viviendo en la Quinta Avenida, con Emma Noonan. Pronto se da cuenta de sus avances. Entonces bebe mezcal que le han compartido sus amigos mayas y se emborracha mucho una noche sacrificándose a ver si puede dedicarse a comerciante en Nueva York representando a la estirpe.
Tras nueve noches de amor y promesas a Noonan, que gesticula usando un diccionario de frases en inglés, Noonan lo convence en quechua para que se quede en Nueva York.
Quisintuña escribe a su Otávalo natal explicando que no vuelve todavía, que se queda unos meses por proyectos varios. Pasan los días, las semanas, el mes. No le queda mezcal, no habla inglés y no hay trabajo para los confeccionadores de ponchos, menos Yachacs que lo ayuden para los dolores de panza provocados por el mezcal. Está la mujer rubia con la cual vive, que le ha prometido que pronto le traerá a su familia, no es creíble. Qué se habrá imaginado, que él también quiere a su mujer. No hay llamas para sacar lana ni ovejas. Sólo los mugrosos autos con las tiendas enormes y las mareas de gente.
Un día, Jorge Narciso Quisintuña compra una tarjeta con plata que le pide prestada a Emma Noonan, llama a un amigo y le pide que le compre un pasaje de vuelta a Otávalo. Llega a Otávalo y explica que el proyecto no funcionó porque una gringa lo engañó. Se la creen.
La gringa se consuela tras escribir un libro titulado «My Life as a Mistress of an Otavalo Man»