Si el periodista no sirve al pueblo, entonces está sirviendo al poder

El periodismo debería de ser una herramienta para contribuir a la justicia a todos los niveles de una sociedad, pero creo que hasta el momento no se ha logrado

¿Para qué sirve el periodismo si no es para informar al débil, al indefenso, al pobre, al desprotegido, al que menos tiene o sabe, en una sociedad desigual donde unos pocos tienen demasiado y millones nada o muy poco?

¿Para qué sirve el periodismo si no es para evitar que los que menos tienen sean víctimas de injusticias, abusos, saqueos por parte del estado, de los políticos o del poder corporativo?

Si viviéramos en una sociedad igualitaria donde todos empezamos desde el mismo lugar o tenemos el mismo peso económico, el equilibrio periodístico debería de ser una norma. Pero cuando la realidad es tan desigual, el enfoque debe de ser dirigido contra aquellos que roban, abusan, despojan de sus tierras o viviendas a los que menos tienen.

¿Cómo puede ser equilibrado el periodista en un país extremadamente rico en recursos que tiene más de 60 millones de personas en la pobreza y muchos en la extrema pobreza? ¿En una nación dónde muchos de ellos ganan 8,000 pesos ($400 dólares) mensuales, mientras otros ganan hasta dos o tres veces más que el sueldo del presidente ($120,000) mensualmente?

Cuando hablamos de ser equilibrados no hablamos de mentir, acusar sin bases, engañar, inferir o asumir algo que no es; hablamos de reportar y denunciar el fraude, el abuso y la corrupción a todos los niveles, incluyendo dentro de la administración actual en México, no simplemente calumniar o tratar de manipular; pero desafortunadamente, eso es lo que han realizado unos medios con el texto “Sembrando vida, la fábrica de chocolates”. Una nota tendenciosa que no alcanza la categoría de reportaje.

Hace unos días, el presidente de México subrayó en una conferencia mañanera que Carmen Aristegui, una afamada periodista que hasta hace unos años se había ganado el respeto y la admiración de millones de mexicanos por su trabajo, dijo que ella nunca había estado del lado del pueblo o de su movimiento.

Esta afirmación la dio el mandatario luego de comentar sobre el mencionado texto, publicado entre otros medios en Aristegui Noticias y Proceso, donde se infiere un conflicto de interés entre los hijos de López Obrador y el programa insignia de su administración. El presidente dijo que el reportaje era una mentira.

Los reporteros, autores del artículo, horas después le dijeron a Julio Astillero, en Astillero Informa, que sí, que efectivamente el reportaje solo infiere, concluye o deduce sin probar en ningún momento que haya corrupción o conflicto de interés con los hijos del presidente.

Por su parte, Aristegui respondió que sí, que era cierto que ella no estaba a favor del movimiento de López Obrador, sino que ella lo que hacía era “periodismo” y no podía estar a favor o en contra del movimiento del mandatario. Sin embargo, su trabajo muestra todo lo contrario, sobre todo al haber publicado una nota que no cumple el estándar periodístico, ni de Aristegui Noticias, ni de ningún medio informativo profesional y respetable.

Entonces, ¿cómo no se puede no estar a favor del pueblo cuando durante décadas miles de personas han sacrificado su vida por una mejor democracia, donde otros miles han desaparecido y han sido silenciados por luchar, por protestar y buscar justicia? ¿Cómo podemos ignorar esta parte?

¿Cómo podemos ser equilibrados cuando se vive en un país que ya es una tumba y hasta el momento no se puede dar vuelta a la curva de asesinatos y desapariciones que nos sigue cobrando el narco o el crimen organizado desde el infame y sangriento gobierno de Felipe Calderón, incluyendo 10 mujeres diarias?

¿Cómo se puede ser balanceado como periodista en un país que claramente ha estado en la cima de la corrupción y el fraude para beneficiar a unos cuantos, mientras otro segmento de la población es despojado de sus tierras y muchos tienen que arriesgar su vida como inmigrantes para sobrevivir y alimentar a su familia?

Cuando López Obrador dijo a Aristegui que ella nunca había estado de lado de su movimiento, significaba que ella nunca había estado del lado del pueblo.

Seguramente al actual presidente de México le tiene sin cuidado de qué lado está verdaderamente Carmen Aristegui en el espectro político tan sui géneris como el mexicano. Eso ya se sabe. De tal modo que el ardid de que “hace periodismo” queda en entredicho si no se agrega el “para quién”.

Puede ser que Aristegui ejerza el periodismo, pero cada vez está más claro en favor de quién lo ejerce. Por ejemplo, casualmente cuando sus grandes reportajes como el de “La Casa Blanca de Enrique Peña Nieto” vieron la luz, sí provocó cierta satisfacción en el pueblo, pero en realidad no cambió nada para los de abajo. Hoy al señalado directamente en ese reportaje se le ve por toda Europa paseándose con su actual novia, luego de su divorcio de la otra implicada, Angélica Rivera, con quien estuvo casada por conveniencia política para crear una imagen de familia presidencial exitosa, como fue el plan original de la estrategia de campaña para imponer esa idea en una sociedad que nunca creyó en eso.

El periodismo debería de ser una herramienta para contribuir a la justicia a todos los niveles de una sociedad que se dice demócrata, sin sesgos, ni parcialidades, ni mentiras que dañen, culpen o señalen a ningún sector, inclusive al sector poderoso. Pero no por eso podemos cerrar los ojos y ser indiferentes ante tantas injusticias.

En definitiva, si el periodismo no contribuye a una democracia más equitativa, en una sociedad llena de desigualdades, de corrupción y fraude del poderoso hacia el que menos tiene, entonces para qué sirve el periodismo. Si el periodista no sirve al pueblo, muy seguramente está sirviendo al poder en turno, llámese político o corporativo.

Autor

  • Agustín Durán

    Agustín Durán es un inmigrante que ha ejercido el periodismo en diferentes medios de Los Ángeles por 23 años y actualmente es editor de Metro de La Opinión. Es graduado de Ciencias de Comunicación en Ciudad de México y tiene una maestría en Comunicación Masiva de la universidad de Northridge. Es padre, esposo y es tan escéptico que no le cree ni a su madre cuando le dice ´te quiero´, se lo tiene que probar.

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