Gracias, Steve Jobs, un cuento de Liza Rosas Bustos
Latasha Winters, sin aire acondicionado, empleo ni domicilio fijo, acaba de salir de MAC de 59th y 5th Avenue tras dejar a Ladonne, su hijo de 16 años con distrofia muscular. Hace tiempo que espera que le contesten del Muscular Distrophy Center. Pero acaba de llegar de Atlanta. El correo, se pierde en el shelter o refugio municipal donde a veces pasan la noche. La solución se la da Steve Jobs...
Latasha Winters, sin aire acondicionado, empleo ni domicilio fijo, acaba de salir de MAC de 59th y 5th Avenue tras dejar a Ladonne, su hijo de 16 años con distrofia muscular. Hace tiempo que espera que le contesten del Muscular Distrophy Center. Pero acaba de llegar de Atlanta. El correo, se pierde en el shelter o refugio municipal donde a veces pasan la noche. La solución se la da Steve Jobs, gestor de Mac y sus tiendas futuristas donde Ladonne ha pasado el mejor de los veranos. Latasha lo baña, lo trae muy temprano cada mañana y se va a buscar comida o trabajo. Ahí queda Ladonne, sentado todo el día frente a la enorme pantalla de un Mac de demostración, con aire acondicionado, música y juegos hasta que Latasha lo recoge en horarios distintos para comer restos de sobras de restaurantes. Los gigs se pasean, collar en el cuello, por todos lados mostrando a los turistas las maniobras de los artefactos. En una esquina Ladonne apernado juega con el aparato mayor con la pantalla más grande hasta que por la madrugada (gracias por no cerrar la tienda, Steve Jobs) Latasha Winters, sin aire acondicionado ni domicilio fijo entra a la tienda de MAC de 59th Street y Lexington a recoger a su Ladonne…