El réferi
Este no es momento de guardar silencio, sino de hablar con dignidad y respeto de lo que pasa. Somos parte de una comunidad que está siendo atacada y no podemos hacer como si nada pasara
Cada vez es más difícil tener una conversación en la que no se hable de política. El 2024 estuvo inundado de coberturas electorales polarizadas y el 2025 de incitaciones ideológicas sin precedentes. La retórica nacional nos ha llevado a los extremos: a favor o en contra de algo. La escala de grises se difumina tanto que de lejos solo alcanzamos a ver la vida en blanco y negro. ¿Dónde quedó el punto medio?
He pensado mucho en el papel que juega el periodismo en este partido por la democracia. Me gusta imaginarnos como el réferi que corre por la cancha intentando tener la mejor vista por 90 minutos o, bueno, cuatro años. No podemos ser juez y testigo, pero tampoco podemos quedarnos callados. Lo que se vive hoy no es normal y no debemos darlo por sentado. Creo que este no es momento de guardar silencio, sino de hablar con dignidad y respeto de lo que pasa. Somos parte de una comunidad que está siendo atacada y no podemos hacer como si nada pasara.
Hay días en los que le doy más vueltas a todo y me descubro buscando con más atención las palabras que escogeré para decir algo. Admito que hay momentos en los que me reclamo por ser tan políticamente correcta, ¿será que me estoy autocensurando? Y luego pienso en los muchos espacios a los que mi silencio les ha abierto la puerta, a discusiones contrastantes que nunca hubiera explorado si mi juicio hubiera hablado primero, y solo por eso pienso que vale la pena.
Lo que sí tengo muy claro como mujer, latina y migrante es que no permitiré que me ciegue el privilegio que me da una ciudadanía frente a los muchos abusos que me toca reportar todos los días. Cuando empecé en esta carrera no lo hice solo para contar historias, sino para desvelar los muchos secretos, abusos y negligencias que se escudaban detrás de los titulares a medio contar.
Tampoco permitiré que las manos que sostienen las plumas sean más fuertes que las voces de una comunidad que ya fue reprimida, mal representada, servida a medias e ignorada por mucho tiempo. No, el poder del periodismo nunca nos debe de convertir en verdugos. Y esta misión de escucha, de diálogo, de espacios comunes, no es negociable. Aquí es donde marco mi media cancha. Acá es donde sostengo el silbato.
Este es el año en el que se pone a prueba nuestra integridad, nuestra compasión, el profesionalismo y las inclinaciones ideológicas personales. La cancha no está nivelada. De un lado de la balanza está el poder, y de la otra, el pueblo, ese que se ve, que habla, que siente y que tiene nostalgia como yo. Allá el privilegio; acá, las diferentes -enriquecedoras o dolorosas- experiencias migrantes. Allá el ego y el eco; acá, la busca de un derecho.
Quisiera pensar que el 2025 será la obra negra del maravilloso puente humano que se puede construir entre los dos lados. Quizá nuestro papel como periodistas no es el mero archivo histórico de lo que pasa, sino los tejidos que se entrelazan con el diálogo para sostenernos.