In memoriam Don José Guadalupe Zaragoza, mejor conocido por Lupe

¿Qué más se puede pedir de un inmigrante? ¿Cómo definir a quien ha atravesado desiertos, superado todas las pruebas de la vida en el extranjero y aquí, criando a seis hijos, abrazado a quince nietos? ¿Quién como él, que durante décadas fue el sostén de su familia?

Esta es la vida de Don José Guadalupe Zaragoza, quien falleció en Rosarito, México, el 8 de marzo, a la temprana edad de 70 años, y cuyos restos son honrados por quienes fueron sus protegidos, sus queridos,su familia y sus amigos.

Don José Guadalupe Zaragoza nació en Michoacán, México. Sus padres fuenron campesinos. A los ocho años de esad se mudó al pueblo de Chapala, Jalisco. De pequeño trabajaba en el campo, pero ya de adolescente, se hizo albañil. Estudió hasta sexto año de primaria. Después tuvo que salir a trabajar. 

Años después conocería allí mismo a quien sería su esposa, quien lo acompañaría por el resto de su vida. 

Tuvieron seis hijos. El mayor tiene 50 años. las más pequeñas, las “cuatitas”, tienen hoy 41. Todos nacieron en Jalisco. 

¿Cómo era José Guadalupe Zaragoza? 

Su hijo mayor Juan Gabriel Zaragoza lo describe como “el amo de la naturaleza”. 

Don José Zaragoza y su hijo mayor, Juan / cortesía de la familia

“En Chapala vivíamos cerca de un cerro. Cuando llovía se formaban unas cascadas. Me llevaba y a primera hora de la mañana ya estábamos nadando en las frias cascadas”.

Era también amo de la música. Aunque fue de Rancho, aunque fue de raices humildes, “y mucha gente no va a entender, pero él amaba la música clásica, de piano, de orquestas clásicas, de boleros, de tríos”, dice el hijo. 

Pero también enfrentaba la adversidad. Con su trabajo. 

“Yo tenía seis años,” cuenta Juan “ y llega mi papá de trabajar, ya estaba oscuro. Le pregunta a mi mamá ‘qué hay de comer’. ‘Nada más tengo frijoles y una salsita de molcajete. Ni hay un pedacito de carne’”

“Ahora vengo”, le dijo. 

Fueron los dos caminando a pescar al lago. “Sacó como seis tilapias; las comimos con los frijoles y la salsita”. 

Años después le explicaría a su hijo: “Es que no teníamos ni para un pedazo de carne”. 

De ahí en más, la vida de don José Guadalupe parecería un manual para el buen inmigrante, el que lo ha dado todo y ha recibido el fruto del sudor de su frente. Merecedor del cariño de quien lo conoció. 

“Era amigo de todo mundo, todo mundo lo quería, lo apreciaba y lo respetaba”, dice Juan.  “Quiso lo mejor para todo el mundo sin importarle lo que pensaran de él”, agrega. 

En 1986 migró a Estados Unidos. “Llegó primero a Compton, California, en donde tenemos familia”..

Solo quien conoce las dificultades de emigrar a un país como Estados Unidos puede apreciar correctamente los logros de don José Guadalupe.

Con su trabajo, en solo seis meses mandó por su familia. 

Después, durante un año los padres y los seis hijos vivieron en un cuarto.

“Dos camas y una cómoda, eso era todo”. 

Con su trabajo, halló empleo en la construcción de albercas el la Ciudad de Riverside, lo que sería su ocupación y su ultimo empleo.

En menos de un año y con su trabajo, esfuerzo y sacrificio, logra cumplir su primer sueño de ser dueño de un carro nuevo. 

Dos años despues logra su segundo sueño de tener su propia casa en Riverside. Cumplió su sueño de ser propietario. Poco después calificó para el programa de amnistía, recibió la residencia permanente y con el tiempo se hizo ciudadano estadounidense.

¿Y después? Compró otra casa, porque el anehelaba tener una casa nueva. Tambien se quedó con la primera, la de Riverside. Con su trabajo. 

“Siempre le fue bien a mi papá, gracias a Dios”.

No fue casualidad. Fueron ganas de salir adelante, pero mas importante de enseñarnos que con esfuerzo, trabajo y dedicación todo se podia. Y con mucha mas razon en un pais abundante de oportunidad. 

Fue ese mismo esfuerzo que lo llevo a formar su propia empresa de construction en 2005. Dos de sus hijos trabajabajaron con él. En tres años, tenía 15 empleados. Pero llegó la crisis de 2008 y le tocó también. “Quedaron solo dos empleados y mi hermano”. 

Como sea, salieron adelante. Superaron la crisis. 

Con su trabajo. 

El domingo era el único día que descansaba. Se dedicaba a los hijos, los llevaba a misa, luego a comer, y de regreso a su casa le daba mantenimiento. 

Entonces vinieron los nietos.

Su hija menor Miriam del Carmen Lee tiene tres varones. La otra menor, Blanca Elizabeth Jiménez, tiene dos niñas. Horacio Guadalupe Zaragoza, dos niños y una niña. Edi Stansberry, dos niñas. Sandra Belén Zaragoza, un niño y una niña. Y nuestro interlocutor Juan Gabriel Zaragoza, dos varones y una niña. 

Son una familia unida. Se juntan a menudo. Cuatro de ellos viven cerca de la casa de sus padres. 

Varios de ellos fueron a la universidad, alentados por el padre, y trabajan en profesiones provechosas para la comunidad, como una sucursal de agencia de seguros o la terapia de niños autistas. 

Hay otra anécdota que define el valor de una persona. Le gustaba mucho el deporte. “Era Chivas de corazón, 100 por ciento”, dice su hijo. Juntos, padre e hijos disfrutaban del partido. 

“Aunque perdiera”, enfatiza, “aunque perdiera”. No cualquiera. 

“Mi papá era la alegría de las fiestas señor”, dice el hijo. 

“Donde quiera que iba siempre fue de ambiente. Si había un lugar apagado mi papá lo prendía”. 

Esa fue la vida de don José Guadalupe Zaragoza. Un modelo de mexicano, de inmigrante y de angelino.

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