Donald Trump… solo 60 días en el poder…

La normalización del gobierno por decreto y la retórica polarizante podrían degradar la credibilidad institucional

La presidencia de Donald Trump a solo sesenta días en el poder, configura un escenario marcado por una intensa polarización social y política, que parte de la percepción de muchos ciudadanos sobre la supuesta ineficacia de las estructuras partidistas tradicionales.

La geografía de un país dividido

Para un segmento relevante de la población, la figura de Trump representa la ruptura con viejos esquemas; para otros, su liderazgo encarna un peligro para la estabilidad democrática, este choque de perspectivas se hace patente en cada ámbito de la vida pública, donde la aprobación u oposición al mandatario deviene en un marcador identitario crucial.

La geografía del país refleja claramente estas divisiones, las ciudades costeras, usualmente más cosmopolitas y abiertas a la cooperación internacional, ven con recelo la agenda migratoria y las medidas unilaterales de la Casa Blanca, mientras tanto, en regiones del sur con un arraigado conservadurismo, se celebra la retórica nacionalista y la defensa de fronteras, así, el territorio se fragmenta en polos que rara vez encuentran un terreno de consenso.

El Congreso, por su parte, vive un escenario de inestabilidad, las mayorías ajustadas dificultan la aprobación de proyectos por vías convencionales, lo que conduce al Ejecutivo a recurrir a órdenes ejecutivas para sortear bloqueos legislativos, aunque la Constitución contempla dicha herramienta, el uso recurrente de decretos sin negociación previa, suscita críticas por la concentración de poder, no obstante, quienes apoyan al presidente lo ven como una forma legítima de satisfacer la voluntad popular sin quedar atrapados en trámites burocráticos.

A esto se suma que la polarización no se limita a las instituciones formales, penetra la esfera cotidiana, como discusiones sobre Trump que aparecen en hogares, centros laborales y redes sociales, generando tensiones que reconfiguran amistades y alianzas.

El poder mediático y el descrédito internacional

Los sectores progresistas, preocupados por la retórica contra las minorías y el endurecimiento migratorio, se movilizan con protestas y acciones legales; en contraste, la base más conservadora valora su discurso de soberanía económica y el cuestionamiento a la globalización que, según ellos, ha perjudicado a la clase trabajadora, esta dinámica se refuerza mediante “burbujas de información”, donde cada colectivo se expone a narrativas que confirman su visión y excluyen la del adversario.

En el ámbito mediático, la figura presidencial atrae una cobertura constante, algunas cadenas optan por difundir sin fricción los postulados gubernamentales, en tanto otras se dedican a un escrutinio exhaustivo de cada iniciativa, este contraste alimenta la desconfianza y la hostilidad, la prensa partidaria convalida el programa político oficial, mientras que la crítica se convierte en blanco de acusaciones de sabotaje, incluso el propio  Donald Trump utiliza de forma intensiva las redes sociales, donde mezcla mensajes oficiales y opiniones personales en un estilo combativo que polariza todavía más.

De forma paralela, el sistema de contrapesos institucionales se ve bajo presión. El Poder Judicial, encargado de revisar la constitucionalidad de órdenes ejecutivas, choca con un Ejecutivo que tacha de militantes ideológicos a los jueces que fallan en su contra, esto provoca un debate de fondo sobre el alcance real de la independencia judicial, ya que muchos se preguntan si un presidente con alta capacidad de comunicar directamente con su base y unas cámaras legislativas fragmentadas no está en disposición de desbordar los mecanismos de control convencionales.

Por otro lado, se advierte que la imagen de Estados Unidos en el exterior experimenta un deterioro a causa del tono áspero con el que se refieren a los organismos multilaterales y a la lógica de acuerdos globales, países aliados que antes seguían con fidelidad la línea de Washington, ahora miran con cautela las medidas proteccionistas, sin embargo, líderes de otros puntos del globo (China, Rusia, UE), celebran el repliegue norteamericano de foros internacionales, entendiendo que abre la puerta para que sus proyectos regionales cobren protagonismo.

Protestas por una democracia en riesgo

De hecho, la insistencia en la primacía de los intereses nacionales seduce a ciertos gobernantes con visiones autoritarias o nacionalistas, que encuentran en Trump un aliado para afianzar su poder doméstico y legitimar agendas conservadoras.

La crítica hacia esta modalidad de gobierno señala el riesgo de debilitar la democracia mediante un uso excesivo de decretos. Si las reglas se modifican sin participación amplia del Congreso, se teme que la ciudadanía asuma la verticalidad ejecutiva como algo normal, dañando la cultura deliberativa que debería caracterizar el sistema presidencialista estadounidense. Las acusaciones a la prensa por falsear la realidad o socavar la autoridad presidencial incrementan esa sospecha, parte de la población recibe el mensaje de que solo el Ejecutivo defiende con honestidad los intereses nacionales, mientras los medios, que cuestionan al presidente, se convierten en cómplices de una supuesta trama opositora.

Este ambiente alimenta un estado de protesta casi permanente, donde movimientos sociales de carácter progresista, defensa de inmigrantes, colectividades ambientalistas, grupos de derechos civiles, intensifican sus esfuerzos de incidencia, promoviendo recursos judiciales y campañas de sensibilización, en el otro extremo, colectivos conservadores acusan a esos activistas de no respetar el voto mayoritario, interpretando sus acciones como boicots que frenan la recuperación económica, así, la empatía y la búsqueda de puntos intermedios se hacen escasas, asentándose dinámicas de confrontación directa.

El eje económico también resulta esencial para entender la pugna, la reivindicación de la producción nacional y la imposición de aranceles despierta entusiasmo en regiones golpeadas por la globalización, pero suscita el escepticismo de economistas que advierten sobre represalias comerciales de otras potencias y la posible pérdida de competitividad en sectores exportadores, el público que sigue a Trump, no obstante, aún confía en que estas medidas robustecerán la base industrial y salvarán empleos.

La posibilidad de que el sistema democrático se erosione, surge al considerar que, la normalización del gobierno por decreto y la retórica polarizante podrían degradar la credibilidad institucional, en cuanto la sociedad se acostumbra a que el presidente decida sin contrapesos, se reduce el espacio para el disenso racional y el pluralismo, además, el liderazgo carismático e individualista se refuerza con la adhesión emocional de una parte sustancial del electorado, lo cual merma la construcción de consensos en temas fundamentales como la reforma de salud, la infraestructura o la educación.

Este desgaste institucional y social se refleja en la perpetuación de conflictos cíclicos, ya que cada ciclo electoral renueva la confrontación y profundiza la polarización, aun así, la agitación política también revitaliza la conciencia ciudadana, pues amplios sectores se ven impelidos a defender principios democráticos que consideran en riesgo.

La promoción de foros de debate y el aumento de la participación en iniciativas locales exhiben la otra cara del fenómeno, el activismo crece y los actores sociales buscan incidir en espacios que antes veían lejanos.

En última instancia, se plantea la incógnita de cómo Estados Unidos, con sus marcadas tensiones regionales, ideológicas y culturales, podrá canalizar los desencuentros y reactivar una política basada en el diálogo y la eficacia.

Si se afianza la postura unilateral y polarizante, correrá el riesgo de debilitar las bases de la convivencia democrática, pero si la sociedad capitaliza esta crisis para reformar el sistema y renovar consensos, podría emerger un modelo más adaptado a la diversidad y a los retos globales.

El desenlace define, por tanto, el rumbo de una potencia que sigue siendo determinante en la agenda mundial y en la percepción que millones de personas tienen del futuro político y económico de su propio país.

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Cesar Leo Marcus

Cesar Leo Marcus, nació en Buenos Aires, Argentina. Doctor (PhD) en Logistica Internacional y Comercio Exterior, y Máster (MBA) en Sociología Económica, fue profesor de ambas cátedras en las Universidades de Madrid (España) y Cordoba (Argentina). Periodista, publica en periódicos de California, Miami y New York. Escritor, publico 12 libros, y editor literario, director de Windmills Editions. Actualmente reside en California. More »

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