Tendencia

Edificios que colapsan: no es el destino ni la casualidad ni un milagro

La semana pasada, se derrumbó un edificio de departamentos en Turquía y la atención mundial se enfocó en el desastre, relacionado con el terremoto de febrero, que causó 21,000 muertos.

No fue el único. En todo el mundo se reportan numerosos  derrumbes de edificios por motivos diversos. Generalmente suceden en países no desarrollados, donde los códigos de construcción son laxos y el mantenimiento escaso. 

Miramos con criticismo y preocupación las imágenes desde Cuba, donde se informa de centenares de estructuras dilapidadas y riesgosas que siguen sin evacuar. Unas 300 colapsaron después de las lluvias del año pasado. 

En Tijuana, México, colapsaron recientemente dos edificios en una semana debajo de una ladera inestable. 

Pero esto sucede también aquí, en el país más próspero del mundo. 

El martes pasado, un edificio residencial y comercial de seis pisos construido en 1907, colapsó parcialmente en Davenport, Iowa. La ciudad acusó al propietario que no había mantenido la propiedad “en condiciones seguras, sanitarias y estructuralmente sólidas” antes del colapso y pidió una multa risible de $300 más $95 en costos judiciales.

¿Y la responsabilidad de las autoridades? ¿Por qué las inspecciones no detectaron que el edificio con 84 unidades comerciales y residenciales estaba al borde del colapso? ¿Por qué no se clausuró y se evacuó a los residentes? 

Pocos días después, más de 140 personas sí fueron evacuadas de un condominio inestable en Rochester, Minnesota, que luego colapsó. Cuando se quiere, se puede. 

El 19 de abril, se derrumbó en la ciudad de Nueva York un edificio que contenía un estacionamiento donde se sabía que había demasiados autos, matando al gerente del lugar. 

La ciudad anunció después del colapso que había identificado al menos 61 estructuras cercanas con infracciones graves. Ordenó el cierre, inmediato, de dos estacionamientos en Manhattan y dos en Brooklyn.

¿Por qué lo hizo después y no antes del desastre? 

El 12 de abril tres obreros resultaron heridos al colapsar la sede de la Corte Federal en Savannah, Georgia, que estaba en renovaciones.

Otro albañil murió el 11 de enero en el barrio afroamericano de Bronzeville en Chicago, Illinois,  cuando se derrumbó un edificio de departamentos en construcción. 

Y así sucesivamente. A veces son causados por incendios, huracanes o derrumbes de nieve, como el del condado de Nevada en el norte de California que causó el colapso de 30 casas en marzo. 

Pero a menudo suceden por problemas de construcción.  Cuando los inquilinos menos lo esperan, se produce un derrumbe. Se acumulan víctimas mortales, familias desplazadas, daños multimillonarios.

Es un fracaso de las autoridades. Los reportes indican que en muchos casos no hubo inspecciones. En otros, cuando se hallaron problemas, después de advertencias, estudios, litigios, los propietarios siguieron operando los edificios. Otros colapsos sucedieron por mantenimiento insuficiente, reparaciones que no incluyeron desalojo para protección de los residentes, reparaciones además deficientes, que se hicieron a ritmo lento y al menor costo posible.

El problema requiere la atención de los gobiernos en todos los niveles, pero especialmente los estatales y federales. No puede ser que la indiferencia, el afán de lucro o la ineficacia sigan demandando víctimas, que generalmente son las comunidades pobres y de minorías. Cada derrumbe nos debe recordar la urgencia de una solución.  

 

 

Autor

Mostrar más
Botón volver arriba