¿Estamos mejor que cuatro años atrás?

Cuarta y última nota de una serie en la que se discuten las elecciones estadounidenses y se indica cómo el autor piensa votar. La serie incluye temas como las proposiciones de California, la importancia de reconquistar el Senado Nacional, el voto popular versus el Colegio Electoral y, finalmente, los candidatos Donald Trump y Joe Biden.

Me fui de Argentina como refugiado político a Canadá allá a comienzos de la década de 1980 cuando la dictadura cívico-militar todavía secuestraba y mataba y, después de esas cosas de la vida, terminé en California entre el rumor del océano y la tranquilidad de las montañas.

Lo bueno y lo malo

Nunca fui simpatizante de las atrocidades asociadas con el imperio. La intolerancia de los puritanos, el genocidio de los nativo-americanos, el horror de la esclavitud, el KKK y Jim Crow, el macartismo asfixiante, la masacre de My Lai, el golpe a Salvador Allende, la invasión ilegal de Iraq, por mencionar algunos eventos en la larga lista de la infamia.

Pero siempre defendí ese espíritu revolucionario en los 1770s que cuestionó el absolutismo monárquico, la visión de Thomas Jefferson y Madison en diseñar un modelo de institución política totalmente innovativo, el ingenio de Thomas Edison, la habilidad política de Franklin Delano Roosevelt en recrear la función del estado, las convicciones y militancia de Martin Luther King, Jr. y Malcom X.

Por eso entiendo por qué estamos donde estamos. Nuestro momento histórico está determinado por la interacción dialéctica entre esas dos fuerzas contradictorias. Por un lado, los tataranietos de la opresión histórica que racionalizan las atrocidades y, por el otro, los que buscan corregir los errores de 244 años de una ingeniería social imperfecta y crear un compacto político más justo y democrático.

Trump y su victoria electoral de 2016, en un contexto de Revolución Tecnológica y globalización, migración transnacional de capital y poblaciones, agendas neoliberales, representa el triunfo momentáneo de los retrógrados.

Coronavirus, economía, racismo y política internacional

Los resultados de sus casi 4 años de gobierno están a la vista.

Ante la crisis del COVID-19, el presidente escondió información sobre la peligrosidad inminente del virus. Con una visión anti-ciencia, consistentemente se negó a aceptar los consejos de los expertos médicos y, demostrando un alto grado de irresponsabilidad, contribuyó a que Estados Unidos, con solo 4% de la población mundial tenga alrededor de un cuarto de todos los infectados y muertos del mundo. De manera testaruda, como quedó demostrado en mítines políticos, se ha negado a promover el uso de barbijos y establecer distanciamiento social. Y, para colmo, en medio de esta crisis sanitaria quiere que las cortes declaren inconstitucional a Obamacare, dejando sin seguro médico a millones con condiciones preexistentes. ¿Estamos mejor que 4 años atrás?

Como consecuencia de los errores tácticos en combatir la pandemia, la economía ha experimentado un terremoto recesivo que ha colapsado amplios sectores productivos y ha dejado a millones de estadounidenses desempleados. Las políticas de desregularización y medidas tomadas del libreto neoliberal han profundizado un sistema económico en el que las desigualdades en el ingreso se siguen profundizando. Mientras el 1 por ciento mejor posicionado recibe recortes en sus impuestos y un gran número de grandes corporaciones no pagan un centavo de impuesto, las clases medias, los de menos recursos y las minorías ven reducida su participación en la distribución de la riqueza nacional. Como un símbolo de la hecatombe económica, Trump termina su presidencia con una pérdida récord de 4.5 millones de empleos de cuando asumió. ¿Estamos mejor que 4 años atrás?

Con el asesinato de George Floyd, estallaron manifestaciones en todo el país que, para el presidente, tenían más de anarquismo subversivo que de un justo reclamo social en un país, recordemos, en el que el racismo sigue latiendo en el corazón de muchos. En su tortuoso discurso orwelliano, Trump nunca terminó por condenar explícitamente ese racismo. Es más, llegó a defender la conducta de supremacista raciales que marcharon con sus banderas nazis y arengas antijudías y antilatinas en Charlotsville, Virginia, en 2017. Acusó de criminales y violadores a los inmigrantes mexicanos. Persiguió, arrestó, deportó, a un número récord de latinos. Buscó formas de expulsar a los ´Dreamers´. Separó a familias desesperadas que buscaban refugio en Estados Unidos y enjauló a niños indocumentados en imágenes que han quedado grabadas en la conciencia de la comunidad internacional como lo más bajo en la historia moral de la nación. Esa misma nación que tiene una gigantesca estatua en Nueva York con una inscripción que da la bienvenida a inmigrantes y que, en estos tiempos dantescos de la Administración Trump, parece una burla cruel. ¿Estamos mejor que 4 años atrás?

Donald Trump es un traidor. Un traidor que ha mantenido relaciones políticamente incestuosas con el ruso Vladimir Putin quien, con su red de inteligencia informática, interfirió en la elección de 2016. Exhalta a dictadores como el norcoreano Kim Jong-un; al rey saudí Salman bin Abdulaziz y a su hijo  Mohammed bin Salman, acusado de ordenar el asesinato del periodista del Washington Post Jamal Khashoggi; y a otros indeseables de la comunidad internacional. Ha desmantelado tratados internacionales de protección al medioambiente, como el Acuerdo de París, y de reducción de armas nucleares con Irán y Rusia. Y en medio de la pandemia, se retiró de la Organización Mundial de la Salud. Ha desmoralizado e insultado a sus aliados estratégicos de Europa y la OTAN y ha hostigado consistentemente a la República Popular China. Estados Unidos y su líder son el hazme reír de la comunidad internacional. ¿Estamos mejor que 4 años atrás?

Trump

La lista de los desaciertos de Donald Trump es interminable. Su narcisismo patológico, sus mentiras diarias, sus fraudes, sus burlas a los discapacitados, sus insultos, su racismo, las numerosas acusaciones de abuso sexual, definen la identidad de este hombre arrogante que alguna vez dijo que es tan poderoso que podía matar a alguien en la concurrida 5ta Avenida de Manhattan sin consecuencia alguna.

Con Trump ha retornado ese temor que sentía en la Argentina de mi juventud. En mi memoria quedaron para siempre los símbolos del aparato represivo de esa nación sudamericana que experimentó los secuestros, la tortura, los campos de concentración clandestino y 30,000 desaparecidos que nunca más volvieron.

Trump logró abrir una Caja de Pandora que hace imposible el retorno a la ecuación política y social anterior. Con Trump se perciben las semillas de la violencia institucional que en una segunda presidencia podría surgir. Siento esos vientos fríos del horror de la Argentina totalitaria de la década militar. Con Trump siento el fin de ese experimento de democracia liberal capitalista que ha durado casi dos siglos y medio.

Por eso, simplemente por eso, voté por Joe Biden.

Autor

  • Nestor M. Fantini, M.A., Ph.D. (ABD), is an Argentine-American journalist, educator, and human rights activist based in California. Since 2018, Fantini has been co-editor of the online magazine HispanicLA.com. Between 2005 and 2015 he was the main coordinator of the Peña Literaria La Luciérnaga. He is the author of ´De mi abuela, soldados y Arminda´ (2015), his stories appear in ´Mirando hacia el sur´ (1997) and he is co-editor of the ´Antología de La Luciérnaga´ (2010). He is currently an adjunct professor of sociology at Rio Hondo College, Whittier, California. As a refugee and former political prisoner who was adopted as a Prisoner of Conscience by Amnesty International, Fantini has dedicated his life to promoting the memory of the victims of state terrorism of the Argentine civil-military dictatorship of the 1970s and is currently coordinator of Amnesty International San Fernando Valley. Fantini graduated from Woodsworth College and the University of Toronto. - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Néstor M. Fantini , M.A., Ph.D. (ABD), es un periodista, educador y activista de derechos humanos argentino-estadounidense que reside en California. Desde 2018, Fantini es coeditor de la revista online HispanicLA.com. Entre 2005 y 2015 fue el coordinador principal de la Peña Literaria La Luciérnaga. Es autor de De mi abuela, soldados y Arminda (2015), sus cuentos aparecen en Mirando hacia el sur (1997) y es coeditor de la Antología de La Luciérnaga (2010). Actualmente es profesor adjunto de sociología, en Rio Hondo College, Whittier, California. Como refugiado y ex prisionero político que fuera adoptado como Prisionero de Conciencia por Amnistía Internacional, Fantini ha dedicado su vida a promover la memoria de las víctimas del terrorismo de estado de la dictadura cívico-militar argentina de la década de 1970 y actualmente es coordinador de Amnesty International San Fernando Valley. Fantini se graduó de Woodsworth College y de la Universidad de Toronto.

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