La eterna e inaceptable discriminación de la mujer estadounidense
"(L)as mujeres en promedio seguimos ganando sólo 84 centavos por cada dólar que gana un hombre, y las mujeres negras y latinas ganan 64 centavos y 55 centavos..."
Marzo y la mujer, un debate postergado
En este espacio hablamos de discriminación y odio. Hemos escrito sobre los afroamericanos, sobre los pueblos originarios, sobre los inmigrantes, hasta sobre el pueblo romaní. Pero era inevitable, en algún momento debíamos hablar del colectivo humano que más discriminación ha sufrido en la historia de la humanidad: las mujeres. Es importante porque representan más o menos la mitad del género humano, y también porque las mujeres han sufrido más opresión que cualquier otro colectivo, más opresión y discriminación que cualquier nación, cualquier pueblo, cualquier etnia, cualquier religión o cualquier clase social.
Y esto viene ocurriendo desde hace entre 7 y 9 mil años, más o menos desde el neolítico. Antes de eso, existió una sociedad más igualitaria, matriarcal. Pero con el descubrimiento de los metales, pasamos de ser nómades a ser sedentarios, de cazadores recolectores a agricultores y pastores. Allí dejamos de movernos y nos asentamos en un lugar. Con la agricultura y la cría de animales, empezamos a tener excedentes, y apareció el intercambio y la especulación. Cuánto de lo mío por cuánto de lo tuyo, un proto-capitalismo (obviamente faltaban milenios para el capitalismo).
Hasta ese momento, tomábamos de la naturaleza sólo lo necesario, pero de golpe surgió la ambición de tener más, y la vida sedentaria ayudó en ese propósito, hasta llegar a hoy, que estamos sepultados en objetos, cosas que, lejos de liberarnos, nos encadenan. Con la ambición de tener más (más cosechas, más crías, y sobre todo más tierras) llegó la guerra como sistema social. Entonces el metal sirvió no sólo para los elementos de labranza, sino también para las armas. Y las monopolizó el hombre.
Desde ese momento, hubo un golpe de mano y de una sociedad matriarcal, pasamos a un patriarcado que es el padre de todos los sistemas políticos y económicos que conocemos, por lo menos en lo que llamamos Occidente. Dejemos por fuera las culturas de los pueblos originarios americanos, algunas culturas africanas y asiáticas, y también de culturas ancestrales como las de los bárbaros, los celtas o los vikingos, pueblos mucho más igualitarios en la relación entre el hombre y la mujer.
Principalmente el capitalismo se puede entender perfectamente desde el patriarcado, con su sistema opresivo y violento de unos seres humanos sobre otros. El hombre humillado en su trabajo llega a su casa y humilla a su mujer y a sus hijos e hijas, reproduciendo (consciente o inconscientemente) el sistema.
En el caso de la sociedad estadounidense, a pesar de los siglos, el crecimiento y las distintas corrientes migratorias, guarda la impronta que trajeron los peregrinos del Mayflower en la primera mitad del siglo XVII: aquella matriz anglosajona y calvinista. Lo que más tarde se llamó el Estados Unidos WASP (White, anglosaxon and protestant). Una base filosófica que, según algunos estudiosos, da una justificación precisa al capitalismo, es decir, la competencia en lugar de la cooperación y el destino de riqueza que Dios quiere para sus elegidos. A eso habría que sumarle una esencia moralista, donde la mujer tiene roles muy determinados. Quizá esto último parezca lejano en las grandes ciudades de California o de la Costa Este, pero en el Medio Oeste y en las sociedades más pequeñas se puede encontrar aún hoy muy nítidamente.
En 1692, en un pequeño pueblito de Massachussets llamado Salem, a 30 kilómetros de Boston, se desató la locura general cuando se acusó a varias niñas de brujería y en total, fueron acusadas 150 personas, de las cuales 20 murieron en la horca y 5 en la cárcel. Si bien la Inquisición fue un invento de la Iglesia Católica, en este caso fueron los pastores y la comunidad en general, quienes se dejaron arrastrar por una superstición que, en el fondo, también escondía intereses económicos y sociales. O bien el objetivo era quedarse con los bienes de los y las acusadas, o bien era una forma de escudo contra algo que no podía tolerarse: los saberes femeninos. En 1950, Arthur Miller creó su colosal obra de teatro “Las brujas de Salem”, como una crítica al macartismo, aquella caza de brujas de un sistema tan cerrado como el del siglo XVII, que veía comunistas por todos lados.
Después de unos años, el Estado de Massachussets tuvo que indemnizar a las familias de las supuestas “brujas”. Pero el sistema colonial siguió siendo impiadoso con las mujeres. Todo se remitía a las “leyes y resoluciones de los derechos de las mujeres” que establecía textualmente: “Es cierto que un hombre y su esposa son una persona, pero hay que entender de qué forma: el nuevo ser de la mujer es su superior, su compañero, su amo”.
Julia Spruill, investigadora de la Universidad de Carolina del Norte y experta en el sistema colonial, escribió: “El control del esposo sobre la persona de la esposa también incluía el derecho a pegarle… pero no tenía derecho a matarla… Además de la posesión absoluta de la propiedad personal de su esposa y derechos vitalicios sobre sus tierras, el esposo se adueñaba de cualquier otra renta que pudiera ser suya. Recibía las retribuciones que ella recibía por su trabajo… Era lógico, pues, que lo ganado conjuntamente por esposo y esposa perteneciera al esposo”.
No era solo una opresión aberrante, sino un sistema cultural que hacía parecer normal aquella aberración. Uno de los periódicos más influyentes de las 13 colonias a principios del siglo XVIII, The Spectator, expresaba la posición del padre de familia: “No hay nada más gratificante a la mente de un hombre que el poder y el dominio… Yo veo a mi familia como una soberanía patriarcal en la que yo soy rey y oficiante”.
Por esa época, un ´bestseller´ llamado Advice to a Daughter decía: “Primero debe establecerse como un concepto básico general que hay desigualdad entre los sexos, y que, para la mejor economía del mundo, a los hombres, que iban a ser los creadores de la ley, se les confirió una mayor porción de racionalidad”.
No hubo “madres fundadoras”
Ya con el país en revolución, pero antes de la declaración de la independencia, Abigail Adams escribió una carta a su esposo John en la que le decía: “En el nuevo código de leyes que supongo será necesario que redactéis… no hay que poner un poder sin límite en manos de los esposos. Recordad que todos los hombres serían tiranos si pudieran. Si no se presta un cuidado y una atención especial a las damas, estamos dispuestas a fomentar una rebelión, y no nos consideraremos obligadas a obedecer las leyes en que no tengamos representada nuestra voz”.
Pues bien, en la Declaración de Independencia no está representada la voz de las mujeres, no hay ni una alusión a ellas. En más, en alusión a la famosa frase de que “todos los hombres son iguales”, Thomas Jefferson se encargó de explicarlo: “Las mujeres americanas son demasiado sabias como para arrugarse la frente con la política”. Y no tuvieron voz ni voto hasta 1920.
Pero en medio, sucedieron cosas. Un 8 de marzo de 1857, las trabajadoras textiles de Nueva York salieron a las calles para reclamar mejores condiciones laborales, una reducción de la jornada laboral que por ese entonces llegaba a 12 y hasta 14 horas, y terminar definitivamente con el trabajo infantil. Muchos años después, el 8 de marzo, pero de 1908, unas 15 mil mujeres obreras volvieron a adueñarse de las calles de Nueva York para exigir mejores condiciones laborales bajo el lema “Pan y Rosas”.
Un año más tarde, las mujeres de la fábrica textil The Triangle Shirtwaist iniciaron una huelga. Luego se les unieron las trabajadoras de otras fábricas y se decretó la huelga general femenina. Las organizadoras preveían unas 3,000 mujeres, pero se declararon en huelga 20 mil, muchas de ellas afroamericanas. La huelga duró todo el invierno, a pesar de la policía, los arrestos, la cárcel, el frío, el hambre… y muchas veces la presión de sus propios maridos para que abandonasen la lucha. Finalmente, las mujeres lograron respuestas a sus reclamos en más de 300 fábricas.
Curiosamente, el 25 de marzo de 1911, un voraz incendio atacó la fábrica The Triangle Shirtwaist, en sus pisos octavo, noveno y décimo. Las escaleras de los bomberos sólo llegaban hasta el séptimo piso. Las leyes obligaban a que las puertas se abrieran para afuera, pero allí se abrían para adentro, y estaban cerradas con llave. En la desesperación, muchas de ellas murieron aplastadas, otras quemadas y otras asfixiadas. Algunas se abrazaban y saltaban por las ventanas. En total, murieron 123 trabajadoras, y gracias a su sacrificio, muchas leyes laborales cambiaron en Estados Unidos… o si existían, se empezaron a hacer respetar.
Ya en 1909, el Partido Socialista de los Estados Unidos, había establecido el último domingo de febrero para conmemorar a la mujer trabajadora. Luego, en 1910, durante un congreso feminista en Copenhague, se estableció que en marzo se conmemorara el Día de la Mujer Trabajadora, pero esto se concretó finalmente en 1917, cuando las mujeres rusas, en el marco de la revolución de febrero (luego vendría la de octubre), exigieron a sus compañeros varones el derecho a voto.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) tardó bastante y recién en 1975 estableció oficialmente el Día Internacional de la Mujer, al que adhiere Estados Unidos, muy lejos del concepto de mujer trabajadora.
Rosas sin panes
“Estados Unidos se une cada año a la conmemoración de la determinación y el liderazgo de las mujeres y niñas, así como sus contribuciones para la construcción de una sociedad pacífica. Apoyar a las mujeres y las niñas no es sólo lo correcto, sino lo inteligente y necesario. Lo hemos visto. Cuantas más mujeres participan en los órganos legislativos, menos probabilidades hay de que los países entren en guerra”, indicó el pasado 8 de marzo de 2024 el Secretario de Estado, Antony Blinken, a través de las redes sociales del Departamento de Estado. Sobre la esencia de la fecha, de las luchas de las mujeres trabajadoras, tanto ayer como hoy, Blinken no dijo nada de nada. Es decir, vamos con las rosas, que el pan te lo debo.
Pan y rosas es una película maravillosa del director británico Ken Loach, del año 2000, que muestra la explotación que existe en Los Ángeles de los trabajadores de limpieza de edificios, la mayoría mujeres inmigrantes y latinas. En la película se refleja la lucha de ellas por mejorar las condiciones laborales y por el derecho a la sindicalización. Se basa en la campaña de la organización Justice for Janitors del sindicato Service Employees International Union (Sindicato Internacional de Empleados de Servicios).
Adrienne Pine es profesora de antropología del Instituto de Estudios Integrales de California (CIIS, siglas en inglés), escritora y activista social. También es coordinadora de la Coalición Internacional para Detener el Genocidio en Palestina y miembro del comité ejecutivo del Consejo Estadounidense por la Paz. Pero, sobre todo, Adrienne es mujer, es una mujer estadounidense que vive en Washington, DC y sufre cotidianamente las consecuencias de ser mujer. En diálogo exclusivo con Hispanic LA, dijo: “Por supuesto que en Estados Unidos hay desigualdad entre el hombre y la mujer, y se siente en todos los ámbitos. En el área laboral, por ejemplo, las mujeres en promedio seguimos ganando sólo 84 centavos por cada dólar que gana un hombre, y las mujeres negras y latinas ganan 64 centavos y 55 centavos, respectivamente”.
Y esto se replica en otros aspectos, según esta activista, “aparte de lo económico, se siente la discriminación de género en todos los ámbitos, por ejemplo, por el hecho de que el labor de cuidados de personas recae principalmente en las mujeres”. “La ausencia de salud pública preventiva y la pésima calidad de la educación pública –continuó Adrienne- aumentan las labores y las dificultades de la mujer, así como la división del trabajo dentro de la casa que sigue siendo principalmente un deber femenino”.
En relación a la vida cotidiana, Adrienne reflexionó: “Más allá de las estadísticas, están los impactos de todos los días, lo agotador que es tener que sonreír para que te tomen en serio, las normas de belleza todavía sofocantes hoy día, mucho peor para mujeres que hombres, los insultos pequeños pero constantes, en Estados Unidos no hay una cultura que valore a las madres, a las cuidadoras”. Y concluyó con una reflexión sobre el Día de la Mujer Trabajadora: “En este país muy pocos conocemos la verdadera historia del Día Internacional de la Mujer. Aquí es un día para regalar flores y decir tonterías sexistas en los medios sociales”.
En el 2020, el canal FX lanzó la miniserie Mrs. America, que recrea la lucha feminista de los años ’70 para lograr la Equal Rights Amendment (ERA por su sigla en inglés, Enmienda de Igualdad de Derechos). Se trata de una enmienda propuesta a la Constitución de los Estados Unidos que garantiza la igualdad de derechos legales para todos los ciudadanos estadounidenses sin importar el sexo. Según el texto de esta enmienda, por constitución se termina con las distinciones legales entre hombres y mujeres en asuntos de divorcio, propiedad y empleo. La primera versión de una ERA fue presentada en el Congreso en 1923 y debido al movimiento feminista, estuvo a punto de ratificarse en los años ’70 y, más recientemente, en 2020. Sin embargo, la Constitución de los Estados Unidos sigue sin garantizar la igualdad entre sus ciudadanos y ciudadanas.
Eso sí, existe una ley conocida como Título IX que estipula que “ninguna persona será excluida de participar, no les negará beneficios ni estarán sometida a la discriminación debido a género con el que se identifica”. Es una ley de 1972, de hace 52 años, pero, sin embargo, no se cristaliza en la realidad concreta de la vida cotidiana. Veamos.
Según el índice global de la brecha de géneros del Foro Económico Mundial, en su última medición de 2023, Estados Unidos tiene una brecha de género del 74.8 por ciento. Significa que, en distintos aspectos de la vida, las mujeres llegan a ese porcentaje en comparación con el 100 por cien de los hombres. Con ese porcentaje Estados Unidos se sitúa en el puesto 43 del ranking mundial de brecha de género, sobre 143 países monitoreados.
El índice de brecha de género mide la magnitud de la brecha entre mujeres y hombres en términos de salud, educación, economía e indicadores políticos. En concreto, el índice analiza la diferencia de género en cuento a salarios, participación y empleo altamente capacitado, acceso a niveles de educación básicos y más elevados, representación en las estructuras de toma de decisiones, y expectativa de vida.
Los tres primeros países son Islandia, Noruega y Finlandia, rondando el 90 por ciento. Entre los latinoamericanos, hay varios países con más equidad salarial que Estados Unidos. Colombia está un lugar mejor que Estados Unidos, número 42, Argentina en el puesto 36 (con un 76 por ciento), Perú en el 34, México en el 33, Chile en el 27, Jamaica en el 24, Costa Rica en el 14. El mejor conceptuado de la región es Nicaragua en el puesto número 7, con un 81 por ciento.
En los últimos puestos de un total de 143 países se encuentran Afganistán, seguido de Pakistán y República Democrática del Congo. En Estados Unidos la brecha de género aumentó en 2023 respecto al 2022 cuando ocupaba el lugar 27 con un 77 por ciento.
Llevando todos estos datos estadísticos a la vida real, hay que decir que, con el actual nivel de desigualdad de género en Estados Unidos, a un dólar ganado por un hombre equivalen 74 centavos ganados por una mujer, por igual trabajo. Veamos un ejemplo concreto.
Según datos del Banco Mundial, el salario medio de Estados Unidos es de unos 25,300 dólares por año. Pero si tomamos como medida ese salario en el caso de un hombre, el 74 por ciento de eso sería unos 18,700 dólares. Es decir, 6,600 dólares menos por el mismo trabajo. Tomemos como media de una vida laboral unos 30 años. La cuenta es desafiante: una mujer gana en su vida 198 mil dólares menos que un hombre que trabajó las mismas horas.
Pero la brecha salarial puede ser aún mayor para las mujeres de minorías raciales y étnicas. Por ejemplo, entre las mujeres que tienen trabajos de tiempo completo, durante todo el año en Estados Unidos, a las mujeres afroamericanas se les suele pagar 64 centavos y a las latinas se les paga solo 55 centavos por cada dólar que se paga a los hombres blancos y no hispanos
En cuanto a la representación femenina parlamentaria, Estados Unidos ocupa el lugar 72 en el ranking mundial.
Una encuesta de The Associated Press, el Centro NORC para Estudios de Asuntos Públicos y el Museo Nacional de Historia de las Mujeres, hecha en el 2023, destaca que 61 por ciento de los hombres estadounidenses cree que se ha avanzado en la igualdad de género, pero solamente el 37 por ciento de las mujeres opinan lo mismo.
Todo podría ser peor
En el año 2015, expertos de la ONU realizaron una visita a Estados Unidos para analizar in situ la situación. Si bien es un informe que tiene casi 9 años, puede ser útil hoy porque los expertos alertaron sobre los discursos misóginos en la campaña electoral que ese año terminó con el triunfo de Donald Trump. En este sentido, esos discursos misóginos y machistas de Trump y su equipo, no sólo no se han moderado, sino que se han exacerbado, con el agravante de que hoy el fenómeno Trump ya no es disruptivo y pareciera más consolidado y masivo en la sociedad que en aquella campaña.
Los expertos añadieron que si bien todas las estadounidenses son víctimas de violaciones de sus derechos; las pobres, las indígenas, las afroamericanas, las hispanas, las migrantes, las que pertenecen a la minoría LGTBI, las discapacitadas y las ancianas, son particularmente vulnerables.
“En la actual campaña electoral algunos candidatos han utilizado estereotipos hostiles sin precedentes contra las mujeres y se percibe un aumento de medidas legislativas restrictivas en muchos estados dirigidas a prevenir el acceso de las mujeres a sus derechos reproductivos”, decía en aquel momento el informe, que agrega: “La extremada polarización política estadounidense afecta la capacidad institucional de garantizar los derechos de las mujeres y de ratificar la Convención Internacional sobre todas las Formas de Discriminación contra la Mujer”.
Otro análisis de esa campaña electoral se basó en el pensamiento y comportamiento de varones votantes de Donald Trump, algo que puede servir en el marco de esta campaña electoral actual. Los resultados son inquietantes:
El 39 por ciento de esos hombres republicanos defiende que en Estados Unidos sí hay igualdad entre el hombre y la mujer, el 46 por ciento dice que hay igual o más mujeres que hombres en lugares de decisión y el 64 por ciento piensa que las mujeres tienen igual o mayor estabilidad económica que los varones. También el 53 por ciento de esos varones votantes de Trump consideran que el sexismo o la violencia contra las mujeres no afecta la igualdad de género, el 30 por ciento piensa que los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres, el 40 por ciento cree que a las mujeres les gusta coquetear con los hombres y el 29 por ciento cree que tocar los genitales de una mujer sin su consentimiento no significa un ataque sexual. Por último, el 65 por ciento dice que no le molestan los comentarios machistas y misóginos de Donald Trump.
Con respecto a este último punto, repasemos el top 10 de las frases más agresivas contra la mujer de Donald Trump, otra vez candidato a presidente para las elecciones generales del próximo 5 de noviembre.
2005: “Cuando eres una estrella, las mujeres te dejan hacerles cualquier cosa. Agarrarlas por el coño. Lo que sea».
Durante campaña presidencial de 2015: «Qué mujer tan asquerosa Hillary Clinton. Si ella no puede satisfacer a su esposo (en alusión al caso Lewinsky), ¿cómo pretende satisfacer a Estados Unidos?”.
En su cuenta de twitter: «De 6,000 acosos sexuales no reportados en las fuerzas armadas, sólo 238 han sido sancionados. ¿Qué esperaban, si mezclaron a los hombres con las mujeres?”.
En una entrevista periodística: “Ya sabes, da igual lo que los medios escriban, mientras tengas junto a ti un trasero joven y bonito”.
«Un hombre tiene claro lo que quiere y hace lo que sea para obtenerlo sin ningún tipo de límites. Las mujeres encuentran que ese poder que tengo es tan excitante como mi dinero».
Sobre la actriz Angelina Jolie: «Salió con tantas personas distintas que hace que yo parezca un principiante. Por eso no me parece atractiva».
En su libro Trump 101: «La belleza y la elegancia, ya sea en una mujer, un edificio o una obra de arte sólo es algo superficial o algo lindo que ver… las mujeres son, en esencia, objetos estéticamente agradables».
Sobre la ex miss universo Alicia Machado, a la que había acosado, y después de que desarrollara un trastorno alimenticio: «Miss Piggy» («Miss Cerdita»).
«Las mujeres en televisión deben usar su ‘sex appeal'».
Mientras yo termino de escribir este artículo y usted lo lee, está concluyendo el 68º período de sesiones anual de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW68), la mayor reunión anual de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, que se celebró este año del 11 al 22 de marzo de 2024 bajo el tema prioritario ”Acelerar el logro de la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres y niñas abordando la pobreza y fortaleciendo las instituciones y la financiación con perspectiva de género”.
Una de las conclusiones es que “el mundo se encuentra en una encrucijada para la igualdad de género. A escala mundial, el 10.3 por ciento de las mujeres viven hoy en la pobreza extrema, y en general son más pobres que los hombres. El avance hacia la erradicación de la pobreza debe ser 26 veces más rápido para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible en 2030. Se necesitarían 360,000 millones de dólares adicionales al año para lograr la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en todos los objetivos mundiales clave, incluido el de acabar con la pobreza y el hambre”.
En 2024, un año decisivo, 2,600 millones de personas acudirán a las urnas en todo el mundo para depositar sus votos. Más o menos la mitad de esas personas son mujeres.
En Estados Unidos, serán casi 250 millones de ciudadanos, de los cuales, unos 130 millones serán mujeres. Tendrán un gran poder para exigir una mayor conciencia e inversión en igualdad de género.
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Este artículo está respaldado en su totalidad o en parte por fondos proporcionados por el Estado de California, administrado por la Biblioteca del Estado de California en asociación con el Departamento de Servicios Sociales de California y la Comisión de California sobre Asuntos Estadounidenses Asiáticos e Isleños del Pacífico como parte del programa Stop the Hate. Para denunciar un incidente de odio o un delito de odio y obtener apoyo, vaya a CA vs Hate.
This article is supported in whole or in part by funding provided by the State of California, administered by the California State Library in partnership with the California Department of Social Services and the California Commission on Asian and Pacific Islander American Affairs as part of the Stop the Hate program. To report a hate incident or hate crime and get support, go to CA vs Hate.