47 regalos

En un mundo donde las estadísticas nos hablan de gastos exorbitantes y deudas navideñas, quizás el verdadero lujo no esté en el valor monetario de lo que damos, sino en el tiempo y el cuidado que invertimos en pensar en el otro

Obsequiar es un verbo que me tomo muy en serio. Soy detallista hasta el tuétano, busco colores, texturas, objetos y curiosidades que se parezcan a la persona a la que le voy a regalar. Le pongo consciencia y corazón. Entonces, la Navidad es para mí como una de esas festividades que se vive desde antes y con todos los sentidos; como un agasajo convertido en un lujo, porque mientras mi corazón vibra, mi bolsillo tiembla.

De acuerdo con los datos de National Retail Federation (NRF, por sus siglas en inglés), en Estados Unidos una persona gasta en promedio de 900 a mil dólares en la temporada de fiestas. Esto significa que una persona gasta el equivalente a una semana de trabajo para demostrar su afecto. Además, aproximadamente el 41% está dispuesto a endeudarse para no parecer tacaño o convertirse en el Grinch.

Pero en Estados Unidos no somos los más gastadores. Nuestros vecinos canadienses ¡derrochan el doble! Los mexicanos nos siguen muy de cerca, ya que también desembolsan un promedio de 950 dólares entre Navidad y el Día de Reyes, según un reporte del consumidor.

Pero ¿cómo nos gastamos esos dólares? El 65% va a regalos para familia, amigos, intercambios y compañeros de trabajo. El 23% se invierte en comida y decoraciones y solo el 12% en viajes.

Contrario a lo que se podría pensar, son los hombres quienes más gastan, no las mujeres (aunque en mi caso, soy la excepción a esta regla). En promedio, ellos desembolsan 1,050 dólares y nosotras 100 menos, porque -dicen- tendemos a buscar más ofertas y hacer que rinda el dinero. Pero el presupuesto también varía con la edad. Las personas que tienen entre 45 y 54 años, con un mayor poder adquisitivo, son las que más consumen en estas fechas, desde los regalos hasta las celebraciones y posadas.

Le siguen de cerca los padres de familia de niños pequeños que utilizan el crédito para consentir a los pequeños. Se calcula que los progenitores de clase media gastan en promedio 276 dólares en regalos para cada uno de sus hijos.

Yo tengo cuates, pero mi lista de obsequios es mucho más larga. En este 2024 ¡compré 47 regalos! Ya están envueltos y debajo de mi arbolito o en la casa de mi madre en México. Tengo la fortuna de que cada año se vayan sumando más a cuentagotas: un bebé, un sobrino adoptivo, una amiga de esas que llegan de manera inesperada, más colegas y hasta un perro. Cada año reviso la lista del año anterior y sumo detalles para esos seres que se han convertido en queridos y también he tenido que tachar algunos nombres por los que se nos adelantaron.

Reconozco que esta costumbre de dar tantos regalos es un privilegio, y soy consciente de que el amor no se mide por el costo de los obsequios. Pero para mí, el envolver mis buenos deseos, dentro de mis posibilidades, es también un acto de amor. Cada regalo es una forma de tejer lazos, de escribir una historia, de mantener viva la conexión con aquellos que valoro, a pesar de la frontera, los duelos, la vida y las distancias.

En un mundo donde las estadísticas nos hablan de gastos exorbitantes y deudas navideñas, quizás el verdadero lujo no esté en el valor monetario de lo que damos, sino en el tiempo y el cuidado que invertimos en pensar en el otro; lo más valioso que alguien puede darte es su tiempo y, si somos afortunados, esos momentos de amor y familia son los que no tienen precio. Y eso no se pone nunca en oferta.

Así que mientras decoramos el árbol de Navidad y desenredamos las luces, podríamos encender también un momento de reflexión: ¿cómo podemos hacer que cada gesto, cada regalo, por pequeño que sea, cuente realmente? Porque al final, lo que perdura no es el obsequio en sí, sino el sentimiento que lo acompaña, el amor que se comparte y el recuerdo de saberse querido.

Autor

  • mujeres latinas empoderadas

    Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística. Es la fundadora de Conecta Arizona, la productora del podcast Cruzando Líneas y la coproductora y copresentadora de Comadres al Aire. Es becaria Senior programa JSK Community Impact de Stanford, The Carter Center, EWA, Fi2W, Listening Post Collective, Poynter y el programa de liderazgo e innovación en periodismo de CUNY, entre otros.

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