Acusación en Georgia: Otro ladrillo en el muro legal que pretende contener a Trump
La investigación de la Fiscal Fani Willis acerca la hora de la verdad para el expresidente
Con la presentación del masivo paquete de acusaciones contra Trump y sus asociados en el estado de Georgia, presentado en la medianoche del lunes por la fiscal de distrito Fani Willis al término de más de dos años de investigaciones, son más de 90 los cargos penales federales y estatales que el expresidente debe defender. Entre todos, constituyen una hoja de ruta del trauma que Trump ha causado a nuestra nación desde que anunció su candidatura en 2015.
Enumeran sus acciones y declaraciones que se resumen en sembrar odio a las instituciones democráticas y a todo lo que pueda impedir su poder absoluto, viniendo de una personalidad narcisista y un carácter inusitadamente cruel.
Contrariamente a lo que dicen él y sus allegados, estas acusaciones no representan un complot político sino un ajuste de cuentas atrasado por su propia conducta.
Incluyen, en Georgia, una conspiración para presionar a funcionarios locales a revertir el resultado de las elecciones, mentir a las legislaturas estatales sobre fraude electoral, acosar ilegalmente a empleados electorales, apropiarse ilegalmente de equipo electoral en varios estados y presionar al entonces vicepresidente Mike Pence y otros funcionarios republicanos para que violen la Constitución.
El fiscal especial Jack Smith ha acusado también a Trump en dos casos federales separados relacionados con el mal manejo de documentos clasificados y los esfuerzos para anular las elecciones de 2020. Además, en un tribunal de Nueva York, se le acusa de que efectuó pagos durante la campaña de 2016 para encubrir un affair con una actriz porno.
La lista no incluye el veredicto de mayo que hizo a Trump responsable de agresión sexual contra una periodista, ni el juicio por fraude fiscal contra la Organización Trump, ambos en el estado de Nueva York.
Este conjunto de delitos es tan abrumador que otros acusados ya hubieran buscado llegar a un acuerdo en vez de ir a juicio.
Sin embargo, Trump se empecina; apuesta a seguir destruyendo la confianza en las instituciones de nuestra democracia, en las fiscalías, los jueces, los periodistas y la economía, para imponer un campo de batalla desolador que culminaría con su regreso al poder, sea por la vía electoral o por cualquier otro medio necesario.
En 2020, votaron por él 74 millones de estadounidenses (contra 81 millones por Biden). Hoy, muchos de ellos creen sinceramente que Trump es víctima de un complot del estado para impedir su reelección. Su lealtad es tal, que la idea de una victoria electoral de Trump en noviembre de 2024 no es descabellada.
Pero un segundo mandato de Trump sería aún más destructivo para Estados Unidos y el mundo que el primero. La próxima campaña electoral podría ser aún más tóxica que las anteriores. Podríamos estar en el preludio de un período violento.
Lamentablemente, la reacción de Trump llevará a que independientemente de los veredictos finales y los resultados de las elecciones, la división nacional se ahondará.
Trump sigue siendo un peligroso demagogo y los votantes deberían rechazar su regreso a la Casa Blanca. Para salvar nuestra democracia, deben unirse demócratas y republicanos moderados, y toda la gente de buena voluntad.