Alina Amozurrutia y la mujer mexicana
Alina Amozurrutia comienza por Macuilxochitzin, una poetisa nahua que nació cerca de 1435, hija del consejero militar de los reyes aztecas durante su período de máximo esplendor. Y sigue, saltando siglos: la Malinche; Sor Juana Inés de la Cruz, y “como punto de llegada a la más joven que ha sobresalido actualmente, Lorena Ocha, golfista”.
A todas las presenta y describe en su libro 101 Mujeres en la Historia de México (Random House Mondadori –México 2008), donde traza una hoja de ruta sobre un mapa de México.
“A medida que iba investigando fueron surgiendo más y más mujeres sobresalientes de las que me daban ganas de contar sus historias”, dice Amozurrutia. “Pero sólo podían ser 101, de manera que muchas debieron quedar fuera y varias decisiones fueron muy difíciles en ese sentido. Mucho tiempo después de haber entregado el libro a la editorial me seguía atormentando ese tema”.
¿Podrías darnos algunos ejemplos de mujeres que no incluiste en tu libro?
“Claro, hay muchas. De la Colonia, la monja Alférez, un personaje maravilloso, casi literario, de una mujer que soñaba con ser hombre y ser espadachín, y como tal vestía y se comportaba, pero era española y estuvo muy poco tiempo en México.
De la Independencia quedaron fuera Ana María Iturbide y Antonia Nava, y un poco posterior la escritora escocesa-española la Marquesa Calderon de la Barca, quien tras su estancia en nuestro país describió la vida del México de aquellos años; de la Reforma, la emperatriz Carlotta; de la Revolución, la Madre Conchita, Juana Gallo, una curandera llamada Teresa Urrea y la “Adelita” que es una figura más bien legendaria y mítica.
También Lupe Marín, la primera esposa de Diego Rivera y musa de aquel tiempo. María Asúnsolo, otra musa. Mariana Frenk, académica y traductora no mexicana pero testigo de nuestra historia que vivió en tres siglos diferentes. La Tita, que fue lideresa del 68. Muchas escritoras, como la también pintora Alice Rahon o la poeta feminista Alaíde Foppa, que era guatemalteca, además de Amparo Dávila, Luisa Josefina Hernández, María Luisa Fernández, Julieta Campos, Esther Seligson, Elena Urrutia, Carmen Boullosa y Margo Glantz.
Actrices como Katy Jurado, María Victoria, Sasha Montenegro, Angélica Aragón, Ofelia Medina, María Elena Velasco (la India María) o la actriz de teatro Margo Su López.
Artistas plásticas: Fanny Rabel, Cordelia Urueta, Maris Bustamante y, más joven, Lorena Wolffer. La arquitecta Estefanía Chávez Barragán, la curadora Silvia Pandolfi, la directora escénica Juliana Faesler, la promotora de arte contemporáneo Zélika García o la artista y promotra de arte mexicano femenino Lucero González.
Las fotógrafas Lourdes Grobet y Paulina Lavista, la cantante de ópera Gilda Cruz Romo, las cantantes populares Amparo Montes, Betsy Pecannins, y más jóvenes, Julieta Venegas, Alicia Villareal y alguna rockera. Las científicas María Luisa Ortega Delgado, Evangelina Villegas y las nacionalizadas Paris Pishmish y Ruth Gall.
La coreógrafa Happee Nellie, la compositora Alicia Urreta, la joven directora de orquesta Alondra de la Parra.
De la política, la primera gobernadora, Griselda Álvarez, del estado de Colima, la actual gobernadora de Zacatecas, Amalia García, Rosario Robles, la también actriz María Rojo, o la primera mujer magistrada, que fue Clementina … La historiadora Alejandra Moreno Toscano. La politóloga y periodista Denisse Dresser, cuya vida, igual que las de las mujeres que reúne en sus libros, es modelo de dignidad y valor.
En fin, también habría querido incluir más mujeres indígenas y más medallistas olímpicas. En algún momento consideré incluir a alguna modelo, como Carmen Campuzano o Elsa Benítez, y a alguna productora de telenovelas, como Patricia Estrada, pues esto también nos refleja.
También consideré incluir a algunas mujeres narcotraficantes como Lola la Chata, Enedina Arellano Félix y Sandra Ávila Beltrán, quienes sin duda son parte de la historia oscura de nuestro país. Pero bueno, al final la selección quedó como quedó. Si el libro se reedita seguramente haré uno que otro cambio”.
Sin embargo, en el texto de Alina son numerosas y de variadas experiencias, multiplicándose sus nombres a medida que las historias son más recientes y contemporáneas.
[Hay allí] “mujeres de todos los ámbitos de nuestra cultura: actrices, artistas plásticas y visuales, cantantes, científicas, coreógrafas y bailarinas, compositoras, fotógrafas, cineastas, escritoras, críticas, teóricas y promotoras de arte, curanderas, pedagogas, científicas, periodistas, feministas y defensoras de derechos humanos, investigadoras, editoras, empresarias, políticas y luchadoras sociales, filósofas, filántropas, historiadoras, profesionistas, chefs, deportistas”.
En las biografías, Amozurrutia describe dos líneas históricas paralelas: la de México, desde la precolombina hasta la actual, y la de la mujer en él. No se detiene en cada personaje más de lo necesario para establecer la identidad, la obra, el contexto, la contribución.
“Al enfrentarme a este universo tan vasto y rico me las vi seriamente con el tiempo y el espacio, y al final tuve que ceñirme y ceder a 101 puntos finales que espero inviten a los lectores a seguir investigando por su cuenta”.
De esta manera las mujeres cuyas vida describe ya son más que individuos: constituyen parte del tejido de la mujer mexicana y la mujer universal. Y el libro, entonces, es más que sus partes de biografías individuales. Es, como describe la autora, “Un espejo de 101 caras para mirarnos como cultura.”
¿Por qué escribir un libro sobre mujeres? Amozurrutia ofrece tres razones:
“Para difundir entre los lectores las historias de todas estas mujeres, tantas anécdotas divertidas, tristes, absurdas, heroicas, muchas de ellas desconocidas para la mayoría de la gente; para situarlas en su momento histórico y tratar de imaginar lo que fue o ha sido para cada una llegar hasta donde lo hizo o lo está haciendo. También para reflexionar sobre la forma en que se ha ido transformando nuestra sociedad y para ver cómo hay muchos espacios que se han ido ganando”.
Y por más que sea un libro de historia, a la vez que histórico, “101 Mujeres…” es un libro contemporáneo, actual.
“Hay una batalla abierta, no ganada aún, en la que esperamos alcanzar un equilibrio, eso que llamamos equidad. Todavía hace falta crear conciencia, muchas injusticias se siguen cometiendo contra la mujer, y también contra los hombres –contra su parte femenina, me refiero-, muchas acciones siguen pendientes y varios terrenos siguen sin conquistarse. Un libro como este espera contribuir a que las mujeres de este país cobremos conciencia de nuestra historia y nuestra fuerza y a que los hombres sean partícipes de esta misma lucha”.
Entonces: ¿qué dice el trabajo sobre México? ¿Cómo nos proyecta la obra como cultura? Y Amozurrutia enumera:
“Nos proyecta como una cultura increíblemente plural y diversa, donde lo mismo cabe una polémica Malinche, una de las primeras indígenas en tener hijos fruto de las dos razas que corren por la sangre de todos los mexicanos, y que tras cinco siglos sigue despertando rencor y respeto, que una figura indiscutible y sobresaliente al nivel de las letras nacionales e internacionales como Sor Juana Inés de la Cruz.
Una Leona Vicario, que entre la conservadora sociedad colonial abrazó la causa de la Independencia y para poder ejercer el oficio de periodista en favor de los insurgentes debió huir con su pequeña imprenta escondida entre los faldones de su vestido, y una Güera Rodríguez, seductora e irreverente, que por los años de la misma contienda fue pintada para el rey Carlos V de España, porque la fama de su belleza había cruzado el océano.
Una caritativa Margarita Maza que nació en un hogar acomodado y cristiano de principios del siglo XX para después enamorarse del hijo de uno de los mozos de su casa, el mismísimo Benito Juárez, veinte años más grande que ella y con quien vería trastocarse toda la vida política y social de su país, y una Concepción Lombardo, inteligente y patriótica primera dama que vivió esos mismos años desde la perspectiva de los conservadores y vio morir a su amado esposo, fusilado junto a Maximiliano; una Ángela Peralta o una Fanny Anitúa que muy jovencitas ya cantaban en los mejores teatros de Europa siendo aplaudidas por duques y reyes, y mujeres recias y combativas como Dolores Jiménez y Muro o Juana Belén Gutiérrez, que pelearon por los derechos indígenas y de las mujeres en la Revolución.
Una pionera incansable de la arqueología en México como Eulalia Guzmán, y una pionera de la canción ranchera, como Lucha Reyes. La primera mujer que logró abrirse paso en el mundo de los biólogos y dedicó su vida a clasificar las cactáceas mexicanas (Helia Bravo) y otras que para conquistar sus espacios se las vieron muy complicado, como Matilde Montoya, la primera mujer en titularse de Medicina, la escritora Josefina Vicens, cuyas novelas más importantes estuvieron narradas en primera persona del masculino o Matilde Landeta, quien llegó a vestirse como hombre para que se le permitiera ser asistente de dirección en el mundo del cine.
Bellezas legendarias como Dolores del Río o María Félix, y figuras apasionadas y trágicas como Tina Modotti o Antonieta Rivas Mercado. Una elegante diplomática y promotora cultural como Amalia González y una humilde María Sabina, curandera milagrosa y entrañable que le dio a nuestro país fama mundial. Una Frida Kahlo de la que todos hemos oído hablar pero si nos asomamos a su vida no deja de sorprendernos y figuras anónimas como Benita Galeana o Adelina Zandejas que fueron precursoras del feminismo en nuestro país”.
“Y más hacia acá, lo mismo una Elena Poniatowska, sensible y crítica, que es pilar de nuestra cultura, y una María Aramburuzavala, notablemente destacada en la vida empresarial. Científicas eminentes como Esther Orozco y Julieta Fierro, y personajes arrabaleros imprescindibles como Chavela Vargas o Paquita la del barrio.
Una Elsa Ávila, que fue la primera mujer latinoamericana en subir el Everest y Consuelo Velázquez, que muchos años antes ya le había dado la vuelta al mundo con una canción, Bésame mucho, la cual compuso anónimamente mientras se hacía pasar por un joven y serio pianista de música clásica en la naciente W.
Mujeres como Josefina Muriel, que se dedicó a hacer la historia de las mujeres en México, y mujeres como Carmelina Ortiz Monasterio, que con su filantropía ha hecho historia con la pobreza y los de capacidades diferentes.
Una Elba Esther Gordillo, quien ha llegado a las cimas del poder en un mundo mayoritariamente masculino, pero sólo para mantener los mismos cánones que como representante de las mujeres y de la educación debería combatir, y una Jesusa Rodríguez que ha parodiado acerca de esto, como de tantos absurdos en la vida política de nuestro país, con tanta irreverencia y mordacidad. Estrellas de la farándula y el cine como Silvia Pinal o Salma Hayek y mujeres brillantes y valientes como Carmen Aristegui y Lydia Cacho. Una Gaby Vargas, que es ícono y ejemplo de la mujer exitosa actual, y una Teresa Margolles, que es controvertida, transgresora y muestra a través del arte lo que los demás callan.
Mujeres jóvenes que destacan por sus precoces triunfos y trayectorias, como la arquitecta Tatiana Bilbao o la golfista Lorena Ochoa, y mujeres jóvenes que tenían grandes batallas por delante y nos las han heredado, como la Comandante Ramona y Digna Ochoa”.
En su conjunto pues, las biografías definen la sociedad mexicana tanto en su carácter general como en sus detalles minuciosos.
“Con mucha tradición plástica y literaria, con mucho folclor, danza, música, una gastronomía insoslayable, una vida académica y científica que podría bullir si se le apoyara más”.
Y no es exenta de figuras controversiales, al punto que Amozurrutia dudó de incluir alguna de ellas, específicamente Elba Esther Gordillo.
“En algún momento dudé y de algún modo ella ocupa en el libro un lugar diferente al de las demás mujeres por ser tan controversial. Ha sido una de las pocas mujeres que supo escalar a las más altas cúpulas políticas de nuestro país y desde ahí ejercer un gran poder. Querámoslo o no, es pieza clave de nuestro presente y el estado de la educación en México no se puede entender sin el papel que ella está jugando”.
Al describir las mujeres, Amozurrutia se abre a la influencia que ejercieron sobre sus contemporáneos, y a través de la maravilla de la labor del historiador, sobre nosotros, los de ahora, escritora y lectores. Por eso preguntamos: ¿quiénes continúan inspirándote?
“Isabel Moctezuma, por el destino que le tocó vivir. Sor Juana, por su valentía de pensamiento, tan adelantado a su tiempo. Matilde Montoya y María Sabina, por brillar en el arte de recibir y curar la vida, respectivamente. Remedios Varo y Leonora Carrington por su mundo imaginario y su capacidad de traerlo a la realidad. Rosario Castellanos, por las historias que hay detrás de su poderosa literatura y porque me recuerda a mi mamá.
Juliana González, porque tuve la fortuna de ser su alumna y constatar su capacidad para despertar con su palabra el misterio y la pasión que encierran los grandes problemas de la filosofía y la ética. Helen Escobedo, porque me encantó descubrir cómo se preguntaba por el espíritu de los árboles o el respiro de la marea nocturna, y de ello, como de muchas cosas más, ha hecho arte de tanta calidad. También porque es una de las creadoras del Espacio Escultórico de CU, que es tan maravilloso. Sabina Berman, por su agudeza y mordacidad. Carmen Aristegui, porque es nuestra mejor y más entrañable cronista cotidiana y Lydia Cacho, porque es una mujer realmente valiosa y valiente con la que se puede compartir la esperanza”.
De la amplitud de la lista, la variedad de sus figuras, la importancia de su protagonismo histórico, parecería natural que la mujer en México, más del 50% de la población, tenga en la misma proporción poder de decisión en los temas importantes del país. Sin embargo, no es así.
“Desde mi perspectiva hace falta madurez social por parte de ambos géneros, en disposición, convicción, formación, para alcanzar la equidad y que la mujer tenga más incidencia en la vida política, pero además, y sobre todo, hacen falta condiciones socio-jurídicas”.
“Mencionaré por ejemplo una que me parece fundamental: actualmente hay muy poco, casi nulo, apoyo legal para que la maternidad-paternidad sea ejercida de una manera equitativa sin merma en las necesidades de los hijos pero tampoco en las de ambos padres, particularmente en términos laborales”.
Para Alina Amozurrutia, la lectura de su libro es como una introducción a otros que han ahondado en el tema de la mujer mexicana y que incluyeron entrevistas con muchas de las protagonistas.
“Afortunadamente por ahí andan los cuatro tomos de Mujeres Mexicanas del siglo XX, la otra revolución, donde Francisco Blanco Figueroa ya logró que numerosas mujeres valiosas hablaran de sus vidas.
“Y también están los dos volúmenes de Denisse Dresser Gritos y susurros, que están en la misma línea; son enormemente inspiradores y los recomiendo mucho a quien se interese en estos temas”.
Pero la selección por ella creada alcanza para describir las características de lo mexicano, “una sociedad con mucha capacidad de crítica y reflexión sobre sí misma, con mucha vida y capacidad de reírse acerca de sí misma, pero política, económica y socialmente llena de abismos y desgarraduras”.