Qué hacer para tener un gobierno menos disfuncional
Fue sin precedentes históricos la destitución del presidente de la Cámara de Representantes Kevin McCarthy por su propio partido Republicano, el 3 de octubre.
Más aún que el resultado fuera decidido por una minoría: los ocho miembros republicanos más extremistas, unidos a la totalidad de la bancada demócrata.
El caos en la bancada continúa. Después que un candidato extremista (Steve Scalise) le ganó por un margen mínimo a un candidato ultra extremista (Jim Jordan), el primero no logró obtener el apoyo suficiente para imponerse en la votación general. Scalise renunció al placer de combatir por una causa perdida. Un nuevo candidato moderado por cuenta propia surgió en las últimas horas. Pero sin apoyo del menos algunos demócratas, no van a ninguna parte. Y para recibir ese apoyo tienen que conceder algo, aunque sea de palabra, aunque sea una promesa velada. Pero no pueden. Han ido demasiado lejos en el camino de la hostilidad y la división.
Una Cámara Baja acéfala por tiempo indeterminado
Esta bancada parece ahora incapaz de elegir un sucesor. Y finalmente, que el mismísimo McCarthy ahora quiere ser reelecto.
Mientras tanto, la Cámara Baja sigue acéfala por tiempo indeterminado y por ello no puede resumir su labor legislativa, pese a los desafíos cruciales que enfrenta la nación.
McCarthy fue expulsado del puesto solo por haber negociado un acuerdo presupuestario con los demócratas y la Casa Blanca. Sus oponentes rechazan todo acuerdo, lo que refleja la actitud imperante en Washington que hace que nuestro gobierno sea disfuncional e incapaz de tomar decisiones.
Esto incluye a ambos partidos, ya que el liderazgo demócrata impuso un voto en bloque contra McCarthy, sin permitir que algunos de sus miembros más moderados lo apoyaran y así evitaran la crisis.
Es evidente que hoy ningún partido puede imponer sus principios e ideología sobre el otro. Que para avanzar en la tarea de gobierno, no hay sustituto a las negociaciones entre partidos, en las que ambas partes deben ceder para llegar a un común acuerdo.
Sin lugar para los acuerdos
La tarea del legislador ha sido siempre representar los intereses y prioridades de sus votantes en la mesa de negociaciones para que estén incluidas en las resoluciones. Desde hace unos 20 años, sin embargo, ambos partidos y especialmente el republicano consideran la política como un campo de batalla de suma cero, donde para ganar el otro debe perder, en donde es imposible que ambos ganen. Según este concepto, las negociaciones sobran.
El resultado es que en lugar de legislar muchos congresistas se dedican al teatro político populista, en donde no tiene importancia el éxito o fracaso de una moción de ley sino el impacto electoral inmediato.
Esto se da porque la diferencia entre los partidos es mínima: 221 a 212, lo que dificulta la formación de coaliciones y requieren votos en bloque.
Una reforma que represente a las minorías
La situación perjudica especialmente a los grupos que están relativamente alejados del poder, como los latinos, ya que los cambios son más y más difíciles de conseguir y las minorías son relegadas a esperar. Al imponerse la unanimidad, grupos legislativos como el hispano pierden importancia.
Una solución que está circulando en los últimos años en ambos partidos es reformar la votación en las primarias permitiendo al votante seleccionar a varios candidatos en orden de preferencia. Si su primera elección no gana, su voto cuenta en favor de su segunda o tercera opción.
De esta manera la negociación será imprescindible para definir los resultados, y el clima de confrontación y hostilidad podría dar lugar a un inicio de comprensión y cooperación en nombre del bien común.