COVID-19: la crisis en ciernes es totalmente evitable
Pese a todos los esfuerzos, a la campaña nacional, a los fondos muchas veces millonarios, a su participación personal y repetida, el presidente Joe Biden no va a cumplir la meta declarada de tener vacunada al 70% de la población adulta para el Cuatro de Julio.
¿Es un fracaso? No realmente. El país avanzó a grandes pasos en cantidad de vacunaciones, por lo que estados y ciudades reanudaron sus actividades comerciales para salvar sus respectivas economías. Lo que sí fracasó fue la declaración, que obviamente la administración consideraba factible al emitirla.
Pero hay que aclarar: el que no cumplió no fue el gobierno, sino aquellos que, entre obstinados, ignorantes y azuzados por líderes y políticos por cuenta propia, no se quieren vacunar. Si hay responsabilidad de nuestros gobernantes, es que no tomaron en cuenta que la oposición iba a ser tan generalizada como lo es.
Es así: más allá de declaraciones, Estados Unidos, con los recursos inmensos a su disposición, no ha podido vacunar a su población en porcentajes que alcancen para garantizar cierta inmunidad contra el COVID-19 a causa de la reticencia.
Son generalmente los mismos que se niegan a usar la máscara. Miles de pasajeros reticentes que lo hicieron retrasaron vuelos, fueron expulsados de centenares de aviones y se les prohíbe volar en las mismas aerolíneas. Pero su número aumenta y son considerados héroes por sus semejantes.
Son indiferentes al peligro mortal que su actitud acarrea, si no para ellos, para los que los circundan, incluyendo a sus seres queridos.
No es casualidad que los rebrotes de contagios crecen más en los estados de menor vacunación, de menor uso de máscara, de mayor oposición de sus gobernadores, alcaldes y diputados.
A la reticencia se agrega la ignorancia y de plano, el rechazo de la realidad.
Y no es que no se hayan buscado soluciones originales, con éxito parcial: rifas con premios de hasta mil dólares en efectivo, tarjetas de regalo de Airbnb, bicicletas, cámaras, para que se vacunen.
Complica la situación aún más el que un alto porcentaje de los primeros respondedores – policías, bomberos, guardias de cárceles y personal de la salud – se niegan a vacunarse. Los porcentajes son altos. Es preocupante porque son personas en continuo contacto con la población. El porcentaje de no vacunados entre ellos es mayor que entre el resto de la población adulta.
La situación es de por sí grave.
Lo que la vuelve crítica es el aumento en la incidencia de la variante Delta del coronavirus, que es más virulenta, contagiosa y mortífera que las anteriores.
Para el asesor médico en jefe de la Casa Blanca, Dr. Anthony Fauci, la variante Delta es la «mayor amenaza» para el intento de la nación de eliminar el Covid-19.
Delta se ha asentado ya en muchos estados, y en virtud de la libertad de movimientos ya garantizada, quizás antes de tiempo, para la población, es casi inevitable que se expanda a todos los lugares del país.
No queda mucho tiempo para redoblar los esfuerzos de vacunación. En bien de la población, debe haber repercusiones punitivas para los obstinados.
Porque de lo contrario, una narrativa de éxito y alivio puede convertirse en un cuadro de más contagios y muertes. Lo peor es que es totalmente evitable.