Cuando el odio es un crimen: antisemitismo, libertad de expresión y lo que dice la ley

“Existe una verdadera confusión sobre la libertad de expresión como un valor cultural y la libertad de expresión como un concepto legal”, dice Will Creeley, director legal de la Fundación para los Derechos Individuales y la Expresión, un grupo de defensa de la libertad de expresión.

¿Hay un límite?

En otras palabras, la libertad de expresión ¿tiene límites? Debemos defenderla incluso cuando incita a la discriminación, el odio, la intolerancia, la violencia? ¿Cuando disemina mentiras?

Para los adalides de MAGA en los medios de comunicación y el Congreso, donde se supone que están aquellos que, por lo menos, piensan, sí. 

Es absoluta, afirman. 

Claro, lo es siempre que se trate de proteger y defender sus propios puntos de vista y de criticar y castigar a quienes abrigan otros diferentes. 

Un ejemplo doloroso y cercano a quien firma es que en los últimos meses, en nombre de la libertad de expresión la retórica antisemita se está normalizando en Estados Unidos. 

Se hicieron conocidas las expresiones del rapero Kanye West groseramente antijudías y pro nazis. Sublevó que la misma semana el expresidente Trump lo invitara a una comida en su mansión en Florida junto con un reconocido activista nazi, Nick Fuentes. 

Las estadísticas e informes de la FBI nos dicen que las expresiones de antisemitismo explotan en Estados Unidos. 

Lo que nos trae a este curioso caso. 

Antisemitismo, sionismo, y Edward Chemerinsky

En la universidad de Berkeley, cuna de la lucha por la libertad de expresión por parte de sus estudiantes en los años 60 y 70 del siglo pasado, tiene lugar un debate interesante… y caliente, para el cual quizás no exista solución o salida. Y está implicado el profesor Edward Chemerinsky, decano de la facultad de Derecho. 

Recientemente, el centro de estudiantes palestinos de la universidad agregó a sus reglamentos una prohibición de que se presentaran ante ellos portavoces sionistas. 

Se pronunciaron a favor del grupo y asimilaron la decisión la Asociación de Estudiantes Musulmanes de Derecho de Berkeley, la Asociación de Estudiantes de Derecho de Oriente Medio y África del Norte, el Colectivo Womxn of Color, la Asociación de Estudiantes de Derecho Estadounidenses de Asia y el Pacífico, el Caucus Queer, el Proyecto de Defensa Comunitaria, las Mujeres de Derecho de Berkeley y los Estudiantes de Derecho de ascendencia africana. Todos ellos se comprometieron a seguir la misma decisión de los Law Students for Justice in Palestine en Berkeley Law.

Chemerinsky, autor de libros sobre la libertad de expresión en general y en particular en los campus universitarios, condenó la decisión. Un grupo de seguimiento del antisemitismo en campus pidió al gobierno federal investigar a la universidad y efectivamente, la Oficina de Derechos Civiles del Departamento de Educación abrió una investigación contra él mismo ante el alegato de que si bien se opuso a la decisión, no hizo lo suficiente para revertirla y prevenir un acto discriminatorio. 

¿Lo es? Los estudiantes palestinos lo niegan. No están contra los judíos, dicen, sino contra el sionismo. No están contra la existencia de los judíos y su identidad, dicen, sino contra una opinión político social, el sionismo. 

Sin embargo, contesta el mismo Chemerinsky, “la prohibición del grupo de estudiantes a que se presenten ante ellos sionistas es discriminatoria porque prohibe a los sionistas – judíos y no judíos que tienen una opinión positiva sobre Israel, lo que incluye a la absoluta mayoría de los judíos – hablar sobre cualquier otro tema a los grupos”. 

Agrego por mi cuenta que esto tiene especial importancia ahora que un gobierno decididamente antidemocrático está tomando el poder en Israel. Aquellos judíos o no, dentro o fuera de Israel, que se oponen a este gobierno, incluso activamente, así como a las políticas discriminatorias contra los árabes en los territorios ocupados o los árabes israelíes, están boicoteados si apoyan la existencia independiente del estado de Israel. Esto excluye de por sí a casi todos los israelíes de cualquier opinión.

Mi experiencia

Pero, digo también, de igual manera es antidemocrático que otro grupo, en este caso el grupo de estudiantes judíos a nivel nacional Hillel, prohiba que se presenten portavoces que niegan al pueblo judío el derecho a la autodeterminación. 

En última instancia y a título personal, exaspera la injusticia de que el antisemitismo no se circunscribe ahora solo a la derecha fascista, sino que personas – hasta personas queridas – de la izquierda latinoamericana aquí en Estados Unidos son parte de este boicot completo de quienes ellos – no uno, ellos – llaman “sionista” sin darse cuenta quizás que lo que están haciendo es condenar el racismo, la injusticia, la discriminación, a menos que sea contra los judíos. O quizás sí se dan cuenta, lo cual es aún más alarmante. 

La demanda contra la facultad de Derecho de Berkeley se basa en el Título VI de la Ley de Derechos Civiles, que dice precisamente lo siguiente: 

“Ninguna persona en los Estados Unidos, por motivos de raza, color u origen nacional, será excluida de la participación, se le negarán los beneficios o será objeto de discriminación en ningún programa o actividad que reciba asistencia financiera federal”.

Para Chemerinsky es una situación semitrágica. “No podré ser invitado a hablar porque apoyo la existencia de Israel, aunque condeno muchas de sus políticas”, dijo Chemerinsky.

Pienso lo mismo. 

Y sin embargo, no estoy de acuerdo con que “el antisionismo es antisemitismo. El sionismo es un componente integral de la identidad judía”, que es la base de la queja

Quizás porque existen diferentes versiones del sionismo. Quien ahora está en el poder en Israel posee la suya, que es mesiánica, religiosa, absolutista, chauvinista y discriminatoria, y niega que quien no lo acepta tal cual sea sionista. Vaya uno a saber: quienes pensamos distinto estamos rechazados por unos y por otros. ¿Tenemos que aceptar a unos o a los otros? 

Los límites de la libertad de expresión, los límites del odio

El discurso del odio (hate speech) está protegido por la Primera Enmienda de la Constitución. 

Específicamente, no hay una excepción de ‘discurso de odio’ a la Primera Enmienda.

Es más: este ni siquiera existe como un término legal. 

La Corte Suprema afirmó en 1969 que el estado no puede “prohibir o proscribir la apología del uso de la fuerza, defensa del uso de la fuerza o de la violación de la ley, excepto cuando dicha defensa esté dirigida a incitar a una acción ilícita inminente o es probable que incite o produzca tal acción”. Desde entonces reafirmó ideas similares. 

Entonces, es ilegal gritar “fuego” en un teatro lleno de gente y causar una estampida. 

Pero sí puedes odiar. 

“El odio en sí mismo no es un crimen y nuestras libertades civiles protegen el derecho a hablar incluso sobre las cosas más terribles”, dice la procuradora general del estado de Michigan, Dana Nessel, una demócrata. “Pero cuando un delito penal se comete contra una persona o propiedad y está motivado por la parcialidad del delincuente contra un grupo en particular, entonces mi Oficina actuará”.

Sin embargo, una de las falacias más indignantes por parte de quienes se están dedicando a demoler la democracia en Estados Unidos es su resguardo detrás del ícono de la libertad de expresión. 

Según estos supuestos paladines, uno tiene derecho a decir lo que quiera, incluyendo expresiones de odio e incluso incitación a la violencia, siempre que inmediatamente aclare que, por ejemplo, ésta se formuló “en chiste”. 

Su obsesión atraviesa los límites del sentido común. Así, han decidido que empresas privadas deben proveer las mismas libertades que instituciones oficiales. Por ejemplo, que un medio de comunicación les debe otorgar igual espacio que la opinión que encuentran abominable. 

No es así: el editor, o director, elige. El lector elige también entre comprar o leer la publicación o no. O boicotearla. 

Musk. Elon Musk

Finalmente en esta charla, tenemos el caso de un tal Elon Musk, el segundo hombre más rico del mundo y hoy dueño de Twitter, quien siguiendo la lógica de la extrema derecha – y que una vez más, es excluyente de quienes se le opongan – se declara absolutista de la libertad de expresión. 

Desde que así lo dispuso y dispersó el personal dedicado a prevenir discurso de odio, este se multiplicó en el medio social. En casi todos los casos, representando las “ideas” de la extrema derecha y contra los que quienes las profesan consideran sus “enemigos”. 

De esa manera, virtualmente amplificó las voces más radicales desplazando las más moderadas. Porque “el discurso de odio y la desinformación tienen el potencial de volverse más virales que los hechos y la verdad,” escribe Jacob Mchangama en Time.

En el Reino Unido, por ejemplo

Para que no pensemos que la única manera de enfocar el problema es como lo ve la Suprema Corte de Estados Unidos – una de las instituciones más conservadoras del mundo – en el Reino Unido sí existe el concepto legal de expresiones de odio. Está prohibido y castigado con cárcel.

Si se dirige a un grupo o persona debido a un aspecto de su identidad, es discurso de odio.

La libertad de expresión debe usarse de manera responsable y puede restringirse cuando se considera «gravemente ofensiva» o fomenta actividades de odio.

En Francia y la Unión Europea

En 2016, el comentarista de TV y candidato presidencial de la extrema derecha francesa Eric Zemmour comparó en un programa a los musulmanes con los jihadistas. Fue condenado por discurso de odio.  En 2018 un tribunal de apelaciones parisino confirmó la condena estableciendo que sus comentarios eran discriminatorios contra los musulmanes. Finalmente, la semana pasada El Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) dictaminó que la condena no violaba su derecho a la libre expresión. Así dijo: «La interferencia con el derecho [de Zemmour] a la libertad de expresión había sido necesaria en una sociedad democrática para proteger los derechos de otros que estaban en juego en el caso».


Este artículo está respaldado en su totalidad o en parte por fondos proporcionados por el Estado de California, administrado por la Biblioteca del Estado de California en asociación con el Departamento de Servicios Sociales de California y la Comisión de California sobre Asuntos Estadounidenses Asiáticos e Isleños del Pacífico como parte del programa Stop the Hate. Para denunciar un incidente de odio o un delito de odio y obtener apoyo, vaya a CA vs Hate.

This resource is supported in whole or in part by funding provided by the State of California, administered by the California State Library in partnership with the California Department of Social Services and the California Commission on Asian and Pacific Islander American Affairs as part of the Stop the Hate program. To report a hate incident or hate crime and get support, go to CA vs Hate.

.

Perfil del autor

Fundador y co-editor de HispanicLA. Editor en jefe del diario La Opinión en Los Ángeles hasta enero de 2021 y su actual Editor Emérito.
Nació en Buenos Aires, Argentina, vivió en Israel y reside en Los Ángeles, California. Es periodista, bloguero, poeta, novelista y cuentista. Fue director editorial de Huffington Post Voces entre 2011 y 2014 y editor de noticias, también para La Opinión. Anteriormente, corresponsal de radio.
--
Founder and co-editor of HispanicLA. Editor-in-chief of the newspaper La Opinión in Los Angeles until January 2021 and Editor Emeritus since then.
Born in Buenos Aires, Argentina, lived in Israel and resides in Los Angeles, California. Journalist, blogger, poet, novelist and short story writer. He was editorial director of Huffington Post Voces between 2011 and 2014 and news editor, also for La Opinión. Previously, he was a radio correspondent.

Botón volver arriba

Descubre más desde HispanicLA: la vida latina desde Los Ángeles

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo