En el Día del Holocausto la judeofobia se expande en EE.UU.
El odio, la mentira, la manipulación, la incitación, son históricamente los prolegómenos de lo que ha venido después; aquí, algunas de las condiciones están dadas
En estos momentos en que se pone el sol, comienza el 27 de Nissan en el calendario hebreo. Este calendario comienza con la creación del mundo según la tradición –no la ciencia– y fue establecido por el rabino Hillel en el año 350.
Comienza también la jornada de Iom Ha-Shoá, el Día del Holocausto, cuando recordamos la exterminación de la comunidad judía en Europa por los alemanes nazis y sus aliados en los países ocupados.
En Israel, las sirenas que suenan la alarma en caso de un ataque sonaron hoy para conmemorarlo. Los conductores detienen sus vehículos, se apean y se paran por dos minutos. Sí, en las carreteras. Los mismo los autobuses, los peatones.
Asesinados
Hace unas cuatro décadas tuve que ir a Alemania, a Hamburgo, para ver a una amiga entrañable. Yo caminaba por las calles elegantísimas, impecables, y miraba las caras de la gente que caminaba a mi lado, preguntándome quién de ellos había participado en la matanza de mi pueblo.
Entre otros, todos los miembros de la familia de mi abuela paterna, que vivían en lo que hoy es Ucrania, fueron asesinados por la bestia nazi. Con ayuda de la población local.
Cada vísperas del sábado, al prender las velas del Shabat, la abuela Ribe se cubría la cara con las manos y lloraba por sus padres y hermanos. Cada semana, hasta su muerte.
Nuestra rama de la familia, que emigró a la Argentina, se salvó. Pero cinco hermanos de mi entonces suegra, todavía niños, lograron huir y se esparcieron por cinco países, pero sus padres y el hermano mayor fueron seleccionados para muerte instantánea en Auschwitz, el mayor campo de exterminio de la historia. Fue en Hungría en 1944, cuando la guerra estaba perdida, que eliminaron a la colectividad judía del país, que hasta entonces se había salvado. Antes de la guerra eran medio millón.
Aquí sabían
Y aquí, en Estados Unidos, se sabía, contrariamente a lo que los gobiernos afirmen.
En un comentario de esta semana en el Wall Street Journal, Gil Troy menciona que ya en 1942, cuando su tío celebró sus trece años de vida en una ceremonia llamada Bar Mitzva, leyó un texto en el que mencionaba que “el enemigo (nazi) ha emprendido la aniquilación total de nuestro pueblo”.
En 1944, cuando las evidencias se hicieron públicas, un clamor público reclamó del presidente Roosevelt una reacción, relata un documento del Museo Memorial del Holocausto de Estados Unidos, “incluidas súplicas para que los aliados bombardearan las vías férreas que transportaban a los judíos al centro de exterminio de Auschwitz-Birkenau, sus cámaras de gas o todo el campo”.
El entonces Departamento de Guerra se negó. Los aviones bombardearon sin embargo las fábricas cercanas. Detener la hecatombe no era importante en el contexto bélico. No había aviones disponibles.
Pasaron ochenta años, pero el sentimiento que posibilitó aquella orgía de odio y muerte nuevamente germina y crece. En todo el mundo y aquí.
Como escribí hace poco en Hispanic LA en La serpiente antisemita levanta su fea cabeza, “los ataques contra judíos… son más violentos y más aceptados”.
Modos de la judeofobia
Tiene muchas aristas. Hay quienes niegan la existencia del Holocausto, pretendiendo que fue otra mentira judía. Pero son los mismos que lamentan que “Hitler no haya terminado el trabajo”. Hay quienes dicen – y algunos son amigos queridos – que el represivo trato de Israel a los palestinos equivale al Holocausto. No es cierto. Sí es un ejército de ocupación, grave violador de derechos humanos. Como otros ejércitos de ocupación. Lo digo como quien en Israel ha sido disidente político.
Otros se remontan al pasado lejano. Desde la acusación por la muerte de Jesucristo hasta la de envenenar los pozos durante la peste negra de la Edad Media.
Incluso se retuercen si uno llama el sentimiento que a ellos encoleriza y ahoga “antisemitismo”, notando con justicia que también los árabes son semitas. Y muchos otros. El término “semita” ha quedado en desuso, es pseudocientífico y engañoso. Pero el término “antisemita” es muy claro y todo el mundo sabe que es el odio contra los judíos. Pero está bien llamarlo “judeofobia”.
Recuerda Samuel Schmidt en una reciente columna alusiva su primer encuentro con la judeofobia. Fue en la preparatoria, en México: “Un alumno creyó que era divertido manejar la noción de que se hacía jabón con la grasa de judíos”.
Optimismo, pesimismo
Una voz interna, el grillito optimista que llevamos encima, me dice “sí, pero eso fue hace mucho tiempo». Me digo: “Alemania es hoy distinta. Hay democracia. Estados Unidos es el país más democrático del mundo. Aquí no puede pasar eso”.
Eso no, pero quizás algo parecido, me dice el grillito pesimista.
La cadena ABC informa que “Los incidentes antisemitas en Estados Unidos alcanzaron su nivel más alto el año pasado desde que la Liga Antidifamación (ADL), una organización no gubernamental de derechos civiles, comenzó a registrarlos en 1979”.
El reporte «descubrió que la cantidad de incidentes antisemitas en EE.UU. aumentó en más del 35 % el año pasado, de 2721 en 2021 a 3697 en 2022. La propaganda antisemita y supremacista blanca en EE. UU. también alcanzó nuevos niveles»..
El radicalismo político ha ganado popularidad en la corriente principal de la política estadounidense. Es parte de la división, honda y furiosa, que nos aqueja en estos momentos. Y su solución debe también ser parte de la solución general.
Es popular y aceptado en esos círculos el antisemitismo de grandes artistas como y de atletas de alto nivel como Kanye West o Kyrie Irving. Aunque vengan de afroamericanos.
Entre los políticos
Es también cierto que parcialmente la judeofobia persiste en la izquierda. Sé de activistas salvadoreños o mexicanos, con pasado militante pero que viven aquí, no solo por su posición respecto al conflicto en Medio Oriente.
Está en los nacionalistas afroamericanos y en los extremistas islámicos. En la congresista Ilhan Omar y sus declaraciones en 2019 de las que, al menos, se disculpó “inequívocamente”. Pero en su gran mayoría los vientos antisemitas vienen del mismo lugar de donde vienen los vientos antidemocráticos, los de la violencia, el racismo, el ataque a la democracia. De los supremacistas blancos. Del ala MAGA del partido Republicano.
Han hecho declaraciones antijudías los congresistas Marjorie Taylor Greene y Paul Gosar, Tom Emmer y el mismo Kevin McCarthy, hoy presidente de la Cámara Baja.
Eso sí: cuando se les reprocha, desvían e ignoran o rechazan las acusaciones, en lugar de reconocerlas y enmendarse. Es que para su “base” política esas son verdades incontestables.
En diciembre pasado el expresidente Donald Trump invitó a cenar al líder del poder blanco y antisemita Nicholas Fuentes y a West, después de la publicación de declaraciones judeófobas por parte de este último. El mismo Trump y sus amigos atizan el fuego repitiendo que Soros está detrás de todas las maldades. Eso – que los judíos están detrás de las bambalinas – es otro principio de la judeofobia. Ultimamente se le agregó la acusación de que este millonario húngaro, sobreviviente del Holocausto y financiero de causas liberales, educación anticomunista y pro democracia, está detrás del actual juicio a Trump en Nueva York.
Una ideología central
La judeofobia «es una ideología central en los movimientos nacionalistas blancos”. Esto se puso de manifiesto en la marcha ‘Unite the Right’ de Charlottesville en 2017, donde conocimos el lema “los judíos no nos reemplazarán”.
Se refiere a ese supuesto complot judío, de traer inmigrantes y refugiados no blancos para destruir al país. Eso es lo que motivó a la persona que asesinó a once judíos en una sinagoga en Pittsburgh en 2018.
Entonces, la judeofobia está en amplias capas de la población estadounidense, pero se desarrolla, se instrumenta y cobra carácter de amenaza nacional en manos de los nacionalistas blancos.
Derek Black, un nacionalista blanco que cambió de opinión y conoce muy bien estas organizaciones semi militares, dijo: “Sí, el antisemitismo es la fibra del nacionalismo blanco, es la ideología que, en muchos sentidos, está absolutamente en el centro y motiva toda su organización”…
“Los nacionalistas blancos creen que todos sus problemas con la sociedad son creados por una conspiración organizada de judíos que están motivando y promoviendo leyes de inmigración, leyes de derechos civiles…”
Para ellos son parte de la conspiración judía el nuevo orden mundial, o la que pretende socavar sus derechos de la Segunda Enmienda a portar armas de fuego, o alguna maquinación atroz detrás de la defensa del derecho al aborto.
Es un movimiento popular
No tiene caso negar que los portadores del odio fascista son parte del pueblo. Que el nazismo alemán fue un movimiento popular, apoyado por millones de trabajadores frustrados que creyeron encontrar en los objetos de su odio la raíz de sus problemas.
El odio, la mentira, la manipulación, la incitación, son los prolegómenos de lo que históricamente, repetidamente, ha venido después. Aquí, algunas de las condiciones están dadas.
Hoy, en el Día del Holocausto, rindo homenaje a mi familia torturada y asesinada por los nazis, hombres, mujeres y niños, solo por el hecho de ser judíos. Para ello vuelvo a leer partes de la enorme obra de William Shirer, El Tercer Reich: Ascenso y caída. La última parte, donde el nazismo es vencido. Pero a qué precio. Nunca más.
Este artículo fue apoyado en su totalidad, o en parte, por fondos proporcionados por el Estado de California y administrados por la Biblioteca del Estado de California.