Esto es una guerra… y algunos parecen no entenderlo

Todos los recursos de la nación deben ser orientados a un plan central que garantice la neutralización de este virus que representa una amenaza existencial

Algunos no han tenido experiencias críticas en sus vidas más allá de la ansiedad del tiroteo o la invasión extraterrestre de sus videojuegos. Y tal vez sea esa vida sin sobresaltos lo que los lleva a no comprender la dimensión de la crisis existencial que confrontamos.

No entienden

No me refiero a los trabajadores esenciales o los que excepcionalmente deben salir de sus casas. Pero a los otros: los que andan por ahí despreocupados, los lunáticos que hablan de conspiraciones, los religiosos que se rinden a una retorcida voluntad celestial, los que se resisten a las cuarentenas. Esos pusilánimes, ¿qué parte de la crisis del coronavirus no entienden? Porque es evidente que por más que la Organización Mundial de la Salud la defina como una pandemia y los modelos de expansión muestren su progresión geométrica, no entienden o no quieren entender y siguen interactuando como si nada.

Gravedad de la situación

Ya no cabe duda de que lo que se está experimentando en más de 140 países y ha infectado a 200,000 personas es por lo menos equivalente a la Gripe Española de 1918 que mató a 40 millones, incluyendo a 700,000 estadounidenses.

Algunos modelos epidemiológicos muestran la posibilidad de que la pandemia del Coronavirus pueda durar hasta julio o agosto y causar entre 200 y 300 mil muertes en Estados Unidos, y más de un millón si no se reacciona a tiempo y con las medidas apropiadas.

Respuesta tardía y desorganizada

Vivimos en el corazón del capitalismo mundial en donde la salud no es una prioridad. Como nos recordó Bernie Sanders en la campaña presidencial, no es casualidad que todos los años alrededor de 45,000 personas mueren por no tener un plan de salud y tenemos el índice de mortalidad infantil más alto de los países industrializados. Y esa, evidentemente, es la explicación de por qué la respuesta a la crisis de salud es bien desorganizada.

Donald Trump finalmente aceptó la realidad, que había tratado de negar o relativizar durante semanas, después de que en el Mercado de Valores el Dow Jones perdiera 3000 puntos y los números de contagios y muertes comenzaran a ilustrar la gravedad de la situación. Y aunque se está prometiendo un paquete de asistencia económica de un trillón de dólares para ayudar a los que más serán afectados por la inevitable recesión económica, lamentablemente el gobierno federal sigue recomendando y no ordenando medidas que muchos ignoran completamente.

Las diferencias con otros países son claras. En China, donde la tormenta parece haber disminuido, la respuesta a la crisis fue tajante. Se ordenó la cuarentena obligatoria de ciudades enteras con millones de personas y. en pocos días, con el ejército, se construyeron hospitales de campaña.

Aquí, después de las recomendaciones del gobierno federal, cada estado hace lo que quiere. Algunos como Nueva York están en la vanguardia del combate al virus. Otros, parece que no se enteraron lo que está pasando.

La reacción de la gente

Y la gente, sin dirección clara, actúa erráticamente. Algunos reaccionan histéricamente y buscan acopiar alimentos y hasta armas para el apocalipsis que predicen, mientras otros van a la playa a disfrutar de una anticipada “Spring Break”.

Evidentemente la respuesta razonable está en el medio. Hay que tener reservas alimenticias, agua y equipo de emergencia por lo menos para dos semanas como siempre se recomienda para casos de desastres naturales, pero no vaciar los estantes y muchos menos la ridiculez de acaparar papel higiénico.

Pero aún más grave son los que andan como si estuviéramos de vacaciones, disfrutando de la vida e involuntariamente contagiando. ¿No se han educado sobre las formas de transmisión del virus? Días atrás, la canciller alemana Angela Merkel nos recordó que hasta 70% de la población puede llegar a infectarse. Eso implica que los jóvenes también contraen el virus. Aunque la tasa de mortalidad para ellos sea bien baja, eso no significa que no sean portadores. Y si son asintomáticos, y no saben que están enfermos, están contagiando a todos los que tienen alrededor. Eso es exactamente lo que está ocurriendo con estos irresponsables que optan por salir como si nada estuviera ocurriendo y amenazan a sus amigos, parientes y a toda la comunidad.

Dada las proyecciones actuales y la tardía reacción de la Administración Trump es inevitable que el panorama empeore en las próximas semanas. No se puede descartar que el incremento dramático en los contagios y las muertes lleve al cierre de ciudades enteras.

La situación es equivalente a un estado de guerra. Todos los recursos de la nación deben ser orientados a un plan central que garantice la neutralización de este virus que representa una amenaza existencial.

Autor

  • Nestor M. Fantini, M.A., Ph.D. (ABD), is an Argentine-American journalist, educator, and human rights activist based in California. Since 2018, Fantini has been co-editor of the online magazine HispanicLA.com. Between 2005 and 2015 he was the main coordinator of the Peña Literaria La Luciérnaga. He is the author of ´De mi abuela, soldados y Arminda´ (2015), his stories appear in ´Mirando hacia el sur´ (1997) and he is co-editor of the ´Antología de La Luciérnaga´ (2010). He is currently an adjunct professor of sociology at Rio Hondo College, Whittier, California. As a refugee and former political prisoner who was adopted as a Prisoner of Conscience by Amnesty International, Fantini has dedicated his life to promoting the memory of the victims of state terrorism of the Argentine civil-military dictatorship of the 1970s and is currently coordinator of Amnesty International San Fernando Valley. Fantini graduated from Woodsworth College and the University of Toronto. - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Néstor M. Fantini , M.A., Ph.D. (ABD), es un periodista, educador y activista de derechos humanos argentino-estadounidense que reside en California. Desde 2018, Fantini es coeditor de la revista online HispanicLA.com. Entre 2005 y 2015 fue el coordinador principal de la Peña Literaria La Luciérnaga. Es autor de De mi abuela, soldados y Arminda (2015), sus cuentos aparecen en Mirando hacia el sur (1997) y es coeditor de la Antología de La Luciérnaga (2010). Actualmente es profesor adjunto de sociología, en Rio Hondo College, Whittier, California. Como refugiado y ex prisionero político que fuera adoptado como Prisionero de Conciencia por Amnistía Internacional, Fantini ha dedicado su vida a promover la memoria de las víctimas del terrorismo de estado de la dictadura cívico-militar argentina de la década de 1970 y actualmente es coordinador de Amnesty International San Fernando Valley. Fantini se graduó de Woodsworth College y de la Universidad de Toronto.

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