Gaza: ¿La nueva Riviera del Medio Oriente?

Estamos viviendo tiempos brutales, y cada día nos sorprendemos y escandalizamos por una nueva declaración. La última barbaridad del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, fue sobre su intención de robarse la Franja de Gaza. Así de simple.

“Estados Unidos se encargará de la reconstrucción, pero los gazatíes no podrán volver”, dijo Trump en la mismísima Casa Blanca y en conferencia de prensa compartida con Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel.

Netanyahu, acusado por las Naciones Unidas (ONU) y por el Tribunal Penal Internacional de La Haya por genocidio contra el pueblo palestino, se limitó a justificar lo que acababa de decir Trump: “Su disposición a pensar fuera de los parámetros establecidos con ideas frescas nos ayudará a lograr todos estos objetivos”.

Recordemos que en poco más de un año, Israel asesinó a más de 50 mil personas en Gaza, la inmensa mayoría civiles, muchas de ellas mujeres, niños y ancianos, como respuesta al ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre de 2023.

Ese genocidio del que habla la ONU ahora podría derivar en deportaciones masivas, con la intervención de Estados Unidos. Esto se llama lisa y llanamente: limpieza étnica, otro de los modos del genocidio.

Y no es nuevo, lo hicieron los turcos con más de un millón y medio de personas durante el Genocidio Armenio (1915-1923), lo hizo Hitler con el pueblo judío en la Shoá, se vio en Camboya (1975) y en la ex Yugoslavia (década de 1990). Pero siempre se usaron eufemismos o directamente mentiras: desde la seguridad nacional, demonizando a la víctima, hasta la necesidad del famoso “espacio vital” que reclamaban los nazis para el pueblo alemán..

Ahora, lo nuevo es que el genocida ni siquiera busca excusas en la geopolítica, sino que lo dice abiertamente: vamos a hacer una limpieza étnica con el único objetivo de robarnos esta tierra y hacer negocios millonarios en desarrollos inmobiliarios.

Nueva «Riviera del Medio Oriente»

Gaza tiene unos 40 kilómetros de costa sobre el Mar Mediterráneo. Es poco, pero apetecible para los glotones, porque son playas potencialmente hermosas, como las que tiene Israel a lo largo de 275 kilómetros o El Líbano en sus 225 kilómetros.

Donald Trump dijo con total soltura: “La Riviera del Medio Oriente… Esto podría ser tan magnífico”. Y mientras se frotaba las manos, explicó: “Gaza es un sitio en demolición. Será nuestra responsabilidad desmantelar todas las bombas sin explotar, nivelar el terreno, deshacernos de los edificios destruidos y allanar la zona para impulsar un desarrollo económico que genere empleos y viviendas”.

Pero hete aquí que hay una variable llamada gente, seres humanos, porque en Gaza viven todavía sus legítimos dueños, más de dos millones de personas que se apiñan en poco más de 350 kilómetros cuadrados, pero que aman su tierra, como cualquier pueblo del mundo.

Sobre este punto, Trump dijo sin sonrojarse: “Todos deberían irse. Probablemente un millón setecientas mil personas, quizá un millón ochocientas mil. Pero creo que todos los palestinos deberían irse. Serían reasentados donde puedan tener una vida hermosa, en algún otro país árabe, podría ser en Egipto o en Jordania”.

Ambos países rechazaron de plano esa posibilidad de recibir refugiados palestinos, como el resto de los países árabes y la misma ONU.

Hay que recordar que ya existen más de 6 millones de refugiados palestinos, son los descendientes de aquellos habitantes originarios de la Palestina histórica, que fueron desalojados por las milicias sionistas, algunas de las cuales luego conformaron el Estado de Israel en 1948. La mayoría de esos 6 millones de refugiados palestinos viven hoy en Egipto, Jordania y El Líbano, y muchos de ellos conservan las llaves de las casas de sus padres y abuelos.

Ellos se tuvieron que ir porque aquellas milicias encararon una verdadera limpieza étnica (ver Limpieza étnica en Palestina del historiador israelí Ilan Pappé). Ahora, ese método genocida es desempolvado por Trump y lanza la amenaza abiertamente: “¿Por qué querrían los palestinos regresar? Ese lugar ha sido un infierno, es muy peligroso y no pueden vivir allí. No creo que la gente deba regresar a Gaza”.

En esa amenaza subyace un metamensaje: ese lugar es un infierno para los palestinos porque Israel (con la inestimable ayuda de Estados Unidos) lo convirtió en un infierno. Y si sus legítimos dueños se empecinan en vivir ahí, seguirá siendo un infierno. Pero si se van para siempre, ese lugar puede ser un paraíso, por supuesto, para otras personas y otros pueblos, principalmente israelíes, europeos y estadounidenses.

Y Donald Trump con sus amigos harán los negocios necesarios, recordemos que la carrera empresarial del actualpresidente de Estados Unidos fueron justamente los negocios inmobiliarios que empezaron en Nueva York y luego se extendieron por su país y el exterior.

Ahora lo dice directamente: “Nos haremos cargo a perpetuidad de la Franja de Gaza, y si es necesario, mandaré a las Fuerzas Armadas de Estados Unidos”. Ante esas palabras, el genocida Netanyahu aplaudía y solo atinaba a decir: “Esto puede cambiar la historia”.

Tregua en peligro

El verdadero dueño del negocio es Trump y eso queda claro en la precariedad política en que dejó a Netanyahu, al poner en riesgo el cese del fuego. Con la amenaza de una limpieza étnica para robarse Gaza, los palestinos pusieron en duda la tregua, y la liberación de rehenes en manos de Hamás también entró en discusión. Eso no hace otra cosa que enardecer a los familiares de los rehenes y a buena parte del pueblo israelí, que desconfía cada vez más de su propio gobierno.

Por un lado, porque ese pueblo sabe que Netanyahu, incluso con un genocidio de por medio, no fue capaz de lograr ninguno de sus objetivos declarados: ni liberó a todos los rehenes, ni destruyó a Hamás, y ni siquiera lo sacó del poder en Gaza, que era lo que pregonaba. Pero el pueblo israelí también sabe que Netanyahu tampoco puede conseguir los objetivos no declarados: exterminar totalmente al pueblo palestino y volver a ocupar esa tierra con colonias, tan ilegales como las que Israel mantiene en Cisjordania. Entonces, lo que queda al descubierto es que los crímenes de guerra del gobierno de Netanyahu, también ponen en peligro a su propio pueblo.

La tregua tambaleó, pero por ahora sobrevivió. Ahora bien, ¿tiene futuro? Y, sobre todo, ¿cuál debería ser el siguiente paso para que esto no sea un intervalo entre una matanza y otra?

Debería abordarse seriamente las causas más profundas del conflicto, que incluyen la ocupación colonial y el bloqueo. Abordar el tema en su totalidad, que Israel vuelva a sus fronteras de 1967 como exige la ONU, que desocupe sus colonias ilegales en territorio cisjordano, que ponga fin a su ocupación militar y a su régimen de Apartheid, que garantice el derecho al retorno de los refugiados, y que se decida a compartir Jerusalén, cuya parte oriental deberá ser la futura capital del Estado de Palestina.

Si no ocurre esto, esta será solo una tregua, un descanso entre un genocidio y otro.

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Mariano Saravia

Mariano Saravia es magister en Relaciones Internacionales, escritor, periodista, docente universitario, conferencista y narrador oral. Sus especialidades son la política internacional, el periodismo histórico y los derechos humanos. Divide sus tareas periodísticas entre televisión, radio y gráfica. Sus artículos y ensayos han sido publicados en Argentina y el exterior. Tiene una maestría en Relaciones Internacionales y licenciado en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Córdoba. También realizó estudios en Italia, Alemania, Irlanda, Reino Unido, País Vasco, Polonia, Israel, Canadá, Estados Unidos y Brasil. Fue profesor titular de la materia Política Internacional de las carreras de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de Córdoba. También fue profesor invitado de la Universidad de Wisconsin-Green Bay, del Boston College, de Estados Unidos, de la Universidad Nacional de Río Cuarto, la Universidad Nacional de Villa María y Universidad Católica de Córdoba Tiene 14 libros editados, algunos han sido traducidos al inglés, francés, portugués, danés y vietnamita. Varios están editados en formato e-book. Uno de ellos, La sombra azul, fue llevado al cine con el mismo nombre. En los últimos años crea y presenta espectáculos en los que intercala sus narraciones con la música de grandes artistas. Organiza viajes históricos, políticos y culturales por países de América del Sur, bajo la premisa del anti turismo y de que el viajero es la antítesis del turista. Además, recorre la provincia de Córdoba y Argentina dictando conferencias sobre temas históricos, políticos y de derechos humanos. Ha asesorado al ex presidente boliviano Evo Morales en el conflicto con Chile por la salida soberana al Océano Pacífico que perdió Bolivia en la Guerra del Pacífico (1879-1884).
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