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La cajita de chinches, un cuento de Liza Rosas Bustos

Linda es la pareja. Sarah, recepcionista norteamericana de piernas largas  y pelo castaño, oriunda de Ohio, residente de Sunnyside sale con Pedro, un mexirriqueño aspirante a actor que renta un estudio en Flatbush.  Llevan diez años de novios. Durante los ocho años que se van turnando en donde pasar la noche. Sarah siempre sale perdiendo porque le toma dos horas adicionales de trayecto llegar a su trabajo de Queens.

Ocho años hace que la gringa le lleva pidiendo que se muden a vivir juntos. Siete años que Pedro le dice a Sarah que ya se muda a su casa, que uno de estos días lo va a hacer, en lo que lo seleccionen en alguna audición para ganar un sueldo de actor y buscar depa de dos cuartos.

Un día, Sarah simplemente se aburre. No, no termina con él. No, no lo increpa ni o humilla. No lo extorsiona sexualmente.

Simplemente se consigue una cajita repleta de chinches que, oh descuido, bota en la cama de Pedro un día mientras éste toma una ducha antes de irse a trabajar de banquetero. Pasan tres días y despierta Pedro picado y averiado por los chupasangre tras lo cual llama al trabajo reportándose enfermo. Está desesperado. Necesita un lugar de emergencia para pasar la noche porque su departamento está infestado de chinches.

Así han pasado cuatro años más. Pedro casi vive con Sara porque a pesar de las fumigaciones mensuales, el estudio de Pedro se llena de chinches. Sarah finalmente vive, como quería, con Pedro.

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