Poesía de los días malditos: 24 horas de coronavirus
Antes de despertar, cinco y media de la mañana
La noche se hace perpetua aunque no la quise nunca
y en la oscuridad no vea más días que los que han pasado
me arropa como nadie
me ahoga como un niño
entonces estiro el dedo fuera del agua para que me rescaten
mientras sangre y arena coloquio de celadores presas del virus oscuridad no oye más
El primer ruido, cinco y media de la mañana
Hago de muñeco de trapo
brazos en cruz
la boca contra sábanas vegetales
la grama nueva se pierde en el horizonte
entonces me llaman para que los alimente
suavemente primero bestiales después
el aire estancado la puerta cerrada nadie entra nadie sale
no abro los ojos
es un día ignoto desconsolado interminable
Al levantarse, cinco cuarenta y cinco de la mañana
Me siento, encorvado harapo y distinto
es el viento detenido en los árboles que abandoné a su suerte
los obreros que esperan al vecino por su paga
no cuidan las distancias ni se cubren ni se callan
y es también el pájaro que sobró de la noche
ya nada le asusta ni huye ni vuela ni acepta que lo compre
solo el espíritu de tu abandono
revolotea sobre la faz de la tierra
Al salir fuera del cuarto, seis y treinta de la mañana
Parecería que lo soñamos juntos, en un punto intermedio
él y yo
(afuera no se puede salir)
parecería que regresamos vivos pero no me engaño
(afuera es signo de debilidad)
robo distancias como si el virus no existiese
(afuera es donde te buscan las esporas malditas)
y a través del espejo vuelvo medio siglo a mi tanque oruga
(afuera hay un camino que no me pertenece)
levanto otra vez mi cabeza de escarabajo del desierto
Al salir afuera de la casa, once de la mañana
Abre la puerta y el piso se derrumba en el precipicio ve las raíces desnudas
la tierra mojada le moja la cara y desciende los años se van achicando
salió sin máscara ni desinfectante de manos ni guantes desechables
ni las buenas costumbres que le heredó su madre
mucho antes de que decretaran que este
es el fin del mundo
Al almorzar, cuatro de la tarde
Ya no hay huellas en el piso porque no lo pisamos
comemos en silencio porque qué más nos queda
los mismos alimentos que mañana
y mis dedos ya no recorren el teclado
y mi boca no termina de vaciarse
pienso, en la soledad de mi almuerzo
no soy suficiente para tí
me queda solamente tragar otra vez
lo mismo
más allá del hartazgo
para acordarme de que estoy vivo y que aún recuerdo
Al trabajar, todo el día
Primero:
computadora maldita
segundo:
duerme, duerme negrito, trabajando sí, trabajando sí, trabajando duramente y todo eso
tercero:
recuerdo cuando era periodista; ahora estoy en el pelotón de fusilamiento
quinto:
los papeles que cubrieron el escritorio ya invadieron mi cama de campaña
los estantes.
Al hacer algo con un ser amado
Sonreímos para mitigar la nostalgia de vernos sin máscara
despedirnos después de un encuentro plástico lejano y violento
con el resto que nos queda nos empujamos al abismo
greñudos rockeros fatigados de tanta disonancia y ruido amargo
nueva especie creamos una nueva especie de refugiados con casa
somos los parias
excluidos del goce por maldición
y la lluvia se aleja
Al hacer algo lindo
Desde el teléfono entre vapores sarracenos hilos de cristal
canta Nina Simone (ronca eterna mi rabina) a mi manera
las lágrimas ceden dice pero entonces por qué lloro
debería estar satisfecho
de que el tiempo se estira para poder
amarte
Al recibir la noche
Una mirada tierna le sigue por las calles