Retórica incendiaria y armas: un cóctel con mortales consecuencias
El atentado contra Donald Trump el pasado sábado es un triste recordatorio del papel que ha jugado y sigue jugando la violencia en la historia política de Estados Unidos, que en años recientes se ha manifestado de diversas formas, desde masacres contra minorías en ataques domésticos, al violento asalto al Capitolio federal el 6 de enero de 2021 por seguidores de Trump.
La agenda extremista
Y aunque hay llamados de ambos bandos políticos a bajar la intensidad de los ataques y Trump ha llegado a decir que quiere “unir” a la nación, la realidad es que las posturas ideológicas seguirán siendo las mismas y las propuestas extremistas del Partido Republicano no cesarán por el atentado. En todo caso se intensificarán.
Aunque se supone que un incidente de este tipo lleve a las personas y al país a la introspección, a replantearse prioridades y a calibrar el mensaje, en el caso de Trump y de sus seguidores el efecto ha sido todo lo contrario: culpar a Biden y a los demócratas por el atentado, sentirse envalentonados e impulsar su agenda extremista como una locomotora. Trump ha utilizado el atentado para recaudar millones en fondos de campaña.
Y seleccionó como su candidato a vicepresidente al senador republicano de Ohio, J.D. Vance, quien de ser un detractor de Trump, pasó a ser su acérrimo defensor. Vance culpó, sin pruebas, a Biden por el atentado. Aparte de formar parte del bando MAGA que insiste en que a Trump le “robaron” las elecciones de 2020, Vance ha dicho que de haber sido el vicepresidente en 2021, habría impedido la certificación del triunfo de Biden. Ha minimizado la toma del Capitolio por las turbas de Trump.
Los enemigos siguen siendo los inmigrantes
Vance además defiende todas las posturas de Trump en inmigración comenzando con su maquinaria de deportaciones masivas y emplear militares y policías de estados republicanos para conducir redadas en estados demócratas, así como establecer enormes campamentos de detención. Vance es promotor de la teoría conspirativa del “reemplazo” defendida por grupos supremacistas blancos según la cual los inmigrantes vienen a reemplazar a los anglosajones para arrebatarles su poder político. También propaga la mentira de que los inmigrantes son culpables de la crisis de los opioides para encubrir el rol en este flagelo de las grandes empresas farmacéuticas con las que Vance tiene fuertes lazos.
Asimismo, considera que la inmigración acarrea violencia y pobreza, cuando estudio tras estudio demuestran lo contrario: que los inmigrantes son menos propensos que los ciudadanos a cometer actos violentos, y que la mano de obra inmigrante es motor de la economía estadounidense en diversos rubros, sin contar sus aportaciones al fisco mediante el pago de impuestos y a la solvencia de programas como el Seguro Social y el Medicare.
Lo cual me lleva de nuevo al intento de magnicidio de Trump. Aunque el expresidente acusa a los inmigrantes de ser “criminales y violadores”, el joven responsable del atentado no era un inmigrante. Era un blanco, estadounidense y afiliado al Partido Republicano y todavía se desconoce por qué fraguó el acto de violencia contra el expresidente, aunque se reporta que presuntamente fue un alumno acosado en la escuela secundaria.
La consecuencias de la retórica del odio
Los republicanos también han barrido debajo de alfombra el hecho de que el joven empleó una de los rifles que ellos defienden a capa y espada en la cruenta lucha por el control de armas en el país, el semiautomático AR-15, conocido como el “Rifle de América”.
En otras palabras, aquí se cocinaron varios elementos, entre otros: la polarización política nacional y la retórica republicana extremista que pasa de los discursos a la acción, como quedó comprobado en el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021 por fanáticos de Trump que querían impedir la certificación del triunfo de Biden. Esa misma retórica se traduce en propuestas de política pública extremistas contenidas en el Proyecto 2025 que sirve de hoja de ruta de una segunda administración Trump. A ese cóctel añádale el fácil acceso a las armas y los problemas de salud mental que aquejan a la nación.
¿Y alguien se sorprende de que ocurran estas cosas?
En las sociedades civilizadas la violencia no debe tener cabida y eso incluye el proceso político. Pero un Partido Republicano que le ha entregado el mando al sector más extremista debe entender que la retórica incendiaria tiene consecuencias mortales como la ha tenido la retórica antiinmigrante y contra las minorías en masacres como El Paso, Pittsburgh y Buffalo, por nombrar algunas.
No sabemos qué llevó al magnicida en el caso de Trump a perpetrar un acto inexcusable que cobró una vida e hirió a otros, incluido Trump. Pero debe ser un recordatorio del efecto mortal que la retórica puede generar en algunas mentes. Quien siembra vientos, recoge tempestades.