Texas: Una ley racista y antidemocrática
Donald Trump perdió la reelección presidencial y generó la Gran Mentira, de que los comicios fueron supuestamente fraudulentos. Sigue usando esa mentira para su beneficio.
Una campaña implacable
Desde entonces, las legislaturas estatales en aquellos estados donde los republicanos tienen la mayoría y el gobernador es del mismo partido, iniciaron una campaña implacable para cercenar las libertades individuales.
Con base en una mentira que saben falsa, establecen nuevas leyes supuestamente para prevenir un fraude – que no sucedió – restringiendo las libertades ciudadanas para prevenir que quienes piensan diferente voten.
Su primer propósito es evitar una subsiguiente derrota electoral en las elecciones nacionales del año próximo. Su herramienta para lograrlo es erosionar el voto de las minorías, limitando la capacidad de las comunidades de color para expresar su derecho ciudadano.
Pero a medida que pasa el tiempo las actividades de estas legislaturas se están haciendo más y más despiadadas y antidemocráticas. Se expanden a partir de las cuestiones de votación a las de derechos civiles. Se inmiscuyen en cuestiones constitucionales – esperando que la Suprema Corte con su actual archi conservativa mayoría de 6 contra 3 no los refute.
Los extremistas en el poder
Constituyen un ejemplo de que el ala de extrema derecha del GOP ha tomado el poder del partido y no tiene frenos. Es también una advertencia de lo que puede suceder si en noviembre próximo los republicanos obtienen la mayoría en la Cámara de Representantes o en el Senado.
Porque, mucho, no les falta. Mientras que en las elecciones a presidente Trump perdió estrepitosamente, en la Cámara Baja los republicanos arrebataron 15 escaños que estaban en manos de los demócratas. Estos hicieron lo propio con solo tres puestos.
Específicamente, me refiero a la Legislatura del estado de Texas, que en los últimos meses ha iniciado una campaña frenética para pasar leyes a cual más indignante.
El sábado 22 de mayo, el Senado texano aprobó una propuesta de ley – la HB3979 – que prohibirá a las escuelas públicas (y a algunas charter) impartir la enseñanza de lo que ellos llaman “teoría crítica de la raza” (critical race theory), refiriéndose a una disciplina académica ampliamente aceptada.
Teoría crítica de la raza
Pero desde las elecciones , la frase “teoría crítica de la raza” fue apropiada por la escuela ideológica republicana y convertido en su grito de batalla. Es su manera de rechazar el aumento de las conversaciones sobre diversidad e inclusión en nuestro país.
La ley prohibirá al maestro de escuela que presenta las diversas teorías raciales – incluyendo la de la supremacía blanca – expresar apoyo por una u otra.
Y encarga a la TEA – la Agencia de Educación de Texas – hacer las veces de policía de los docentes.
No es la única ley de este tipo. Esta misma semana se espera que el gobernador, Gregg Abbott, autorice con su firma una ley según la cual ya no se requerirá de un permiso para portar armas.
Lo que realmente indigna en la medida HB3979 es que la explicación oficial dada por los autores del texto y los jerarcas partidarios es engañosa y ridícula.
Según afirman, su propósito es asegurar que se imparta una educación en donde todas las razas tengan el mismo trato y prevenir que se enseñe que una raza (la afroamericana) es mejor que otra (la blanca). Algo que nadie está postulando.
El racismo es real
Pero es precisamente un hecho de que las razas, históricamente, no han tenido el mismo trato.
El racismo en nuestro país le ocurre casi solo a personas negras y morenas. Sus expresiones máximas son por ejemplo la esclavitud, las leyes de Jim Crow, ambos dirigidos contra afroamericanos, o la deportación de un millón de hispanos a México, muchos de ellos ciudadanos estadounidenses. El racismo – la ideología que justificó la esclavitud y que afirma que algunas personas merecen más poder que otras – ha jugado un rol central en la historia estadounidense.
Es por eso que existe en nuestro sistema legal el llamado racismo sistemático, basado en el color de la piel o la cultura de la gente. En demasiados casos, el color de la piel afecta las experiencias de vida más comunes.
El propósito de la enseñanza debería ser debatir este tipo de manifestaciones, y que la presentación venga de portavoces de las razas así discriminadas.
Leyes racistas
Pero los legisladores de Texas no están dispuestos a aceptar que se enseñe la verdad. Ellos pretenden decirle a los educadores qué enseñar. Van a restringir como aprenden los estudiantes sobre eventos actuales y políticas públicas. Esto es algo más típico de regímenes totalitarios que de nuestra democracia.
Pero no debería sorprendernos. La presidencia de Trump, basada en un torrente interminable de mentiras, exageraciones y tergiversaciones, impulsó la era post-verdad y sentó las bases para que un partido nacional degenere en una secta racista, fundamentalista y supremacista blanca.
Ahora, la moción está siendo debatida en la Cámara baja texana en Austin – donde inició el proceso legislativo – para su votación.
Más allá de su innata condición racista, la reacción de Texas – y de casi 20 estados donde las legislaturas se preparan para imitarlo – surge en oposición a todo lo que venga de nuestro gobierno nacional, al que de hecho desconocen.
Enseñemos nuestra historia
Precisamente, es la enseñanza de nuestra historia, incluyendo aquellas conductas avergonzantes, lo que nos puede avanzar en la búsqueda de una reconciliación basada en el conocimiento.
Esto es lo que persigue el proyecto llamado Proyecto 1619, patrocinado por el New York Times, que analiza la historia de Estados Unidos desde el inicio de la esclavitud hace 400 años y que ganó el año pasado el premio Pulitzer.
Esta oposición por años existió de manera subterránea, relativamente discreta y no abiertamente. Ya no: bajo el manto de la Gran Mentira los defensores de la discriminación y supuestos paladines de los blancos ya no tienen vergüenza de aparecer tal como lo que realmente son.
La Cámara Baja texana debería rechazar este intento totalmente innecesario de apropiarse de los programas educativos. No lo va a hacer – el proyecto de ley se originó en esa cámara. Y Texas debería detener esta espiral de leyes cada vez más irrazonables, que lo único que logran es solidificar aún más nuestras diferencias. Tampoco lo hará.