Los niños perdidos del franquismo
Me resulta curioso que nadie en mi familia recuerde de qué bando eran los soldados que aparecieron un día en casa de mis abuelos, en plena Guerra Civil, para llevarse a su padre al paredón.
Lo cierto es que mi abuelo poseía una capacidad excepcional para la diplomacia y utilizando estas dotes de forma magistral, convenció a sus potenciales verdugos de que la única ideología política que poseía era la de ser padre de doce criaturas, de modo que terminó aquel dramático suceso tomándose un vino con sus acusadores.
Sin embargo, creo que este ejemplo de ignorancia de los hechos, toma especial relevancia cuando uno se detiene a investigar qué sucedió realmente en aquellos años en los que España se enfrentó por la división de sus ideologías.
A medida que nos adentramos en el estudio de esta etapa de la historia, comenzamos a descubrir una cantidad importante de hechos reales, documentados y relatados por aquellos que lo vivieron en primera persona, que una gran parte de la población española aún desconoce.
Difícilmente podremos perdonar, aceptar y seguir adelante, si aún continuamos en la ignorancia de los sucesos. No se trata de encontrar culpables, o de buscar venganza, sino simplemente de enfrentarse a “lo que es” y a “lo que fue”, sin el condicionamiento ideológico, con objetividad.
El historiador Ricard Vinyes, en su libro de investigación “Los niños perdidos del franquismo”, nos ofrece una serie de reseñas escritas por el psiquiatra Antonio Vallejo- Nájera, jefe de los Servicios Psiquiátricos Militares de la dictadura franquista, en algunas de sus publicaciones.
Estos datos son realmente importantes, porque aquellos que se convierten en “ideólogos” de determinadas formas de actuación, nos pueden dar una visión relevante y práctica, en su origen, de lo que posteriormente se llevó a cabo, con base en las ideas.
Es por esto que he creído de interés adjuntar aquí algunos extractos de los textos de este psiquiatra que tuvo encomendada la función de dirigir las investigaciones psicológicas de los campos de concentración. Tomando como muestra una serie de brigadistas de varios países y cincuenta presas del penal de Málaga, “demostró”, según él mismo confiere, la inferioridad mental del individuo marxista.
La enorme cantidad de prisioneros de guerra en manos de las fuerzas nacionales salvadoras de España permite efectuar estudios en masa, en favorabilísimas circunstancias, que quizá no vuelvan a darse en la historia del mundo. Con el estímulo y beneplácito del Excmo. señor Inspector de los Campos de Concentración, al que agradecemos toda suerte de cariñosas facilidades, iniciamos investigaciones seriadas de individuos marxistas, al objeto de hallar las relaciones que puedan existir entre las cualidades biopsíquicas del sujeto y el fanatismo político democrático-comunista.
(“Psiquismo del fanatismo marxista”, en Semana Médica Española, San Sebastián 1938, p172)
La idea de las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad mental ya la habíamos expuesto anteriormente en otros trabajos. La comprobación de nuestras hipótesis tiene enorme trascendencia político social, pues si militan en el marxismo de preferencia psicópatas antisociales, como es nuestra idea, la segregación de estos sujetos desde la infancia, podría liberar a la sociedad de plaga tan terrible.
(La locura en la guerra. Psicopatología de la guerra española. A. Vallejo-Nájera. 1939)
Esta “demostración” justificaría la separación de sus padres, de los niños engendrados por este grupo social, con el ánimo de mejorar la raza y la Hispanidad. De este modo, en su obra “Eugenesia de la hispanidad” continúa en la misma línea de la forma que transcribimos:
Agradezcamos al filósofo Nietzsche la resurrección de las ideas espartanas acerca del exterminio de los inferiores orgánicos y psíquicos, de los que llama “parásitos de la sociedad”. La civilización moderna no admite tan crueles postulados en el orden material, pero en el moral no se arredra en llevar a la práctica medidas incruentas que coloquen a los tarados biológicos en condiciones que imposibiliten su reproducción y transmisión a la progenie de las taras que los afectan.
El medio más sencillo y fácil de segregación consiste en internar en penales, asilos y colonias a los tarados, con separación de sexos.
(Cabe recordar aquí la definición de “eugenesia”, título con el que se denomina la obra, como la aplicación de leyes biológicas de la herencia al perfeccionamiento de la especie humana.)
Es curioso que en España conozcamos tan de cerca y tan profundamente las segregaciones cometidas por otras dictaduras militares y desconozcamos las cometidas en nuestras propias fronteras. Y no sólo ignoramos los hechos, sino también las razones. Es por eso que es necesario investigar las ideologías que justificaron las prácticas.
Los textos del psiquiatra y comandante Antonio Vallejo-Nájera, nos ofrecen una visión del pensamiento predominante en el régimen franquista.
Necesitamos encontrar una razón que nos haga comprender por qué los hechos sucedieron de la forma en la que lo hicieron; por qué miles de niños fueron separados de sus padres, introducidos en trenes en los que muchos de ellos murieron, hacia lugares en los que nunca más volverían a ver a sus progenitores, y donde nunca encontrarían una explicación real de su procedencia.
Hechos que, por increíble que nos parezca, aún continúan en el desconocimiento de gran parte de la población española.
El semanario “Redención”, órgano del Patronato Central de Redención de Penas, en su número 7, nos ofrece una visión de lo que sucedía en la cárcel de Ventas, en cuanto a la actuación con respecto a los hijos de las reclusas:
El capellán, don Fausto Rubio, bautizó a los recién nacidos, a quienes se impusieron los nombres de María del Pilar, María Paz y Julio, en recuerdo de la hermana de José Antonio, de María Paz Unceti, fundadora de Auxilio Social, Sección Femenina de Falange Española Tradicionalista y de las JONS en zona roja, y de Ruiz de Alda respectivamente. Las madres estaban condenadas a pena de muerte.
Acerca del destino de los padres de las criaturas, el comandante nos ofrece su opinión:
Inductores y asesinos sufrirán las penas merecidas, la de muerte la más llevadera. unos padecerán emigración perpetua, lejos de la Madre Patria, a la que no supieron amar, porque también los hijos descastados añoran el calor materno. otros perderán la libertad, germinarán durante años en prisiones, purgando sus delitos, en trabajos forzados, para ganarse el pan, y legarán a sus hijos un nombre infame: los que traicionan a la Patria no pueden legar a la descendencia apellidos honrados.
(“La ley del Talión” en Divagaciones intrascendentes, p.70)
El psiquiatra incluso extendió la propuesta de recuperar la Inquisición, de una forma modernizada, como organismo para obstaculizar “el envenenamiento literario de las masas”, que, según él, llevaba “a la ruina definitiva del espíritu de la Hispanidad”. Llega incluso a la conclusión, de que la fealdad estaba vinculada a los complejos de resentimiento y rencor, liquidadores de la raza, y que la inteligencia y la nobleza de alma, se correspondían con una figura corporal equilibrada.
De este modo, realiza las oportunas comparaciones en cuanto a apariencia física se refiere, entre Manuel Azaña, presidente de la República, con las del general Franco, cuya sonrisa equilibrada atraía a las fuerzas del bien; mientras que la fealdad del primero, sólo provocaba las reacciones psíquicas de la horda.
Uno se detiene a leer estos textos, con el ánimo de comprender la ideología de una época, de un sector de la población que dirigió los destinos de España durante casi cincuenta años.
No se trata de generalizar, ni de acusar, ni de avivar rencores, sino simplemente de entender, de conocer más en profundidad la historia, los hechos; de saber qué sucedió realmente, para no dejar intacta la oscura manta de ignorancia que cubre aún un periodo y una realidad.
En el ánimo de investigar, no debe encontrarse el afán por posicionarse en un bando o en otro, sino el deseo de conocer los sucesos reales. En esta línea intentaremos comprender también la ideología republicana y sus prácticas, en otros artículos, porque al fin y al cabo, cuando el ser humano fundamenta su comportamiento en sus ideas y trata de imponerlas a otros por la fuerza, poco nos puede interesar el lugar del cual vengan, más allá de la importancia de sus consecuencias.
Cuando dos bandos se enfrentan en algo tan cruento como una guerra civil, ambos bandos cometen atrocidades y eso es algo que en España sabemos muy bien, porque es lo que nos han enseñado desde pequeños, que justamente eso es lo que sucedió y que hay que pasar página.
Pero, con los años, he ido comprendiendo que el dolor no desaparece por no mirarlo, y que somos aquello que nuestros antepasados han sido, porque lo llevamos en los genes, con sus alegrías y sufrimientos.
Es importante saber, porque curar las heridas lleva implícito saber que existen. El saludable ejercicio de la comprensión, de la compasión por el dolor de otros, puede hacer que libere algo más de tolerancia y entendimiento. Nuestro país sigue dividido por la huella de las dos ideologías; suavizadas, eso sí, democratizadas; pero aún enfrentadas en un peligroso confrontamiento que aviva el resentimiento.
Nuestros abuelos merecen que conozcamos su historia, y nosotros somos responsables de entenderla y aprender de ella, para que no vuelva nunca a suceder. Es necesario comprender sus miedos, para sanar los nuestros, y poder así, definitivamente, pasar la página del dolor.
Os agradezco, Concha y Jorge, vuestras palabras. Lo cierto es que esa «irreversibilidad» de la que hablas me parece lo más duro de todo este asunto: que no tiene vuelta atrás. Por suerte, lo que podemos hacer es conocer la historia velada y evitar la repetición.
Abrazos
Felicitaciones a Laura por tan esclarecedoras palabras. Lástima que muchos españoles, reductos de aquél trasnochado franquismo, se empeñen en tergiversar la acción del gobierno que lucha por desentrañar tanto dolor al que se le echó tierra encima durante décadas.
Esos insensatos le tapan la boca al Juez Garzón y utilizan la demagogia para defender «su democracia»
La eugenesia es una de las perversiones más absurdas y atroces que ha producido el pensamiento humano.
Sin embargo, el extrañamiento familiar a que se vieron sometidos incontables niños y niñas en España y Sudamérica, contiene el amargo agregado de la irreversibilidad del tiempo, que tapona la crueldad, cicatriza las heridas y hacer renacer nuevos afectos y emociones en los niños que a poco andar ya dejaron de ser niños. Nuevo hogar, nuevos padres, nuevos parientes, nuevos sentimientos, nuevas aspiraciones. Y los victimarios dejan como única huella para la posteridad, una sonrisa satisfecha y exculpadora de alguien que cree haber cumplido con eficiencia su tarea vital.
Buen ensayo, estimada Laura.