Valentía en el periodismo

Amanecí llorando bonito. Hoy siento una felicidad que se me escapa en una sonrisa (y sí, en unas cuantas lagrimitas)—una alegría que viene desde lo más profundo, tejida con años de trabajo silencioso y de seguir adelante, incluso cuando hemos sido invisibles en un país que a veces prefiere no mirarnos o finge no escuchar—o no entender—nuestros acentos.

Soy mexicana. Soy latina. Soy migrante. Soy periodista. Cuento historias. Me gustan los acentos bien puestos, los abrazos largos y las palabras que sanan. Soy irremediablemente positiva, cada día más consciente, y sí: soy todo lo que hoy Estados Unidos cuestiona.

El periodismo es mi pasión, mi forma de resistir y de amar. Creo en el poder inmenso de las palabras que tejemos para contar nuestras historias. Porque esas historias nos ayudan a recordar lo que muchos quisieran que desapareciera: nuestra herencia, nuestras raíces, nuestros sueños, en este país que también es nuestro, a lo largo de una frontera que nos pertenece, en un mundo donde sembramos semillas de esperanza.

No les voy a mentir: muchos días siento que el trabajo que me desvela es como una gota en el océano—que nadie lo ve, que nadie lo nota, que nada cambia. Pero no es cierto. Siempre hay alguien a quien inspiramos, aunque no lo sepamos. Y por eso, me siento tan afortunada.

Hubo un tiempo en el que me volví cazadora de premios, queriendo demostrarle a este país que valía la pena darme la oportunidad de estar aquí. Mi camino migrante tardó 18 años y estuvo lleno de silencios, de lágrimas escondidas, de noches largas. Por eso, me prometí dejar de buscar el reconocimiento ajeno para validar quién soy.

Ahora también soy valiente.

Dejé de concursar en todo y en este tan desafiante 2025 llegó la sorpresa. La organización International Women’s Media Foundation (IWMF, por sus siglas en inglés) me otorgó el premio de Valentía en el Periodismo 2025, junto a colegas de Afganistán, Brasil, Sudán y yo con mucho orgullo represento a mis dos patrias: México y Estados Unidos.

Pero este reconocimiento tan inesperado y sorpresivo es diferente. Llegó a mí como un bálsamo, sin esperarlo, sin competir, sin mandar mis “mejores reportajes”. Simplemente llegó. Y eso, para mí, tiene un valor inmenso. Me avisaron un día en los que el mundo parece girar tan rápido que nos va a tumbar, pero no. Era un abrazo disfrazado de galardón y este reconocimiento mundial no es solo mío.

Este premio es de cada periodista migrante que alguna vez se ha sentido ignorado, de todos los que creemos en el poder de las historias locales, de quienes trabajamos incansablemente en español y damos todo para mantener viva la curiosidad, la pasión y la alegría en nuestras comunidades.

Este premio también es para mi familia, la que me enseñó a soñar, la que me susurró historias al corazón, la que me mostró la belleza de nuestra herencia y me dio el valor de creer que mi voz importa.

Este premio es otro puente: de las sombras hacia un lugar donde podemos brillar. Es la prueba de que nuestras historias, nuestras voces y nuestros sueños merecen estar en la luz.

Hoy me siento honrada. Me siento agradecida. Pero, sobre todo, me siento profundamente vista y representada.

Gracias por tanto. Gracias por apapacharme así. Gracias por la confianza.

Autor

  • Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística. Es la fundadora de Conecta Arizona, la productora del podcast Cruzando Líneas y la coproductora y copresentadora de Comadres al Aire. Es becaria Senior programa JSK Community Impact de Stanford, The Carter Center, EWA, Fi2W, Listening Post Collective, Poynter y el programa de liderazgo e innovación en periodismo de CUNY, entre otros.

    Ver todas las entradas

Mostrar más

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Botón volver arriba