Vicent Chin y el movimiento de derechos civiles asiático-estadounidense

El asesinato de un joven hace cuarenta años atrás en Highland Park, Michigan, dio nacimiento al movimiento de derechos civiles asiático-estadounidense.

Se trata de Vicent Chin que nació en China y a los seis años, en 1961, fue traído a los Estados Unidos en donde creció como un típico estadounidense. Pero el 19 de junio de 1982, en vísperas de su casamiento, fue asesinado por un par de trabajadores frustrados por el crecimiento de la industria automotriz japonesa en el mercado estadounidense. Su odio racial les impidió entender que Chin ni siquiera era japonés.

Para resaltar el aniversario de la muerte de Chin y su importancia en la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, Ethnic Media Services organizó una conferencia de prensa que incluyó a Michael German, ex agente del FBI y miembro del Brennan Center for Justice´s Liberty & National Security Program; Helen Zia, escritora, activista y fundadora de American Citizens for Justice; John Yang, presidente y CEO de Asian Americans Advancing Justice-AAJC; y Lisa Cylar Barrett, del NAACP Legal Defense Fund.

Si bien el asesinato de Chin ocurrió cuatro décadas atrás, el racismo y la discriminación continúan azotando a la sociedad estadounidense. Esto se puso claramente de evidencia durante la pandemia cuando se multiplicaron los ataques contra asiático-estadounidenses a los que falsamente se los asociaba con el surgimiento del COVID-19.

Vincent Chin. FOTO: Wikipedia

Para mejor entender los actuales ataques intolerantes contra la comunidad asiática de los Estados Unidos, Michael German, del Breannan Center, sugiere analizar y usar como referencia el contexto de décadas atrás cuando Chin fue asesinado.

Era un tiempo en que muchas de las noticias se enfocaban en cómo la industria automotriz japonesa se imponía en el mercado estadounidense. Lo que, traducido, significaba que los japoneses estaban robando nuestros trabajos.

Era un discurso sensacionalista sin base factual. Por el contrario, un análisis serio demuestra claramente que la economía japonesa no representaba una amenaza económica substancial a los intereses estadounidenses. Pero el ataque, originado en poderosos sectores económicos y políticos, era una forma conveniente de crear un chivo expiatorio que servía para distraer a la ciudadanía de los problemas que Estados Unidos confrontaba.

German sugiere que eso es lo mismo que se vive hoy en día.

“Ahora experimentamos la misma retorica de funcionarios gubernamentales hablando de la amenaza que representa China, hablando de la pandemia como si fuera culpa de China…”, dice German. Y estos no son elementos extremos y marginales de nuestra sociedad que se rapan la cabeza y se ponen tatuajes nazis. Estos son miembros del Congreso, estos son senadores…”

La activista asiático-estadounidense Helen Zia, también participante de la conferencia de prensa, compartió sus experiencias en ese mundo de la década del 80 cuando asesinaron a Chin. Es más, ella misma era trabajadora de la industria automotriz.

“Yo misma fui una trabajadora automotriz en Detroit y perdí mi trabajo a finales de los 70 y me paré en la fila de desempleo con cientos de miles de gente que nunca más encontrarían trabajo”, comentó Zia. “Era bien claro cuánto dolor y sufrimiento había.”

El contexto histórico era de un país que en la década de 1970 experimentó las consecuencias de un embargo petrolero, alta inflación y una crisis del sector automotriz que redefinió el rol del sector manufacturero en la economía estadounidense. Un contexto también, en el que durante la década del 80 el presidente Ronald Reagan inició el desmantelamiento del sistema de asistencia social.

Zia también estuvo de acuerdo en que concentrar la crítica en el Japón y su crecimiento económico, simplemente sirvió para identificar un enemigo externo, cuando en realidad el problema, era doméstico. Y encontrar un enemigo externo típicamente ayuda a unir a la ciudadanía detrás de slogans nacionalistas. De allí, al surgimiento de conductas racistas, hay una pequeña distancia.

Zia recordó que un simple repaso de la historia estadounidense lleva a numerosos ejemplos de racismo individual e institucional contra los asiático-estadounidenses. Entre los que se destaca el Acta de Exclusión China y los campos de concentración para japoneses en la década de 1940.

A esos ataques se suma el asesinato de Vincent Chin.

Pero a pesar de que más de 70 personas fueron testigos del salvaje ataque contra Chin, el juez impuso la menor pena disponible y les otorgó la libertad vigilada a los asesinos. “Estos no son el tipo de hombres que se manda a la cárcel”, llegó a afirmar el juez.

La monstruosidad del crimen, en el que el joven muere tras sufrir una multitud de batazos, y la indiferencia del sistema de justicia criminal que ignoró la gravedad del hecho fueron, sin duda, factores fundamentales que explican tanto la reacción que generó el asesinato como la razón del  nacimiento del movimiento de derechos civiles asiático-estadounidense contemporáneo.

John Yang habló sobre la teoría del remplazo que vienen promoviendo sectores del movimiento de supremacía racial y sobre la importancia de contrarrestar ese discurso xenofóbico y racista.

También recordó la necesidad de que los distintos grupos raciales y étnicos se unan para contrarrestar la narrativa divisoria que viene siendo articulada por sectores intolerantes.

“Cuando hablamos de cómo debemos unirnos, debemos reconocer que existe ese principio unificador. Con respecto a la tragedia convertida en angustia, hay un aliado que siembre encuentro entre mis comunidades de color”, agregó.

Lisa Cylar Barrett, de la NAACP, también hizo referencia a una estructura de poder de sectores que quieren mantener el status quo con un discurso que fundamentalmente confunde y desinforma. Sectores que ven con preocupación el crecimiento demográfico,  económico y político de ciertas comunidades raciales y étnicas.

“La información errónea y la desinformación se han normalizado”, dijo Barrett. “Tenemos que hacer frente a esa narrativa con historias que ayuden realmente a que las personas puedan ver la humanidad en los otros”.

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Este artículo fue apoyado en su totalidad, o en parte, por fondos proporcionados por el Estado de California y administrados por la Biblioteca del Estado de California.

Autor

  • Nestor M. Fantini, M.A., Ph.D. (ABD), is an Argentine-American journalist, educator, and human rights activist based in California. Since 2018, Fantini has been co-editor of the online magazine HispanicLA.com. Between 2005 and 2015 he was the main coordinator of the Peña Literaria La Luciérnaga. He is the author of ´De mi abuela, soldados y Arminda´ (2015), his stories appear in ´Mirando hacia el sur´ (1997) and he is co-editor of the ´Antología de La Luciérnaga´ (2010). He is currently an adjunct professor of sociology at Rio Hondo College, Whittier, California. As a refugee and former political prisoner who was adopted as a Prisoner of Conscience by Amnesty International, Fantini has dedicated his life to promoting the memory of the victims of state terrorism of the Argentine civil-military dictatorship of the 1970s and is currently coordinator of Amnesty International San Fernando Valley. Fantini graduated from Woodsworth College and the University of Toronto. - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Néstor M. Fantini , M.A., Ph.D. (ABD), es un periodista, educador y activista de derechos humanos argentino-estadounidense que reside en California. Desde 2018, Fantini es coeditor de la revista online HispanicLA.com. Entre 2005 y 2015 fue el coordinador principal de la Peña Literaria La Luciérnaga. Es autor de De mi abuela, soldados y Arminda (2015), sus cuentos aparecen en Mirando hacia el sur (1997) y es coeditor de la Antología de La Luciérnaga (2010). Actualmente es profesor adjunto de sociología, en Rio Hondo College, Whittier, California. Como refugiado y ex prisionero político que fuera adoptado como Prisionero de Conciencia por Amnistía Internacional, Fantini ha dedicado su vida a promover la memoria de las víctimas del terrorismo de estado de la dictadura cívico-militar argentina de la década de 1970 y actualmente es coordinador de Amnesty International San Fernando Valley. Fantini se graduó de Woodsworth College y de la Universidad de Toronto.

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