Las identidades sexuales y el derecho a la privacidad en la vida pública
¿Por qué los que optan por otra opción sexual creen que eso debe ser parte del discurso público?
Cuando trabajaba en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, en una ocasión llegaron a mi oficina varios jóvenes para invitarme a un mitin político. Eran las “mariposas negras” o sea la corriente anarquista del movimiento gay. Los comunistas eran las «mariposas rojas». No asistí al mitin porque querían que bailara con ellos y hasta ahí no llegaba mi apoyo.
Enfrentamientos ideológicos e identidad
En ese entonces para las corrientes políticas, especialmente las de izquierda, era muy importante crear imágenes y discursos identitarios que marcaran y señalaran su especificidad, o sea, sus diferencias. Para los grupos y grupúsculos era importante que se viera su solidez político-ideológica. Por ejemplo, que los trotskistas estaban separados de los stalinistas, porque las diferencias eran múltiples, como las mencionadas entre las mariposas. Una carga problemática fue la noción de posesión de la verdad y el enfrentamiento consecuente entre las verdades, algo que causó muchos problemas.
Eran esos, unos años de gran carga y diversidad ideológica. Aunque fuimos criticada por las divisiones y las divisiones de las divisiones, es indudable que teníamos una sociedad ideologizada, que en parte tenía una manera de ver hacia el futuro. Era una forma de tratar de impactar la realidad para cambiarla. Eran años de rebeldía pero también de una sociedad más sana: mucha política y pocas drogas.
Pero llegó el viento conservador y arrasó con mucha de esa carga ideológica, “convenció” a las fuerzas que el camino del cambio estaba en las urnas, o sea, dentro de marcos constreñidos y limitados. Y poco a poco, la política se fue esterilizando para que dominaran los paradigmas del cambio conservador. Fue la llegada del neoliberalismo que implantaba el principio del fin de la ideología. Terminaba la ideología progresista, de izquierda. Se terminaba la noción del conflicto como medio de superación y evolución, para que solamente quedaran los términos de intercambio, y esos se controlaban porque así le “convenía” a la economía.
Capitalismo, libertad y justicia
Pero resulta que con la conveniencia de la economía llegó un cambio en otros valores, como la justicia que se llegó a vender al mejor postor; la degradación de la política donde los procesos electorales y la representación se comercializaron, se venden candidaturas, votos y hasta las dignidades. Poca política y muchas drogas.
Los narcos surgieron como poder fáctico.
Pero la sociedad siempre camina y busca los tropos que le den a los individuos una condición única en su búsqueda de libertad y justicia.
La división entre clases sociales, categoría que era crucial en 1960, 1970, 1980, para el análisis y la acción, poco a poco empezó a tomar tintes raciales. Se hizo evidente el racismo nacional que había sido menospreciado por las ideologías de izquierda porque no cabía en sus paradigmas. Empezaron a brotar las voces de los forzados a la invisibilidad. Por ejemplo las poblaciones de origen africano en México.
Poco a poco se abrió paso el discurso de la diversidad sexual, se reclamaban los derechos a elegir y ejercer la sexualidad, algo que tuvo un precedente no reconocido – entre otros – entre las “mariposas”.
La diversidad sexual, que siempre ha existido, empezó a dejar de ser vista como una anomalía y hasta como un “mal” social que debía ser secreto y perseguido (ver El baile de los 41, David Pablos, 2020). Se empezaron a “normalizar” las relaciones de pareja del mismo sexo. Se fue extendiendo la posibilidad del matrimonio y el reconocimiento de los derechos de cónyuge, y la posibilidad de que adopten hijos. Gracias a la ciencia, los que quisieron, cambiaron su cuerpo.
En pocas palabras, cada día son más los que aceptan la libre opción y las voces en contra son acalladas por votaciones que convierten en leyes promoviendo los derechos de todos a escoger vivir libremente.
Cada día que voy a hacer ejercicio, en una de las oficinas, sobre un escritorio descansa una banderita con los colores del arcoíris. No deja de sorprenderme y me vienen a la mente varias preguntas: ¿a mí que me importa la preferencia sexual de la empleada(o)? ¿Por qué cree que es relevante para la administración la preferencia sexual de los empleados? ¿Por qué los que optan por otra opción sexual creen que eso debe ser parte del discurso público? ¿Acaso lo queer se ha convertido en la ideología de esta parte del siglo XXI?
¿Exagero al reaccionar contra las exposiciones públicas de las opciones queer? ¿Deben las opciones sexuales mantenerse en lo privado?
Tal vez este deba ser un debate más profundo.