California con una Navidad en cuarentena

Este lunes se cumplieron 79 años del infame ataque a Pearl Harbor en el que 2,403 estadounidenses murieron. Hoy estamos en otra guerra. Esta vez, en contra del COVID-19.

California, en donde 240,000 han reportado tests positivos en las últimas dos semanas y con casi 800 muertes en los últimos siete días, es uno de los frentes de batalla. Pero a pesar de las evidencias en ese sentido, hay muchos irresponsables que, ya sea por ignorancia, avaricia u oportunismo político, se niegan a aceptar la realidad.

La situación es tan alarmante que el gobernador Gavin Newsom impuso restricciones que incluyen una orden de permanecer en nuestros hogares y el cierre de muchas actividades comerciales cuando el porcentaje de camas disponibles en unidades de tratamiento intensivo llegue a un 15% en una de las cinco regiones en que está dividido el estado.

Las medidas de emergencia ya rigen en el Sur de California, el Valle de San Joaquín y en la Bahía de San Francisco. Esto significa que más de 30 millones de californianos, un 80% de la población, no van a poder cenar en restaurantes, ni asistir a espectáculos deportivos ni otras actividades recreativas hasta por lo menos el 28 de diciembre. O sea, por primera vez en nuestra historia, una Navidad en cuarentena. 

A nadie le cae bien esta decisión. Es lógico. Después de todo, la Navidad es la Navidad. Pero que quede claro, una cosa es que no caiga bien y otra que se promuevan manifestaciones y expresiones de repudio que, más allá de articular el derecho de expresión, obviamente tienen la intención de desestabilizar al gobierno.

No es difícil especular quiénes están detrás de estas cuestionables expresiones. Uno de estos sectores rebeldes es un segmento minúsculo de la comunidad empresarial. Un ruidoso grupúsculo que, si bien se puede comprender que como muchos otros está sufriendo las consecuencias económicas del brutal desaceleramiento económico, pareciera que pone sus intereses económicos por encima del bienestar de la población. 

El otro sector que también está haciendo sonar sus tambores de guerra son los oportunistas políticos de siempre.  En este caso, una mezcla amorfa de republicanos, conservadores, libertarios, cristianos fundamentalistas y la escoria del movimiento de supremacía racial. Estos renegados, sin duda, quieren a toda costa clavar una daga en el corazón progresista de California. Sus siniestras intenciones políticas son inconfundibles.

En esta guerra, las opciones son claras: pasar una Navidad en casa sin salidas, sin familiares ni amigos que vengan de visita o, por el contrario, una Navidad de irresponsables que mantiene el contagio y las muertes en esta pandemia que, hasta que llegue la seguridad de la vacuna, castiga sin discriminar.

Nestor Fantini
Co-editor de hispanicla.com

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