Comentarios racistas, crisis y renovación en el corazón político de Los Ángeles
“Parece changuito”, dijo Nury Martínez, presidenta del Consejo de la Ciudad de Los Ángeles refiriéndose al hijo afroamericano del concejal Mike Bonin que participó de una marcha de carrozas en homenaje al Dr. Marthin Luther King, Jr.
Y con esas dos palabras que fueran grabadas secretamente en octubre de 2021 y recién dadas a conocer días atrás, Martínez desató una crisis política de dimensiones históricas en la cosmopolita ciudad de Los Ángeles que, entre otras cosas, se precia de ser la de mayor diversidad del país.
Pero los comentarios racistas no terminaron allí porque la líder latina también incluyó en su lista a los más de 200,000 inmigrantes oaxaqueños que viven en Los Ángeles.
“No sé de qué villa vinieron, cómo llegaron aquí; pero, vaya, que son feos, tan feos”, dijo Martínez.
La reunión, en la que también se burlaron de armenios y judíos, tuvo lugar en la sede de la Federación Sindical regional e incluyó a los concejales Kevin de León, Gil Cedillo y al líder sindical Ron Herrera.
Casi inmediatamente se generaron protestas, se organizaron movilizaciones y surgieron los pedidos de renuncias. El gobernador de California Gavin Newsom y hasta el mismo presidente Joe Biden se sumaron a los reclamos.
Los comentarios racistas fueron los que capturaron los titulares de los medios, pero como algunos analistas han sugerido, no hay que perder de vista la motivación que llevó a la denigración de estos grupos raciales y étnicos.
Los cuatro latinos se habían convocado a discutir el rediseño de los distritos electorales locales que se realiza una vez cada 10 años. Si bien en California, este delicado proceso, que tiene tanta importancia política y consecuencias financieras, está en las manos de una comisión independiente, en Los Ángeles el Consejo de la Ciudad tiene la última palabra.
Un análisis de la conversación entre los concejales y el líder sindical, todos latinos, sugiere que la reunión tenía la finalidad de intercambiar ideas y coordinar esfuerzos para tratar de reelegir a latinos en una ciudad en la que los cambios demográficos de las últimas décadas no se ven reflejados proporcionalmente en el Consejo de la Ciudad. Además, se quería asegurar que importantes centros de actividad económica, como la Universidad del Sur de California (USC) y el aeropuerto de Van Nuys, continuaran dentro de distritos representados por latinos.
Enfocando el tema en la cuestión demográfica, hay que tener en cuenta que el Consejo de la Ciudad de Los Ángeles está compuesto por solo 4 latinos, o sea un 27% de los 15 concejales. Un porcentaje que deja mucho que desear en una ciudad en la que los latinos son nada más ni nada menos que casi la mitad de la población. Por el contrario, los afroamericanos están sobre representados ya que tienen 3 concejales, un 20% del consejo, cuando son solamente un 9% de la población de Los Ángeles.
Algunos han sugerido que a los cuatro se los acuse de un crimen de odio racial. Pero si bien se hicieron comentarios racistas, no se violó ninguna ley. A no confundirnos, sin duda estos comentarios pueden ser caracterizados como un incidente de odio, pero esto no los califica como un crimen. Cabe recordar que la Primera Enmienda de la Constitución protege el derecho a expresar opiniones, aun cuando estas sean reprensibles y de mal gusto.
Tampoco se los puede enjuiciar por violar el Acta Brown que exige que las reuniones de este tipo sean públicas. No se violó el acta porque la regulación establece la prohibición de reuniones en las que participen una mayoría de los miembros de un cuerpo legislativo. En este caso eran solo 3 concejales.
Pero hubo una respuesta institucional. El fiscal general de California Ron Bonta decidió abrir una investigación, no por los comentarios racistas sino que para determinar si hubo alguna irregularidad en la cuestión de los nuevos distritos electorales.
En medio de este drama político, Nury Martínez, finalmente contra la pared, no tuvo otra opción que renunciar como presidenta y, más tarde, como miembro del Consejo de la Ciudad. Ron Herrera ya lo había hecho. Kevin de León y Gil Cedillo pidieron y siguen pidiendo disculpas y resisten, pero la presión para que se vayan continúa y, es más que seguro, que se irán. No les queda otra. La ciudad de Los Ángeles, la misma que años atrás los votaron, ahora piden a gritos que renuncien.
Con un nuevo presidente del consejo, Paul Krekorian, se habla de expandir el número de concejales. También se sugiere que se iniciaría el proceso para cambiar la manera en que se diseñan los distritos electorales y que se exploraría la introducción de una comisión independiente.
Pero más allá de renuncias, nuevos presidentes y promesas, lo que queda claro es que la ecuación de poder político de la ciudad ha quedado fracturada. Muchos latinos se sienten defraudados de sus líderes. La comunidad afroamericana se siente insultada. Hay una sensación de traición y la sospecha de que se estaba orquestando un mapa electoral para reducir su poder e influencia política.
Alguien dijo que la palabra «crisis» tiene dos caracteres en la escritura china. Uno representa el peligro y, el otro, oportunidad. Tal vez esta es una oportunidad para que Los Ángeles, con un nuevo liderazgo, encuentre la manera de redefinir la ecuación de poder y se logre integrar a todos los sectores e intereses de la ciudad a fin de confrontar los grandes desafíos del momento.
Este artículo fue apoyado en su totalidad, o en parte, por fondos proporcionados por el Estado de California y administrados por la Biblioteca del Estado de California.