Los deportados salvadoreños no encuentran trabajo
En el año 2011, cuando César Recinos decidió dejarlo todo para cruzar la frontera entre México y Estados Unidos, nunca imaginó que llegaría a ganar $800 semanales, vestiría ropa de marca, usaría zapatos caros ni que se compraría su propio automóvil. Tampoco imaginó, según cuenta, que por cruzarse un semáforo en rojo lo agarraría “la Migra”, lo esposarían, lo subirían a un avión y lo mandarían de nuevo a El Salvador.
A sus 21 años, cuando decidió irse para los Estados Unidos, a Recinos lo lloraron, le dijeron que no se fuera, y –en sus propias palabras- lo llamaron héroe.
-Yo lo que quería era un mejor futuro, un buen trabajo, necesitaba dinero y algo más de lo que podía lograr en mi país – recuerda ahora, 13 años después de haber partido hacia el norte.