Cruzando Líneas: Salud con un cafecito
Me gusta el café negro en las mañanas y me encanta en las tardes. Es un placer que se acentúa con el tiempo. Un sorbo me ayuda a enfrentar el día, las madrugadas, las noches de desvelo, las charlas más comprometedoras, las conversaciones difíciles, el gimnasio, los silencios, los planes y los fracasos, los sueños, las metas, los estudios y las finanzas. La taza que me acompañó en la pandemia y es la que ahora me inspira a soñar.
El café es mucho más para mí, me ayudó a redescubrir mi periodismo y me obligó a parar. Ahora, todas las tardes me siento a platicar con mi comunidad, con esos a los que los medios llaman audiencia y yo les digo familia, con desconocidos que se han convertido en el pilar de mi misión de servir a través de las letras. Y ese grupo de cafecito en WhatsApp me llena de vida, me reta, a veces me desespera, me hace cuestionar y sobrepensar y luego me cobija, me acompaña, me enseña, me da fuerzas y me motiva. Por eso quiero que nos dure mucho.
Este año sembré mucho y coseché harto. El próximo quitaré el pie del acelerador y me subiré al balcón. Allá, en un lugar de adrenalina controlada, cerebro y corazón alborotados, convertiré mis sueños nuevos en metas, mis ideales en misión y mi pasión en una organización sostenible. Sé que lo lograré. Tengo ganas de hacerlo. Por muchos años creí en esos propósitos de Año Nuevo que eran más sueños guajiros que objetivos. Hoy tengo claro a dónde quiero ir y a quién quiero llevar conmigo.
El 2021 fue, a pesar de la adversidad, otro de los mejores años de mi vida. Me gradué de una beca de ensueño de Stanford y a las pocas semanas me invitaron a quedarme otro año, ¡histórico para una latina que trabaja en español en Estados Unidos! Me seleccionaron en uno de los programas de liderazgo en periodismo más importantes del país en la Universidad de Nueva York (CUNY) y comparto mis cafecitos con importantes directivos de medios de comunicación de todo el mundo… ¡y la inspiración se apodera de mis mañanas!
Me convertí en una #hermanaPoynter, a través de un entrenamiento de liderazgo para mujeres en el periodismo a nivel mundial del Instituto Poynter y me gané otra beca para explorar temas de salud mental en mi comunidad transfronteriza por parte de The Carter Center.
Tuve logros profesionales muy importantes para mi carrera, pero fueron aquellos personales los que más me emocionan: puse límites, aprendí a decir que no, solo acepté trabajos que me apasionaban, recuperé el control de mi calendario, hice las paces con mi impostora, dejé la chatarra, acepté las pérdidas, adopté a Maxi, honré a mis muertos, le di la bienvenida a la abundancia, dejé de tratar de cambiar a los demás y ajusté las velas de mi mundo, no le tuve miedo al éxito ni me hice menos, críe unos mellizos traviesos e inquietos, viajé, viví y me sigo carcajeando. Soy, muy a mi manera, feliz.
Para el 2022, te deseo esto y más cosa buena. Porque uno puede aprender a gozar en la adversidad, a crecer en tierra infértil, a brillar cuando la vida opaca el sol; sí se puede, yo lo hice y me gustaría acompañarte en tu caminar el próximo año. ¿Nos tomamos un cafecito?