Por primera vez en décadas, miles de cubanos han salido a las calles en varias ciudades de su país para protestar contra el gobierno de Miguel Diaz-Canel.
El regreso del COVID-19
Las manifestaciones son similares a las protestas con que por todo el continente los pueblos reaccionan a la pobreza generalizada y el aumento de las disparidades bajo el azote del COVID-19.
La enfermedad ha vuelto a atacar por medio de la variante Delta. Rompió récords de nuevos casos y mortandad, según dijo Francisco Durán, el director nacional de epidemiología del Ministerio de Salud Pública, en conferencia de prensa.
De manera similar tienen lugar protestas multitudinarias en Colombia desde hace semanas, de las cuales tenemos menos información disponible que las de Cuba – las principales agencias de noticias prefieren reportar sobre lo que sucede en Cuba.
De la misma manera que las dificultades económicas impulsaron el Maleconazo de 1994, las actuales exponen las limitaciones del actual gobierno. En este caso, la cosecha de azúcar, fue la más pequeña en décadas, y Cuba cerró, afirma EFE, una de las peores zafras de su historia. En total, la economía se contrajo en un 11% en 2020. Las importaciones de China cayeron en un 40% según datos de la Oficina de Aduanas de Pekín, y la compra de alimentos de Estados Unidos, en 36%.
Protesta y medios sociales en Cuba
Las protestas fueron sincronizadas a través de los medios sociales, que eran accesibles hasta ahora en Cuba desde el gobierno de Raúl Castro. Como parte de la censura y el control de la información, el gobierno estableció la restricción parcial e intermitente del servicio y el bloqueo selectivo de redes sociales.
Las manifestaciones, que se extendieron más allá de su inicio en San Antonio de los Baños, llegando a La Habana, Santiago, Santa Clara, Matanzas, Cienfuegos y Holguín, estallaron entonces porque el regreso del COVID-19 y la crisis económica, junto con la represión política, están en un punto tal que quebraron el umbral de paciencia de muchos cubanos.
Es que si bien Cuba logró mantener bajo control la pandemia de Covid-19 en 2020 y ha producido sus propias vacunas contra el virus, en este momento ve crecer las infecciones.
Pero el ritmo de vacunación, como en muchos otros países, va en zaga y abarca poco más del 15% de la población.
Según la BBC, la semana pasada, el país batió récords de infecciones y muertes diarias, lo que llevó a los centros de salud al punto del colapso.
Y la crisis económica es palpable: muchos productos escasean y el turismo, una importante fuente de ingresos, es prácticamente inexistente por el coronavirus. Los manifestantes también se quejan de apagones y de escasez de comida y medicamentos.
‘Orden de combate’
Ante las expresiones de protesta, el presidente Miguel Díaz-Canel se presentó ante la televisión nacional para convocar a sus seguidores a salir a las calles a “enfrentar” a los manifestantes.
“La orden de combate está dada: a la calle los revolucionarios”
https://www.youtube.com/watch?v=O_ewAUfSUyc
Esta “petición a los civiles para reprimir”, como lo ha definido la OEA, tuvo eco inmediato, cuando miles de personas se enfrentaron con los manifestantes al grito de “abajo la gusanera”, generando las primeras expresiones de violencia.
La BBC informó que “las protestas fueron duramente reprimidas según muestran numerosos videos y cuentas de redes sociales”.
Y Amnistía Internacional condenó la “retórica inflamatoria de guerra” de Díaz-Canel, pidiendo que se atiendan “las demandas sociales de la ciudadanía”.
Libertad a los detenidos
El régimen debería reconocer a los manifestantes como participantes lícitos en el proceso de discusión y desarrollo en la isla ante los graves desafíos que enfrenta. Debe reconocer que su protesta responde a problemas reales, como el coronavirus y la crisis económica resultante. En consecuencia, el gobierno cubano debe liberar a los manifestantes detenidos en lugar de seguir encarcelándolos.
En lugar de ello, se ha desligado de responsabilidades y ha acusado al embargo estadounidense. Si bien el embargo, un resabio injustificado del pasado, ha golpeado fuertemente la economía, es irrelevante: los problemas que denuncian los ciudadanos que protestan son reales y el gobierno cubano no los escucha.
La burocracia se ha cerrado dentro de sí misma y parece incapaz de avanzar otras soluciones que no sean la represión policial e incitar a la violencia civil.
‘Personas desaparecidas’
En consecuencia, las fuerzas del orden cubanas, que deberían proteger el derecho de las personas a protestar, han intensificado lo que Amnistía Internacional también denuncia como un aumento de detenciones arbitrarias y “una larga lista de personas desaparecidas”.
Esta actitud es no solamente antidemocrática y autoritaria, sino que también está destinada al fracaso.
Al no estar permitida la oposición al gobierno, se cierran las opciones para una solución pacífica. La negación de la libertad de expresión – una represión vigente durante décadas – es ya insostenible.
Los jóvenes que salieron a protestar a las calles no lo hacen por gusto sino por desesperación y falta de alternativas. Y aunque sean reprimidos hoy, el precedente ya está echado: volverán a aflorar mañana.
Por eso, parafraseando el lema histórico lo que se plantea es: Cuba cambio o muerte.