Despiertan los nazis en Los Angeles
La semana pasada se señaló un aniversario más de cuando Jackie Robinson se convirtió en el primer jugador negro en un equipo de las ligas mayores de béisbol. Si, porque hasta entonces los partidos estaban segregados, a pesar de que en el papel afroamericanos y blancos tenían iguales derechos en la mayor parte del país.
Jackie Robinson finalmente se integró; aquel año fue el rookie del año; fue el Jugador Más Valioso y se convirtió en un héroe estadounidense.
Escuchaba ayer a Tony Lasorda, antiguo compañero de Robinson en los Dodgers (entonces en Brooklyn, ahora en Los Angeles). “Muchos jugadores se rehusaban a jugar con él”, dijo en una entrevista. “Le insultaban y arrojaban objetos cuando entraba al estadio”.
Eso fue en 1947. No hace mucho. En términos históricos, unos minutos.
Los mismos sentimientos racistas, xenófobos, intolerantes, siguen existiendo hoy en Estados Unidos. Hasta ahora, debajo de la corriente mayoritaria. ¿Hasta cuándo?
El sábado, un puñado de vándalos —setenta, según la reportera de La Opinión Lucero Amador— pertenecientes al Movimiento Nacional Socialista (NSM) marcharon frente al edificio del Ayuntamiento de Los Angeles. Llevaban uniformes militares (que les quedaban chico, por el sobrepeso), cascos, banderas svásticas y demás pertrechos nazis. Y la bandera de Estados Unidos. Son los nazis de Los Angeles.
Su portavoz, que se dice llamar «William Jennings», dijo allí que el propósito de la marcha de provocación era protestar contra “los ilegales”. “¡Mexicans go home!”, repetía. Otros gritaban “Heil Hitler”.
En sus publicaciones, NSM arengó a los suyos a participar para “recuperar el Suroeste del país”.
Este grupo catalogado como neonazi por el Southern Poverty Law Center, acepta solamente miembros blancos, no judíos y heterosexuales.
El puñado de nazis se encontró con unos mil contrarios, enfurecidos. La policía de Los Angeles a las órdenes del comandante David Doan, estuvo presente en centenares en medio de una terrible crisis de su presupuesto, e hizo un cordón de escudos rojos alrededor de la marcha impidiendo que la gente los agreda. Con dos excepciones no relacionadas al NSM. Al final del evento, cuando se retiraban, les arrojaron piedras, botellas con agua y otros objetos.
De esta manera, los nacionalsocialistas fueron protegidos por la libertad de expresión que sería lo primero que anularían si pudiesen. Lo mismo hizo este grupo recientemente en San Diego.
Grupos como éste crecen en el país. Hacen profuso uso de la internet: sitios, en Facebook, en You Tube.
Los nazis se despertaron, animados por la creciente animosidad política, la polarización, los ataques indiscriminados y especialmente, la fiebre antiinmigrante y generalmente antilatina. Encuentran de pronto aliados más allá de los pequeños grupúsculos donde pululan.
Protegidos por la policía, estos hooligans rompieron y pisaron dos banderas. Una, de México. La otra, de Israel, portada por un grupo de judíos decididos a confrontar a quienes se basan en el antisemitismo.
Lo que llama a plantearse la necesidad de unirse para prevenir que grupos así extremistas y violentos crezcan.
Este grupo, el de mayor crecimiento en el país, difunde una lista de 25 puntos programáticos, entre ellos lo siguiente:
Demandamos territorio y colonias para alimentar a nuestra gente y establecer nuestro exceso de población.
Así de acuerdo, ningún judío u homosexual puede ser miembro de la nación.
De demostrarse imposible alimentar a toda la población, los extranjeros nacionales (no-ciudadanos) serán deportados.
Demandamos que todos los no-caucásicos que actualmente residen en América sean requeridos a abandonar la nación inmediatamente y regresar a su territorio de origen: pacíficamente o por la fuerza.
Demandamos la prohibición de sindicatos pro-marxistas y su reemplazo con sindicatos comerciales Nacional Socialistas.
Asesinos, violadores, pederastas, criminales comunes, narcotraficantes, usureros, especuladores, traidores a la raza, etc. deben ser castigados con pena de muerte, cualquiera su credo o raza.
Creando condiciones que hagan posible el reestablecimiento de la familia nuclear en la que el padre trabaja mientras la madre permanece en casa y cuida a los hijos si así ellos así escogen.
Que todos los editores y corresponsales de periódicos en lengua inglesa deben ser miembros de la nación; b) Que ningún periódico no-americano puede aparecer sin permiso expreso del Estado.
Muerte al Ku Klux Klan
HH
Los postulados de los neonazis pueden parecer hasta un mal chiste, una extravagancia de pésimo gusto de jovenzuelos aburridos, si no fuera porque detrás de ellos hay una multitud nada despreciable de termocéfalos que se alimentan de la peor porquería ideológica y que pueden llegar a desplegar una enorme violencia sobre personas absolutamente inocentes. Bajo la hipotética posibilidad de que triunfasen sus postulados, más de la mitad de la población estadounidense sería expulsada de su propio país. No es posible tolerar hoy el antisemitismo, no es comprensible ni tiene sustento histórico, filosófico o moral. Vuelvo a la realidad chilena, y puedo hablar con orgullo de que tal fenómeno nunca ha tomado fuerza en este sureño país. Una gigantesca colonia judía convive pacíficamente con la más grande colonia palestina del mundo. No hay ataques mutuos, hay respeto, tolerancia y solidaridad entre ellos. Los grupos neonazis chilenos deambulan en el nivel de pandillas juveniles delincuenciales, pero hasta el momento no se han planteado como objetivo atacar a grupos raciales. A los peruanos se les ataca dentro de un esquema de pensamiento xenofóbico más bien ligado al ámbito laboral.
Un excelente artículo para denunciar un hecho deleznable, estimado Gabriel.
La historia de los nacis chilenos –nacis con “c” para marcar la diferencia- está llena de piruetas que llegan a marear. Liderados por el abogado Jorge González Von Marèes, nacen en 1932 inspirados en la aventura hitleriana, en principios nacionalistas, en disquisiciones sobre la raza chilena y en el sangriento legado del Ministro del siglo XIX, Diego Portales (padre intelectual de las cárceles portátiles). Aunque atacaban el sistema capitalista imperante en Chile, sus enemigos callejeros eran socialistas y comunistas usando como armas las hebillas de sus cinturones –con dos rayos como insignia- y uno que otro balazo, mientras la derecha tradicional los miraba como pintorescos aliados. Sin embargo, en 1938 deciden darle un golpe de estado al gobierno conservador de Arturo Alessandri Palma, a meses de la elección presidencial. Abandonados por sus líderes y parte del Ejército, sesenta nacistas son llevados al Edificio del Seguro Obrero de Santiago, donde son acribillados por Carabineros. Después de la carnicería, el candidato a la presidencia de los nacis, Carlos Ibáñez del Campo, abandona la postulación y el grupo le brinda su apoyo al abanderado de comunistas y socialista, Pedro Aguirre Cerda. Después de la elección, el grupo se desdibuja, cambia de nombre –Vanguardia Popular Socialista-, se alía con la izquierda en el parlamento. Su líder González Von Marèes termina sus días como tesorero del Partido Liberal y jefe de campaña presidencial del hijo del ex Presidente Alessandri, en 1958.
Gracias por la reflexión, Gabriel.
Grupos como el descrito se guarecen efectivamente bajo la libertad de expresión, aquello que tanto nos ha costado construir para preservar nuestra convivencia democrática. Harederos culturales del Ku Klux Kan, vagos, resentidos, desempleados, frustrados, descendientes de las distintas trincheras de la Segunda Guerra Mundial. No hay ciudad donde hoy no pululen grupúsculos de esta calaña. Promueven el odio y un conjunto de absurdos, ideas tan descabelladas como ridículas. Cualquier incipiente estudio histórico o antropológico nos demuestra que llevamos miles de años de mestizaje, todos estamos completamente mezclados y ninguna cultura es estática, sino dinámica y expuesta a los ventarrones transculturizantes y aculturizantes. Las contradicciones sociales que se han acentuado en las últimas décadas en buena parte del mundo, algunas ligadas al capitalismo, otras a la simples paradojas de la modernidad, han permitido, promovido, acicateado o han sido causantes indirectas de la propagación de este tipo de grupos. En Chile, que es de donde hablo, la influencia nazi tiene un largo historial, que se remonta al comienzo del ascenso del nacismo en Europa. Una enorme colonia alemana asentada en el país desde mediados del siglo XIX, vio con muy buenos ojos la irrupción del nacionalsocialismo en Europa. Se hicieron mitines multitudinarios con antorchas y fue hasta común ver a los camisas pardas desfilar a lo largo de Chile. Se prestó, además, abundante ayuda y colaboracionismo de distinto tipo, antes, durante y después de la guerra a los nazis que por miles huyeron hacia Chile. Las historias de este tipo abundan por acá. Un suceso previo, que se remonta a 1932, victimizó ante la población el actuar de los grupos nazis en política. Ya tenían diputados electos y dirigentes en diversas instituciones de la República. Su postura era profundamente crítica ante los gobiernos e intentaron dar un golpe de Estado, pero eran muy pocos y carecían de las coordinaciones necesarias, por lo que se les encerró en un edificio céntrico y se les acribilló. La historia está descrita en varias novelas y ensayos históricos. La más conocida se llama «Sesenta muertos en la escalera», de Carlos Droguett.
Hoy, en cada barrio de cada ciudad chilena existen bien apertrechados grupos neonazis y sus objetivos nocturnos de apaleo siguen siendo los homosexuales, prostitutas, mendigos, peruanos y punkies. Yan son varios los muertos de lado y lado y es un tipo de violencia extrema frente a la que el Estado aún no sabe cómo ponerle atajo.