Dos semanas que estremecerán al mundo

Serán dos o tres semanas que definirán el resto de nuestras vidas. Quizás un mes. Encontrémonos al final de este túnel terrible, estremecidos de horror, con la barba crecida, el pelo salvaje, con la mente llena de temores por el futuro. Pero vivos y sanos. Nosotros, nuestros hijos, nuestros queridos. Nos llevará un tiempo emerger de la oscuridad. Volver a sonreír. No olvidaremos al ángel exterminador. Pero ya habrá tiempo para consolarnos, festejar y construir un nuevo futuro a partir de estas ruinas. 

El gobierno de Donald Trump ha defraudado hasta ahora al público en su misión de proteger a la población. Fracasó en el enfrentamiento inicial con el coronavirus en cuanto a la preparación previa y de despliegue de recursos en estos momentos cruciales. Lo hizo movido por razones políticas determinadas por el mismo presidente, cuya mantra es no aparecer culpable ni reconocer errores en ningún caso.

Dudamos de que pueda dejarse de repartir culpas y rechazar responsabilidades. Pero por la fuerza de los acontecimientos y porque – todavía – quiere evitarse una confrontación pública dentro de la Casa Blanca entre los lacayos (dígase Peter Navarro, un economista disidente) de Trump y los científicos (dígase el doctor Anthony Fauci, un inmunólogo de fama mundial y director del National Institute of Allergy and Infectious Diseases desde 1984). Cuando las circunstancias lo permitan, probablemente Fauci y otros sean delegados a otras funciones. El momento será a la hora de que el coronavirus suelte su asidero y Trump pueda clamar victoria, todo el camino hasta las elecciones de noviembre.

Pero por el momento, se trata de nuestra supervivencia. No juguemos.

Las autoridades de salud y los expertos médicos coinciden en que las próximas dos semanas serán cruciales en la mayor parte del país. Que las muertes serán miles, los contagios multitudinarios, y el sufrimiento inmenso. 

De hecho, este artículo de Popular Science, de su coeditora Sarah Chodosh, da una buena idea de cuándo llegará el punto álgido de los contagios, hospitalizaciones y muertes. Es entre mediados de abril y principios de mayo.

Y si hasta los portavoces oficiales lo dicen es alarmante.

Rogamos a nuestra comunidad que escuche las advertencias. En estas dos semanas, que nadie salga de su casa si no es por una necesidad vital o porque son parte de los servicios médicos y básicos. Ya se sabe, todas las ocupaciones que fueron declaradas de interés para la sociedad, como trabajadores de las empresas de electricidad, los gallineros, así como los hospitales y comisarías. Querer comprar papel higiénico porque no hay nadie, no cuenta. 

Y si deben salir porque es absolutamente vital, que sea con máscara y manteniendo distancia uno del otro. 

Fuera de ellos, los escasos: que nadie salga de su casa ni siquiera para ir al supermercado o la feria. Ni siquiera para ir a la clínica, a menos que un hospital le dé de alta por síntomas de coronavirus.

Que nadie salga de su casas, punto. Evita el contacto más allá de aquellos con quienes vives. Además, lo ordenan los gobiernos. 

No dejemos nuestra vidas en manos del azar y la casualidad.

Aquellas iglesias o templos o grupos donde han continuado los eventos públicos son no solamente ilegales, o insultantes porque juegan con la vida de sus fieles, sino insensibles al peligro de generar nuevos focos de contagio que luego se multipliquen. Quienes observan las festividades religiosas deben abstenerse de congregarse y hacerlo desde sus televisores o computadoras. 

La vida, por la vida misma, está por encima de todo.

Ahora que con el clima se siente más cálido, es más importante aún cuidar el distanciamiento social. En numerosos centros hay una multa por salir sin permiso. Así es en Nueva York. El condado de Los Ángeles acaba de emitir una orden para que quien circule fuera de sus casas debe hacerlo, por obligación y no por recomendación, con máscara y a la distancia. No importa que Trump haya dicho que él no lo respetará. Evita la multa y cuida tu vida. No salgas. 

Si eres joven y el aburrimiento te hace buscar amigos y enfilar a la playa o al parque, postérgalo. Por una hora de juego y falsa sensación de rebeldía, pones en peligro de muerte a tu familia y a nuestra comunidad. No salgas. 

Nos toca hacer nuestra parte. Sálvate y queda en casa. No pongas en riesgo a los demás y quédate en casa.

Serán dos o tres semanas que definirán el resto de nuestras vidas. Quizás un mes. Encontrémonos al final de este túnel terrible, estremecidos de horror, con la barba crecida, el pelo salvaje, con la mente llena de temores por el futuro. Pero vivos y sanos. Nosotros, nuestros hijos, nuestros queridos. Nos llevará un tiempo emerger de la oscuridad. Volver a sonreír. No olvidaremos al ángel exterminador. Pero ya habrá tiempo para consolarnos, festejar y construir un nuevo futuro a partir de estas ruinas. 

Lee también

Estas cosas que vemos, por Alex Ramírez-Arballo

La encerrona, por Maritza Félix, en cuarentena

Una plaga de incompetencia: crónica del fracaso

 

 

Autor

  • Fundador y co-editor de HispanicLA. Editor en jefe del diario La Opinión en Los Ángeles hasta enero de 2021 y su actual Editor Emérito. Nació en Buenos Aires, Argentina, vivió en Israel y reside en Los Ángeles, California. Es periodista, bloguero, poeta, novelista y cuentista. Fue director editorial de Huffington Post Voces entre 2011 y 2014 y editor de noticias, también para La Opinión. Anteriormente, corresponsal de radio. -- Founder and co-editor of HispanicLA. Editor-in-chief of the newspaper La Opinión in Los Angeles until January 2021 and Editor Emeritus since then. Born in Buenos Aires, Argentina, lived in Israel and resides in Los Angeles, California. Journalist, blogger, poet, novelist and short story writer. He was editorial director of Huffington Post Voces between 2011 and 2014 and news editor, also for La Opinión. Previously, he was a radio correspondent.

    Ver todas las entradas

Mostrar más
Botón volver arriba