El Canal de Panamá: Trump busca sembrar el caos
En una publicación en su medio social Truth, el presidente electo Donald Trump finalizó hace un par de días la felicitación al nuevo embajador estadounidense en Dinamarca por su nombramiento con estas palabras: «Para los fines de la seguridad nacional y la libertad en todo el mundo, los Estados Unidos de América consideran que la propiedad y el control de Groenlandia son una necesidad absoluta».
Groenlandia, la isla más grande del mundo y parte de América del Norte, es territorio autónomo dinamarqués desde 1380.
Mala manera de reiniciar una relación con uno de los doce miembros fundadores de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Estentóreo apoyo por parte de los portavoces de su base MAGA.
Es una repetición de un gambito similar lanzado por Trump durante su primera presidencia y que terminó en un grave incidente diplomático. Nada permite suponer que los resultados serán distintos esta vez.
Un par de semanas antes, el primer ministro de Canadá Justin Trudeau había visitado al magnate en su mansión floridiana de Mar-a-lago para tratar de entender si este hablaba en serio cuando amenazaba con imponer tarifas a productos canadienses si ese país no detenía la inmigración ilegal.
“Los aranceles sobre todo lo que venga de Canadá harían la vida mucho más cara” para los estadounidenses, dijo Trudeau.
En tono de burla y delante de él, Trump llamó al primer ministro “gobernador del gran estado de Canadá”, insinuando su anexión. El aludido trató de tomar el insulto como si fuese un chiste, aunque no lo era.
Otra falta de respeto de Trump a quizás el más importante aliado de nuestro país. Sus adeptos reaccionaron con júbilo como si fuese una prueba del carácter de su objeto de admiración. Lo es, lamentablemente.
Pero ninguno de estos insultos se compara con la amenaza de Trump de tomar posesión del Canal de Panamá.
Este conecta el Atlántico con el Pacífico; es una arteria crítica del comercio mundial y genera aproximadamente una quinta parte de los ingresos anuales de ese país. El gobierno de Panamá controla el canal desde 1999 en virtud del tratado Torrijos-Carter, después de un período de administración conjunta con EE.UU., que lo construyó en 1914. Es la base de su existencia como nación latinoamericana soberana.
El líder estadounidense implicó que podía presionar a un país soberano a entregar territorio. “Exigiremos que se nos devuelva el Canal de Panamá, en su totalidad y sin cuestionamientos”, dijo Trump, si Panamá no recorta las tarifas de tránsito.
La respuesta de Panamá fue un rechazo inmediato, pero la disputa en desarrollo ya causó una crisis financiera que amenaza con expandirse. Sus bonos han caído tras las rebajas de calificación crediticia soberana.
Esa crisis caería como un boomerang sobre el comercio estadounidense.
Los países del continente deben oponerse de manera conjunta a ese atentado contra la estabilidad global y rechazar el lenguaje colonialista de Donald Trump. Es otro eslabón en la cadena de ideas espontáneas que Trump saca de su manga sin pensar en las consecuencias ni en el daño al país ni en el caos que está sembrando a un mes de asumir la presidencia.