En el día de la mujer ‘gorda’, por Eileen Truax

A 13 años de su primera publicación

Feliz día de la mujer. Tengo una hermana de 17 años. El otro día entré a su perfil de Facebook y me encontré un álbum de fotos de ella con sus amigas: un grupo de jovencitas alrededor de los 18, todas con cuerpos esbeltísimos y bikinis entallados, asoleándose junto a una alberca. Juro que habría que hacer un esfuerzo notable para identificar el sitio donde alguna de ellas acumulaba algún gramo de grasa corporal; sin embargo, en cada foto al menos una de ellas comentaba algo como esto: “¡Ay no, qué horror, me veo gordísima!”.

Recordando esta anécdota, elegí la foto de Marilyn Monroe que acompaña a este artículo. Marilyn es sin duda el ícono sexual del siglo XX, pero viéndola bien: ¿Quién la contrataría hoy como modelo de trajes de baño? ¿Qué jovencita diría que ese es el cuerpo que quiere tener cuando sea grande? En serio, “quitándole” la cabeza, ¿es este un cuerpo de película (de hoy)? Me parece que en algún lugar perdimos el rumbo.

En el mundo de hoy gobiernan los flacos. Así lo dicen la televisión, el cine, las revistas y los anuncios comerciales. Las mujeres exitosas son muy delgadas; pueden no ser muy bellas, o no muy jóvenes; pero si se conservan esbeltas, son dignas de cualquier esposo, posición laboral o cargo público.

La presión, aunque está ahí para todos, en realidad pesa más sobre las mujeres. Muchos de los poderosos empresarios o grandes actores tienen sobrepeso, pero son respetados. Los acompañan mujeres delgadísimas, a las cuales nunca se les asoma una “llantita” aunque hayan tenido tres hijos. En raras ocasiones vemos el caso opuesto: una mujer obesa en una posición de poder o que sea un éxito de taquilla y que además vaya acompañada por un orgulloso hombre esbelto.

Estos estándares han llegado a las tiendas de ropa. Los diseñadores más estrictos, que consideran sus piezas como obras de arte, no producen más allá de la talla 5 para no estropear su imagen. En las tiendas existe la talla cero, y las chicas sufren cuando lo más que consiguen es enfundar su cuerpo en una talla 3. Las tallas 9, 11 y 13 con frecuencia se encuentran en el área de “señoras”, o incluso en la de tallas grandes.

En la medida en que el acceso a los medios de comunicación se multiplica, el mensaje llega con más fuerza. Hace 25 años, cuando yo era adolescente, desconocíamos el significado de “bulimia” y “anorexia”. Mis amigas y yo íbamos a una alberca y nuestra preocupación era el color del traje de baño, no su talla. Éramos chicas perfectamente saludables; pero supongo que para los estándares de hoy, todas hubiéramos entrado en la categoría de “gordas”.

De acuerdo con cifras del Centro de Información y Referencia sobre Desordenes de la Alimentación, son cerca de 10 millones de personas las que actualmente padecen desórdenes alimenticios en Estados Unidos; de ellas, cerca de 9 millones son mujeres, la mayoría entre los 15 y los 26 años de edad.

Sin embargo la presión no sólo se instala entre las generaciones más jóvenes. Cada vez más mujeres de edad madura buscan mecanismos para bajar de peso y afinar la cintura, el vientre los muslos y las caderas. Nunca la industria de los productos para perder peso había alcanzado los niveles de prosperidad con los que cuenta ahora; se estima que en 2010 alcanzará los 68,000 millones de dólares en ventas.

El día de la mujer usualmente conmemora las grandes luchas de este género por el reconocimiento de sus derechos civiles y laborales, y el fin del sometimiento por motivos económicos o religiosos. Sin embargo en pleno siglo XXI y en un mundo globalizado, con el portafolios en una mano y el vaso de Starbucks en la otra, las mujeres seguimos sometidas, esta vez por algo tan banal como nuestro propio aspecto.

Creo que mientras no nos volvamos a ver como realmente somos, no tenemos nada que festejar. No hay emancipación, derecho a votar, acceso a la política ni campañas contra la violencia que valgan, mientras sigamos ejerciendo contra nosotras tal violencia psicológica.

Mientras en nuestro propio hogar, entre nuestras amigas o hermanas, no hagamos más que hablar de dietas, ejercicios y kilos. Mientras sigamos creyendo que todas las mujeres gordas están gordas por su culpa, por ser flojas y no aguantarse las ganas de comer, y que todas las flacas son muy saludables.

De ninguna manera pretendo hacer una apología de la obesidad. Estoy convencida de que la base de la autoestima de la mujer radica en su capacidad de estar saludable; comer de manera balanceada y hacer ejercicio son factores indispensables para su salud.

Sin embargo considero importante que las mujeres de cualquier edad empecemos a usar la objetividad y a estar orgullosas de quiénes somos. Que dejemos de usar el eufemismo “gordita” al referirnos a alguien, como si “gorda” fuera un insulto y no una descripción. Que dejemos de asociar la obesidad con la falta de inteligencia.

Podríamos empezar por decirle a nuestras hijas que es normal que a los 20 años no les queden los pantalones que se ponían a los 15, y que nosotras mismas aceptemos que tal vez no podremos volver a usar esos jeans que usábamos a los 30 y que siguen guardados en el clóset esperando un milagro; y que eso no significa que estemos gordas. Y que si sí lo estamos, eso no significa que estemos feas.

No vamos a tener el cuerpo de quienes salen en las revistas y no podemos evitar las estrías ni las arrugas.

Con cada año que pasa es más difícil bajar de peso, y hasta la mujer más flaca tiene celulitis en alguna parte del cuerpo. Estos detalles que nos obsesionan ocupan parte de nuestro tiempo y nos absorben energía, cuando en realidad son pequeños comparados con nuestra sonrisa, con lo que proyectamos cuando estamos con alguien a quien queremos, con las curvas de nuestro cuerpo o el efecto que causamos cuando nos ponemos un vestido bonito, una falda corta o unas botas altas, y entramos partiendo plaza a un restaurante.

¿Recordamos todas esa sensación?

Hagámoslo más seguido. Cuando logremos vernos desnudas ante el espejo y sonreír, entonces sí: feliz día de la mujer.

Autor

  • Eileen Truax

    Periodista mexicana con más de 25 años de trayectoria. Inició su carrera en México y en 2004 se mudó a Estados Unidos, donde durante 18 años se especializó en la cobertura de migración y política. Su trabajo se ha publicado en medios como The Washington Post, Vice, El Universal (México), Proceso, El Faro, Gatopardo y 5W, entre otros. Ha cubierto cuatro elecciones presidenciales en Estados Unidos y ha publicado tres libros periodísticos con ediciones en inglés y español: Dreamers, la lucha de una generación por su sueño americano; _Mexicanos al grito de Trump. Historias de triunfo y resistencia en Estados Unidos; y El muro que ya existe. Las puertas cerradas de Estados Unidos. Sus textos se han incluido en otros ocho libros colectivos, y es editora de Una Lucha Compartida, un texto biográfico sobre la activista feminista Lucha Castro. Eileen es directora de contenido del Congreso Internacional de Periodismo de Migraciones, que se celebra anualmente en España. Ha impartido talleres y conferencias en más de 30 universidades en América Latina, Estados Unidos y España, y para entidades como la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), DW Akademie, Thomson Foundation y European Press Prize. Es fellow del programa Knight-Wallace for Journalists de la Universidad de Michigan (2019-20), y miembro vitalicio de la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos de Estados Unidos (NAHJ). Actualmente vive en Barcelona, donde imparte clases en el Máster de Periodismo Literario y en el programa StudyAbroad de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB)./

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6 comentarios

  1. Rosario, gracias por leer.

    Manny, creo que a varios nos pasa. No, Marilyn no era gorda, era «normal». El problema es que nuestro parámetro de normalidad cambió. Una pena.

    Saraí, pues yo creo que a todas: o juzgamos, o somos juzgadas con esos criterios. Gracias por leer.

    Ángel, mil gracias por el comentario. Ojalá hubiera más hombres como tú, que no sólo aprecian la belleza natural de una mujer, sino que hablan sobre ello, que ponen el tema sobre la mesa. Coincido contigo: los jueces más rigurosos siempre somos nosotras.

    Lu, qué frase tan bonita. Yo también creo eso: cuando una se sabe sensual, lo proyecta. Pero eso todas lo sabemos; es sólo que allá afuera se empeñan en hacer que lo olvidemos.

  2. Justo tenía una plática sobre esto con las chicas con las que vivo, ambas, mucho más esbeltas que yo.Y tienes toda la razón, tenemos los estereotipos amalgamados con las neuronas, y es difícil quitarse los prejuicios.

    Pero me siento feliz por mí, porque si bien tampoco veo mucho que «festejar» este día, sí estoy consciente de lo que soy, y de que el lugar donde comienza la sensualidad de una mujer, es en sus propios ojos.

  3. A pocos temas les he dedicado mas tiempo que a este, tu lo sabes. Estoy de acuerdo a que en años recientes esta situación se ha agudizado. Al igual que tu, no recuerdo que mis compañeras de secundaria (hace ya bastantes años) hayan estado preocupadas al grado que muchas adolescentes actuales lo están. Y las cosas no parecen mejorar, ya que la preocupación que no existía en ese momento ahora se tiene con creces y se refuerza en cada esquina y a cada momento.

    Este es un tema que atañe tanto a hombres como a mujeres, definitivamente. Y lo mas curioso es que muchas veces las mas exigentes y despiadadas con los estándares de imagen son las mujeres con ellas mismas y sus congéneres. Algunos hacemos lo posible por recordarles que se están creyendo una mentira, pero las primeras que necesitan recordarlo son ustedes.

    Felicidades por el post.

    Un abrazo

  4. Great article, si no hubieras mencionado el nombre de la modelo no la hubiera reconocido de alguna manera ya tengo en mi mente a Monroe con una figura esbelta (flaca) y olvide que las mujeres con curvas era la imagen sexy de los 50’60 y 70s .

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