Jacob Blake y el ciclo de la reforma policial
El ambiente de confrontación y hostilidad causa que la violencia sea considerada una solución. Que los afroamericanos sean los primeros blancos de ese concepto no sorprende. Pero no son ni serán los últimos
A Jacob Blake, un hombre afroamericano de 29 años, un policía en Kenosha, Wisconsin, le disparó siete tiros a quemarropa en la espalda cuando trataba de entrar a su automóvil y en presencia de sus tres niños. Aquí está la foto.
Racismo sistemático
Blake sobrevivió, pero está paralizado. No volverá a caminar, dijo su madre. Los dos agentes implicados fueron temporalmente suspendidos, como es de rigor en estos casos. El abogado que contrató la familia dice que deben ser despedidos de inmediato.
El problema es que “estos casos” siguen sucediendo y siguen indignando a la opinión pública. Se trata de policías blancos hasta ahora impunes que se sienten con la autoridad suficiente para decidir la vida de hombres negros. Que hieren o matan a otros seres humanos sin pensarlo dos veces. Que son parte del “racismo sistemático”.
No es nuevo, lo sabemos. Sucede desde que somos país.
Después de todo, los afroamericanos en Estados Unidos fueron esclavos hasta hace escasos 154 años.
No es como antes
La diferencia es que ahora cada persona tiene un celular, y en el celular una cámara de video. Filman el incidente y lo publican en las redes sociales. La evidencia ya no puede desaparecer. Millones la ven.
Y la diferencia ahora es también que de tantos asesinatos a manos de las “fuerzas del orden”, la población ha perdido la confianza que antes tenían en que los policías hagan lo justo. Es más: han perdido la confianza de que hagan lo legal.
Ese mismo día, se renovaron las protestas en Kenosha contra la brutalidad policial, que iniciaron luego del asesinato de George Floyd en Minneapolis. También se ampliaron a Portland, Oregon, y a otras ciudades. Centenares de manifestantes desafiaron el toque de queda. Nuevamente vándalos incendiaron automóviles y rompieron vidrieras. Ladrones robaron otra vez tiendas. Son la escoria humana y quienes otorgan al supremacismo blanco sus excusas.
Y nuevamente, llegan las tropas de la Guardia Civil a una ciudad estadounidense, Kenosha.
La respuesta federal fue unos tweets del presidente Trump en donde ataca a la gobernadora demócrata de Oregon por no utilizar tropas para reprimir a los manifestantes.
Y Donald Trump Jr., hijo del Presidente, quien lo prepara como heredero, informó en Twitter el pasado criminal de la víctima cinco años atrás, como si ello justificara ese intento de matarlo.
Las reacciones oficiales
El Departamento de Justicia estatal anunció que investiga el caso. El gobernador Tony Evers, un demócrata, criticó la acción policial.
Y en una conferencia de prensa pública, este martes, el abogado de la víctima presentó a sus familiares, quienes con extraordinaria lucidez y claridad expresaron su solidaridad con otras víctimas del racismo, a quienes llamaron familia, y en medio de las lágrimas nos dijeron que no sienten tristeza, sino ira.
Recordemos además el inicio de todo el incidente: era una pelea entre dos mujeres. Jacob Blake detuvo el SUV gris donde llevaba a sus hijos y trató de intervenir, de mediar. Llegó la policía. Pidió cuentas precisamente a Blake. Quizás les dijo que él no tenía nada que ver. Y de pronto, supuestamente, los ignoró y se encaminó a su coche.
Un error que quizás le cueste la vida.
¿Qué tienen que hacer?
Lo mejor que pueden hacer las autoridades y quienes son responsables por esta concatenación de acontecimientos, es dejarse de pedir paciencia, dejarse de esperar que las protestas desaparezcan por sí solas como por milagro, y obrar con celeridad para devolver al público la confianza. Empezando por el despido del autor del tiroteo.
Es un hecho que el surgimiento del apoyo a una reforma policial fue paralelo a las protestas de los últimos meses y dirigidas a acallarlas. Un vez tranquilizada la gente, el tema fue relegado. Otra vez.
Es una reacción política en cadena:
- Suceden estos actos de violencia policial.
- Protesta la comunidad afroamericana en las calles. Algunos de ellos vandalizan su propio vecindario. La mayoría de ellos ahuyenta a los vándalos.
- Se asusta la clase gobernante y anuncia cambios y pedidos de justicia en algún futuro ignoto. Piden perdón.
- Se despiertan los supremacistas blancos temerosos por la pérdida de sus privilegios. Reclaman por su porción.
- La clase gobernante prefiere callar. Aquí, no pasó nada.
No se puede seguir así
Con cada acto de brutalidad policial, con cada demostración de profundo racismo y sensación de inmunidad, crece la conciencia de que en la situación por la que atraviesa el país, si no reaccionamos con vigor contra esto, se van a expandir. No es estable. No es sostenible.
Y los gobiernos deben darse cuenta de que los tiempos cambiaron. Ya no les es posible callar y simular que todo va bien. Deben reaccionar y aclararnos de qué lado están.
Esa sensación de superioridad y desprecio por la vida ajena que mostraron los policías es la misma presente en la separación de miles de familias inmigrantes que piden legalmente asilo. En el encierro de sus hijos en jaulas. En su entrega ilegal a adopción. En la desaparición de los documentos. Es la misma que guió al gobierno a utilizar tropas federales para reprimir las protestas. La que hizo que William Barr, el secretario de Justicia y por ende el último que podía tomar una decisión así, al enviar tropas para despejar la Casa Blanca de manifestantes para que Trump, acompañado de un general en ropa de combate, pudiese agitar una Biblia (al revés) frente a una iglesia.
Qué piden los activistas
Pero hubo avance. Antes de la muerte de Floyd, solo los activistas hablaban de esto. «Black Lives Matter» era una frase prohibida. Hoy, hasta el partido Demócrata lo adoptó. Algo.
No es lo único. En municipios de todo el país, se aprobaron planes para reducir los presupuestos policiales, y aumentar los de educación. Se otorgan poderes reales a comités civiles que inspeccionen las acciones policiales. Se están removiendo símbolos de la Confederación. Varios departamentos de Policía han prohibido la táctica del estrangulamiento, que llevó a la muerte de Martin. Incluso por iniciativa de los propios jefes.
Sí, es un avance de maquillaje, por arribita. Para que no cambie nada.
Para que realmente haya un avance, las acciones de supresión de votos utilizadas por los gobiernos para impedir la participación cívica de la comunidad negra deben desaparecer. Y los gobiernos deben invertir todo lo necesario para que los barrios de afroamericanos tengan un sistema de educación bueno, acceso de vivienda de bajo costo y atención médica.
Los activistas dicen que falta mucho para ello. Su sensación es que para la clase gobernante, las vidas afroamericanas no importan.
Pero, por supuesto, las vidas afroamericanas importan. El ambiente de confrontación y hostilidad que estimula el presidente desde 2016 causa que la violencia sea considerada una solución. Que los afroamericanos sean los primeros blancos de ese concepto no sorprende.
Pero no son ni serán los últimos.