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Majarí majará, un cuento de Liza Rosas Bustos

Pedro y Luis son una pareja de bailarines cubanos retirados que reciben, oh milagro, la visita  del fantasma del poeta cubano Reinaldo Arenas, el cual les ofrece concederles dos deseos con responsabilidades. El encanto consiste en que pueden elegir vivir en dos lugares de Manhattan que pueden escoger ellos, en dos épocas distintas, con una condición.

A cada sesión mágica deberán dedicarles cinco años de vida común.

Es así como, después de mucho discutir (A Pedro le encanta Madonna y a Luis le encanta Celia Cruz) deciden dos épocas y dos lugares: la primera residencia es el Upper East Side en 1975 durante el apogeo de la Fania Records ; la segunda residencia  es Chelsea, 1990 durante el apogeo de Madonna.

“Majarí, majará”. Ahí están Pedro y Luis durante los años 70, con ropa de los 70 y departamento al estilo de los años 70, escuchando encantados canciones de La Lupe y de Machito. Comen, pasean, bailan Bougaloo en el departamento del Upper East Side. Cuando salen al Parque Central de la mano, los transeúntes los miran, se burlan, los hostigan. Mala cara. Cuando les preguntan estado civil, mienten en coro: “Somos compañeros de cuarto”. En la calle no se pueden dar la mano.

Esconden los agarrones, los besos y las manotadas que en 2010 se podrían dar en la calle a todo dar. Esto incrementa la pasión y la complicidad. No hay desplantes, tampoco escándalos, solo el silencio público que descarta las peleas para más tarde, afilando las ganas tras llegar de la casa y dar rienda suelta a la pasión que los restringe.  Viven horriblemente felices durante los cinco años de encanto.

“Majarí, majará” a los cinco años el turno es de Pedro. Ahí van,  viviendo su rutina en un loft de Chelsea. Salen a la calle de la mano, gritan en las protestas y marchan en los desfiles. Cantan canciones de Madonna, decoran la casa con posters de Madonna y se visten de drag como Madonnna. Todo va viento en popa hasta que Pedro le cierra el ojo a un vecino en 18th Street el cual le da un agarrón. Luis se enrojece de rabia, lo grita en la calle, lo increpa, lo amenaza que se va. Se devuelve al departamento. No se hablan por una semana.

Después se venga Pedro, conversando pegadito con el conserje emparejado del edificio asegurándose de que Luis lo vea. Esto enfurece a Pedro y en una explosión de gritos, corre al loft y le tira sus cosas a la calle. Cruzado de brazos le dice: “Este es mi deseo. Yo aquí mismito me quedo”.  Luis busca un cuarto y no se hablan hasta que pasan los cinco años. Pedro y Luis nunca llegan escuchar a Madonna a todo dar, menos verla en concierto o bailar Holiday en su departamento de Chelsea. Alcanzan a vivir sólo tres semanas juntos… ninguno de los dos se aguanta ya más…

Luis se muda con el vecino de 18th Street.

Autor

  • Profesora chilena (Valparaíso, 1970). Reside en Nueva York (EUA) desde hace doce años y ha sido habitante del estado de Oregon hace diez. Ha colaborado para el periódico literario Puente Latino, Hoy de Nueva York. Formó parte del Espacio de Escritores del Bronx Writer’s Corps. Cuentos suyos han aparecido en las revistas Hybrido y Conciencia. Sus poemas, ensayos, artículos y cuentos han sido publicados por la Revista virtual Letralia de Venezuela. Sus poemas aparecen en las publicaciones mexicanas La Mujer Rota y la Revista Virtual Letrambulario además de Centro Poético, publicación virtual española. Obtuvo un Doctorado en Literatura Hispánica y Luso Brasileña en Graduate Center, City University of New York. Actualmente vive en Portland, Oregon y se desempeña como profesora de lenguage dual en Beaverton High School.

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Un comentario

  1. Me gusto ese cuento, o ese experimento social, es cierto que mientras mas el tiempo pasa mas libertad tenemos, lo malo es que yo vivi la discriminacion de los 70 y la libertad de los 90 y ahora la lucha por mas libertad en el 2010, me encantaria gozar de esa libertad de ahora teniendo 16 años de nuevo, recomenzar con la libertad de ahora y la inocencia de los 60, creo que seria un ser humano distinto, como van a ser los seres libres del futuro. La inocencia de los 60 esta perdida para siempre, aunque todavia se puede vivir en Cuba y en pueblos del interior de cualquier pais.

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