México: ¡Vuelven los sindicatos!

Cuando las maquiladoras empezaron a llegar masivamente a México surgió la cuestión de la sindicalización. Algunas empresas querían un sindicato porque preferían tratar con una voz y no con cientos de voces. Al parecer para ellos la administración se simplificaba con un sindicato con el que se establecían reglas del juego. El líder sindical más activo en Ciudad Juárez declaró que no tenía problema con quién si y con quién no, que a él lo que le interesaba eran las cuotas de los trabajadores. Otras empresas no querían sindicato y para eso el gobierno mexicano, violando la ley, se comprometió a cumplir con su deseo a cambio de los empleos que crearían. Esto se logró porque muchos en el gobierno piensan que las leyes se hicieron para violarlas.

Los organizadores de la AFL-CIO trataron de apoyar sindicatos para luchar contra el TLCAN. Se rompieron la cabeza tratando de entender el sistema mexicano y fracasaron.
Estados Unidos resiente un clima antisindical severo que es tal vez el coletazo de la fiebre anti comunista. Por eso sonó como gran sorpresa cuando hace unos meses un grupo de trabajadores crearon un sindicato en una tienda de Starbucks yendo contra la férrea oposición de la empresa. Y la semana pasada, también en contra de la empresa, que gastó 4 millones de dólares en expertos anti sindicato, se creó un sindicato en una sede de Amazon, lo que para algunos representa un revivir sindical.
Amazon es notoria por violar la ley para despojar a sus empleados de sus derechos y su dueño se ha convertido en el hombre más rico del mundo gracias a la ingeniería de explotación que intensifica el nivel de explotación obrera en sus plantas, creando un nivel de estrés que enferma a los trabajadores. En el extremo de la explotación hay choferes que tienen que orinar en el vehículo para no perder tiempo. Esa ingeniería despide a los empleados que reclaman protección y las condiciones de estrés han provocado 189 intentos de suicidio –algunos exitosos- en cinco años, según datos de 2019. Amazon prefiere pagar multas a darle derechos a los trabajadores, a pagarles bien y a respetar sus condiciones humanas, como ser un descanso apropiado.
Es evidente que esta empresas llevan la sobreexplotación a un extremo inhumano, mientras son generosos con los ejecutivos que sostienen posturas rabiosamente anti sindicales.
Walmart, el más anti sindical, le paga a su CEO $1,272,000 de salario, bono de $3,816,000, $15,827,794 en stock y $282,984 en otras formas de compensación. Starbucks le aumentó a su CEO en 39.3% su salario de $14.67 millones para alcanzar $20.43 millones el año pasado. El CEO de Amazon ganó $212 millones mientras que el salario medio de los trabajadores alcanza a 28,446 dólares por año. Según el marxismo clásico esos ingresos desaforados son resultado del trabajo que no se les paga a los empleados.
Las grandes empresas estadounidenses como Netflix o Amazon han aumentado sus precios culpando a la inflación, aunque sus ingresos y ganancias han superado por mucho la inflación. Como dice el senador Sanders, el problema es la codicia empresarial, cuyo apetito pantagruélico abusa de los trabajadores y de sus consumidores.

Para reducir el escandaloso nivel de desigualdad que existe hoy en Estados Unidos y reconstruir la clase media que desaparece, debemos establecer un impuesto anual sobre la riqueza extrema del 0,1% superior.

En El Capital, Marx aboga por la jornada de trabajo de 8 horas basándose en información sobre la afectación de la calidad de vida de los trabajadores más explotados, destacándose por ejemplo perdida en la estatura. La clase obrera conquistó esa limitación a la jornada de trabajo, pero la explotación del capitalismo salvaje no terminó ahí.
En México, a partir de 1975 el salario real, calculado contra la inflación, cayó sistemáticamente, al grado que ya entrado el siglo XXI el mexicano promedio vivía peor que sus abuelos y un trabajador asalariado vivía debajo de la línea de pobreza. Cuando fui director de El Colegio de Chihuahua había empleados que con dos salarios en la familia. Había semanas que sólo les alcanzaba para comer papas cocinadas con una fogata de leña porque no les alcanzaba para comprar gas. El gobierno de AMLO se ha empeñado en aumentar el salario. Una medida que además de ser necesaria para activar el mercado, es una condición del nuevo acuerdo comercial con Canadá y Estados Unidos porque los sindicatos en Estados Unidos piensan que el aumento salarial en México frenará la fuga de empleos de Estados Unidos.

30 de septiembre de 2011 (día 13): miles de personas llenaron hombro con hombro en Liberty Plaza. Algunos se sintieron atraídos por un rumor (incorrecto) de que Radiohead tocaría en un programa sorpresa. Cualquiera que sea la motivación inicial, la asistencia se mantuvo fuerte una vez que se supo que no habría invitados famosos. Los miembros del Sindicato de Trabajadores del Transporte expresaron su solidaridad con la multitud y se unieron a la protesta por primera vez.

Los sindicatos son un medio de lucha de los trabajadores para protegerse de la voracidad de los capitalistas. Aunque en muchos lados se ha desvirtuado su lucha se justifica su existencia y se requiere que se amplíe su presencia.
Muchos sindicatos no son democráticos y ese es un reto para la clase obrera, pero aún un sindicato no democrático es mejor que una masa de trabajadores inermes ante el capitalismo de amiguetes que arrasa con el ambiente y la calidad de vida de la gente.

Autor

  • SAMUEL SCHMIDT. Research Fellow en LLILAS, University of Texas, Austin. Miembro fundador del Instituto para Estudios del Futuro. Pos doctorado en Historia Latinoamericana por la Universidad de California en Los Angeles, Dr. En Ciencia política por la UNAM. Maestría en Ciencias Sociales, Universidad Hebrea de Jerusalén. Autor de 52 libros, más de 1,000 artículos. Creador de los conceptos crimen autorizado, tejido político, estado suplantado. Experto en humor político, análisis de redes políticas y crimen autorizado o la relación entre crimen y política.

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