Mi salud como objeto de mercado, por Samuel Schmidt
El capitalismo salvaje arrasa con todo y lo hace con la salud, tal vez porque la gente está más propensa al abuso, porque se vuelve vulnerable. Es obligación del Estado poner un coto a esa ambición que está cobrando vidas
La medicina para el colesterol (estatinas) me causó una reacción adversa que lastimó los músculos llegando al extremo de debilitar mi capacidad de caminar.
Un médico me declaró que no sabía explicar dolores “móviles”. Hasta que otro médico dijo que suspendiera las estatinas. Mi cuerpo entonces empezó a respirar y los dolores a desaparecer. Es interesante que ningún médico me dijo que ese era un efecto secundario conocido con esos medicamentos.
El médico de cabecera dijo que los niveles de colesterol que tengo pueden manejarse con dieta y ejercicio, pero para estar seguros solicitó una prueba para medir el nivel de calcio en las arterias del corazón.
El resultado fue bueno, pero el reporte del laboratorio indicó que había una anormalidad y recomendaban una exploración adicional. A mi no me sonaba correcto. El médico preguntó si había molestias y la respuesta fue negativa, pero ya metidos en la preocupación por la salud fui a ese mismo laboratorio a que hicieran la exploración, y resultó que la anormalidad, un “crecimiento”, era una vena.
Aquí se abren tres posibilidades: Primero, la vena podía interpretarse mal. Luego, el intérprete es incompetente. O bien quizás se manejó la información, cuidadosamente, de tal forma que les generara un poco más de negocio: el costo del segundo examen es de 740 dólares. La respuesta está en una combinación de las tres opciones.
Todo esto fue en Austin, Texas, aquí, en Estados Unidos.
Mucho se habla sobre la condición del mercado de la salud y es que es exactamente eso, un mercado. Los médicos, los laboratorios, los centros de diagnostico, las farmacéuticas, están para hacer negocio, pero con tasas de ganancia espectaculares.
A esto hay que agregarle a las aseguradoras que imponen primas de grosería, al grado que hay especialistas que están abandonando esa parte de la práctica castigada por las aseguradoras. Así, hay zonas en Estados Unidos que se han quedado sin obstetras. Agreguemos a los abogados que, persiguen a los heridos para cobrar fortunas.
Ese sistema es una fuente de dinero cuyo mal subyacente es que lo importante es el negocio y lo que menos cuenta es la salud de la gente. Y quién termina pagando por la ambición desmedida es la persona.
Un examen para prevenir males cardiacos no está cubierto por el seguro, aunque ayuda a manejar la atención del individuo. El seguro tampoco cubre un medicamento de uso popular contra la hipertensión y eso que cada una de cuatro muertes en Estados Unidos es por afecciones cardiacas.
La mayoría de los seguros no cubren el embarazo y parto porque se debe a una condición pre-existente, que se llama sexo y reproducción. Siguiendo esa filosofía deberían dejar de cubrir la vida porque también es una condición pre-existente.
En Estados Unidos se agrede cualquier iniciativa que implique meterle algo de humanitario al sistema de salud. Se le ataca como si fuera socialista limitar los abusos en todo el sistema de salud, e incluyo aquí el componente legal.
Es posible que en los países de medicina socializada haya algo de ineficiencia. Ahí no existe el incentivo de enriquecerse para ejercer la medicina y no creo que haya médico en Canadá, España o Inglaterra que viva en la penuria. Pero no creamos que en la medicina capitalista es mejor. En Estados Unidos hay una tendencia ascendente de demandas por malas prácticas médicas que llega a 85,000 demandas anuales.
CNBC cita un estudio de la Universidad Johns Hopkins que sostiene que más de 250,000 personas mueren anualmente en Estados Unidos por errores médicos y la cifra podría en realidad llegar a 440,000. Así, los errores médicos son la tercera causa de muerte después de problemas cardiacos y cáncer.
Y hay enfermos de cáncer que mueren porque la aseguradora se niega a pagar el medicamento.
La pregunta evidente es si los errores se deben a la presión por producir más, o si hay incompetencia. Un médico renunció a un gran grupo porque tenía una cuota de ocho pacientes ¡por hora!, con lo que según el no podía practicar buena medicina, es un garbanzo de a libra.
Una sociedad sana es productiva, feliz y asegura que haya armonía.
El capitalismo salvaje arrasa con todo y lo hace con la salud, tal vez porque la gente está más propensa al abuso, porque se vuelve vulnerable. Es obligación del Estado poner un coto a esa ambición que está cobrando vidas.
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