Por la tregua en Gaza
Un video dado a conocer ayer muestra a Romi Gonen, una de las tres jóvenes rehenes israelíes liberadas este domingo por Hamas, ya acompañada por su madre, gesticulando con emoción frente al teléfono: “¡Papá, volví con vida, volví con vida!” Otra toma muestra a Emily Damari aferrada a su madre y repitiéndo a alguien en su teléfono «¡Sobreviví! ¡Sobreviví!» y alza su brazo derecho como si festejara un gol, pero a la mano le faltan dos dedos, que una bala le arrancó el día de su secuestro.
Las imágenes hacen brotar las lágrimas. Esta vez, de alivio. En Tel Aviv, donde durante más de un año miles de familiares, amigos y simpatizantes de los 251 hombres, mujeres, ancianos y niños secuestrados se manifestaron por su liberación, allí festejan.
Es el comienzo del fin de la guerra. Aunque todavía haya decenas de rehenes, quizás 90 de los cuales la tercera parte están muertos y se negocia la entrega de sus cuerpos.
En Gaza, los habitantes caminan por las calles polvorientas y buscan en dónde estaban sus casas. La destrucción es total, espantosa. Barrios completos fueron arrasados por bombardeos. Decenas de miles de muertos palestinos, la mayoría de ellos mujeres y niños, una masacre terrible que magnificó la perpetrada por los atacantes terroristas del 7 de octubre en poblados israelíes fronterizos. De manera que se agregaron a los 1,195 israelíes asesinados aquel día fatídico, de ellos unos 900 civiles, y varios centenares de soldados desde entonces. Como se sabe, hubo protestas y ataques y subsiguiente represión también en la Cisjordania, con un saldo de centenares de palestinos asesinados. Aquí resalta el papel nocivo de colonos israelíes que conforman una especie de milicia armada cuyas acciones son aguantadas por el gobierno actual.
Noventa reos palestinos fueron puestos en libertad el domingo, el primer grupo de un total de casi 2,000, a cambio de 33 secuestrados israelíes.
El fuego cesó, pero la tragedia persiste.
En el primer día de implementación del acuerdo, 700 camiones con ayuda humanitaria entraron a la Franja con alimentos, medicinas, materiales de construcción. Son una gota en un mar de necesidades.
La guerra iniciada por Hamás y otros grupos militantes palestinos y aumentada por un gobierno israelí obsesionado por la venganza ha traído muerte, destrucción y dos pueblos desesperados y sin respuestas.
La pacificación de Medio Oriente es un interés estadounidense primordial y eso lo entendieron tanto el ex presidente Biden como el actual Trump. Su cooperación en la consecución del acuerdo fue un acto único y probablemente irrepetible de sentido común. El logro es de las partes involucradas, pero la mediación estadounidense fue imprescindible y el agradecimiento corresponde a ambos mandatarios.
No les guía una sed altruista de paz y tranquilidad, pero sus intereses ahora se alínean con la pacificación, pasando por una alianza de Israel con Arabia Saudita, contra el eje iraní (con Rusia de su lado, etc.).
Lo reconoció ayer en la toma de posesión de Trump, durante las bendiciones al final de la ceremonia, el rabino Ari Berman, quien instó a la audiencia de dignatarios a rezar por la vida de los secuestrados aún en cautiverio. Lo reconoció el mismo Trump cuando presentó a familiares de los rehenes todavía en poder de Hamas.
Por más lejos que esté esa zona, estamos atentos a lo que allí sucede, mucho más que en otros focos de conflicto global.
El acuerdo no significa la reconciliación entre los dos pueblos. Ni siquiera estipula el final de la guerra. Y recién en dos semanas, si todo va bien, comenzarán las negociaciones para la segunda etapa en la que más rehenes y presos serán puestos en libertad, y los cuerpos de los muertos entregados a sus familias. La constitución actual del gobierno israelí promete más obstáculos en el camino, y su liderazgo debería priorizar la vida de los rehenes aún cautivos.
Sin embargo, constituye un paso adelante gigantesco. Los disparos cesaron. Las tropas israelíes están en retirada de los focos de población palestina. Más familias de rehenes se preparan para su retorno.
Y con toda la gente de buena voluntad, hago votos para que el cese de fuego persista y los ánimos caldeados aminoren paulatinamente. Porque son demasiadas muertes sin sentido.