Salimos a caminar

Esta mañana fría de Navidad, salimos a caminar y conversar. Yo hablaba en silencio, vos con mucha energía en un lenguaje creativo, esta foto la sacó tu madre, mi hija, con quien toda la vida caminamos dialogando. Pero entendí tu pregunta, “¿Mi vida será como este camino, Abu?”. Así es, mi niño, te contesté. Y seguí elaborando. Tienes un sendero con curva para seguir caminando, a veces corriendo, pero en sí un camino largo, en el cual espero siempre irradie el sol, aunque, seguramente, a veces lo tapará alguna nube. Estas piedras que ya vas pisando, trata que sean diminutas y lleva contigo un martillo de valor, resiliencia, amor y solidaridad para que cuando sean grandes y te entorpezcan la marcha puedas convertirla en pedazos diminutos como estos, y que quienes amas y te solidarizas te ayuden en la tarea. Seguro de tus pasos, te concentrarás en la marcha, fijándote en los espinos del lado del camino, escuchando a los pájaros, que como hoy los nombras con un nombre común “guau, guau”. Vivirás inviernos de pastos amarillos y árboles sin hojas. Ese mismo prado será verde, los árboles se llenarán de flores y darán más fuerza a tu marcha. Cada hoja serán los millones de seres que cruzarán tu vida, no arranques ninguna de ellas, acarícialas y dales un beso, pues ellas te entregarán un dulce aroma que alegrará y compartirá tu vida. Yo te acompañaré hasta la puerta de hierro, protegiéndote, amándote y listo para entregarte mi todo. Jugando tus juegos, riendo tu risa, rejuveneciendo con tu niñez. Luego me quedaré mirándote andar seguro por el sendero, deleitándome con cada uno de tus movimientos. Con la tremenda alegría de haber compartido parte de tu trayecto, ayudarte a dar los primeros pasos, nuestras conversaciones, enseñándote a patear las primeras piedras, o arrojarlas a lo lejos. Pero siempre seguiré observando y amando a un pequeño que es parte y uno de los mejores logros del largo camino que está atrás mío y del cual recién te incorporaste.

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