Sammy Sosa y el sueño americano
Sammy Sosa, el legendario jugador de beisbol, me dicen, se pasó lavandina por la piel para volverse blanco.
Quizás sí, quizás no. El lo niega. Acá hay unas fotos, de antes y después:
Aquí,en YouTube, se puede ver la reacción de la gente.
En aquel entonces, en la última entrega del Grammy Latino en Las Vegas, a comienzos de mes, el ex Chicago Cubs, ex White Sox, ex Rangers y ex Orioles apareció como blanco.
Me equivoco o en las fotos de no hace mucho aparecía como quien es, Samuel Peralta Sosa nacido en 1968, un dominicano afrocaribeño, de piel y ojos oscuros y rasgos inconfundibles, y en esta, la nueva está con el cutis como el mío, es decir blanco como este papel, los ojos así de chinito, la nariz delgada y todo él cursi, snob y occidental como se debe, ¡y con ojos verdes, y el pelo lacio! ¿O me parece? ¿Es su cara o es una cara ajena? Porque quizas esté arrastrando una cara que no es la suya…
Hace unos años leí un libro sobre Sammy Sosa escrito por un colega, colaborador en La Opinión. La biografía, fluida, no innovaba mucho; ni siquiera era controversial: mostraba a un muchacho consciente de su condición y sus orígenes, que desde San Pedro de Macoris se esmeró, se esforzó, triunfó y cumplió el sueño americano. ¿No? ¡Asi se hace, decia el libro, usted también puede hacerlo!
Pensándolo bien, la última etapa en el sueño americano parece ser cambiar la apariencia para parecerse al grupo que ostenta todavía los mayores privilegios en Estados Unidos: los varones blancos. O como le llaman por allá, los caucásicos (los de Georgia, Armenia y Azerbaiján, que no son blancos.)
También los llaman — ¿lo digo? – los arios.
¿Y por qué? Obvio: para no ser discriminado, incluso para que no te deporten. O conviertan en esclavo: el éxito de la importación de negros de Africa para ser esclavos derivó de que por su color de piel inconfundible, si escapaban no podían esconderse en la población. Hasta ese momento, los esclavos eran blancos, pobres vasallos sajones. Pero se iban y no volvían nunca. Así se empezó entonces, en este país, a degradar a la gente de color. Así que los Sosa son muchos, hacen legión y hay que entenderlos. Como a los Michael Jackson.
Porque como la similitud es imposible de ignorar, también está Michael Jackson, el finado cantante y personaje controversial si hay pocos, el que se pintó la piel y cercenó la nariz y dejó de ser negro.
Sammy Sosa sería la versión hispana, o caribeña para ser más exótico, de Michael Jackson. Si es cierto lo del cambio.
Si ésta, sacarse la piel, es su etapa final, entonces, ¿qué demonios es el sueño americano?
Segun lo que se ve, a muchos inmigrantes les parece que es dejar de ser uno. Parecerse a quienes te promocionan. A quienes te venden lo que con tanto placer compras.
Es tener millones, en dólares.
O al menos más de lo posible en el país de origen.
Una casa propia, un carro por cada miembro de la familia. Y que sean del año.
Y que la casa tenga una yarda para lo de la carne asada.
Y una troca despampanante llena de enormes ositos felpa y TVs que se lleva al pueblo de origen en México, El Salvador… o la Argentina.
¡Aahh!! Ser una celebrity, ¡ser un famoso!
Ser famoso: hoy son famosos los jugadores de beisbol que se pintarrajean, los de fútbol que se drogan, los cantantes enjuiciados repetidamente por acoso sexual a niños, los campeones de tenis que arrojan la raqueta en la cabeza del “enemigo”, los boxeadores que muerden la oreja del contrincante, las actrices y cantantes que corren a adoptar niños en países africanos pobres… ¿me olvido de alguien?
Para muchos, el sueño americano es aparecer en las páginas de un diario. Cualquier página, hasta las policiales y por qué no, los avisos fúnebres.
Y hoy como antes, los actores y actrices que se casan para divorciarse y aparecer otra vez en las portadas… y claro, los políticos ya viejos del pasado, ya con peluca y moñito en lugar de corbata para parecerse a los payasos que son… ¿No? Esos son algunos de los famosos.
Porque si no se dieron cuenta, para los soñadores del sueño, la tierra de leche y miel ya no es Israel sino América… esa fantasía que es Estados Unidos.
¿Se dan cuenta entonces que el sueño americano es una fantasía individual? ¿Que para que sea realmente el pináculo, la altura del éxito (o como retorcieron la palabreja en América Latina: el suceso), los vencedores tienen que ser pocos, muy muy pocos?
En la cima están ellos, con los dueños del país, y en la sima todo el resto. Y el resto vitorea, aplaude y se regocija, porque, ea, uno de nosotros ha llegado a la cúspide aunque acá nos jodamos.
Allá arriba no se oye mucho. Las palabras llegan cortadas desde abajo. Y el soñado, el famoso, sonríe y abre los brazos como el Cristo Redentor brasileño. Alguien de su comitiva le filtra al soñado las críticas; otro le dice qué comer; otro le filtra las cuestiones de dinero. No importa, total, hay para él y su séquito hasta el fin de sus días.
Entonces, alguno le filtró mal, alguno le explicó mal y el hombre, que se retiró astutamente del juego activo poco después del apogeo de su carrera y poco antes de que estallara el último (por ahora) escándalo de los esteroides, se aclaró la piel.
Pobre Sammy Sosa. Lo atacan, no lo comprenden, le llaman traidor los mismos que hasta ayer lo vitoreaban, sólo porque él, llegó. Realmente, no escribo esto para acusarle de nada. Le tengo simpatía, en general: ni lo conozco, ni entiendo el béisbol.
El señor Sosa dice que la percepción de blancura de su tez se debió a la combinación de las luces de TV y una misteriosa (porque se negó a identificarla) crema cosmética que ha estando usando en los últimos meses para “ablandar la piel”.
Puede ser. Pero pasa algo raro: todo eso de las cremas y las lucecitas, jamás vuelven negro a un blanco.
Hace unos años, en la universidad, leí un estudio sobre los tipos étnicos, que concluía que los blancos rubios son una especie en extinción. Lástima, por las rubias.
Ser blanco, caucásico, “white privilege”, es entonces la punta de la pirámide, cada vez más estrecha.
Porque mientras Sammy Sosa se retuerce para explicar que no se enblanqueció y que todo fue una equivocación, aquí en Los Angeles la población latina – en la que yo, de tez blanca como este papel, me incluyo – ya es mayoría. Una masa que en estos días, vive, sin poder despertarse nunca, la pesadilla americana.
Ahora caigo! Sosa luce como Juan Gabriel, pero más
blanco. En cuanto a este articulo es lamentable
que Sosa quiera ignorar sus raíces. Ojalá que a
OBama no se le ocurra blanquearse la piel porque
entonces si estamos jodidos.
¿Has visto la entrevista en Primer Impacto que se trata de la piel de Sammy Sosa? Subí la primera parte a mi sitio. Te invito a visitar mi sitio para decirme qué te parece mis comentarios sobre este asunto polémico. ¡Gracias!