Sobre la objetividad y otras palabrejas
Los periodistas, no somos objetivos. Y eso está bien.
¿Qué?
Y eso que recién es febrero, y que faltan casi nueve meses hasta las elecciones.
En circunstancias similares a las actuales – política, Estados Unidos, hispanos -, de los profesionales de la prensa se espera “objetividad”. Pero pongo la palabreja entre comillas como si fuese una cita, o una cosa rara, porque es eso, y en el mejor de los casos, un alegato en defensa y protección de la indiferencia, del desprendimiento, y de lo que finalmente, favorece a aquello que ya existe y que es lo más cómodo.
De lo que se entiende que lo más serio es tomarlo como un chiste. Como por ejemplo lo hace la corporación republicana Fox News, cuyo lema es precisamente “balanced and fair”. Una broma.
Para dejar entonces de lado el trabalenguas, resumamos que sí ofrecemos la verdad. Y que nos debemos a la documentación y fuente de lo que dice cada quien.
Y que nos debemos más a nuestra gente, y que sí, tenemos opinión.
Como absolutamente toda la prensa política.
La expresamos en la selección de temas. En la división de fuentes. En la formulación de títulos. En el estilo de las notas. En la intención de la publicación.
Así que ahí va la confesión: nos interesa el progreso, el mejoramiento en lo que a nuestra gente le sucede. Su despertar político, su educación formal, su avance económico, su participación en sus propias vidas. Y nos gusta cuando sucede, y entristece cuando no.
Además: nos indignan los indignos, sean racistas, gritones, mentirosos, violentos, llenos de odio, gente sin control, sin consideración. Ignorantes, fascistas facinerosos, odiosos… ¿falta algún epíteto?
Los nombramos y los vamos a nombrar. Los denunciamos. Los buscamos, los empujamos. No los queremos. Lo dicho, no somos objetivos.
Mientras, celebraremos a los que se abren camino. A los que creen en cambiar sus vidas y las de los que los rodean, en su familia y comunidad. Los buscamos, los apapachamos, los nombramos y los queremos.
Así de simple.