Tercer rechazo de Parlamentaria a reforma migratoria

Por tercera vez, la Parlamentaria del Senado falló en contra de los millones de indocumentados que llevan décadas aguardando por regularizar su situación y meses por la respuesta de la funcionaria. Determinó que el llamado “Plan C” para conceder permisos temporales de trabajo y protección de la deportación a 6.5 millones de indocumentados no procede dentro del proyecto Para una Mejor Reconstrucción (BBB), porque supone sustanciales cambios de política pública y por su costo.

Es básicamente el mismo argumento que utilizó para rechazar en dos ocasiones previas planes que iban más allá y concedían incluso una verdadera vía a la ciudadanía para los 11 millones de indocumentados.

¿Es acaso una sorpresa? No, pues los elementos con que esta asesora del Senado ha contado para dictar su veredicto en ya tres ocasiones no le han importado, a pesar de las ventajas económicas, históricas, fiscales, laborales, culturales y demográficas que sí representan para Estados Unidos 11 millones de seres humanos que se levantan todos los días a mantener viva y activa a esta sociedad. Y uno se pregunta, ¿qué quiere realmente de los inmigrantes una nación del Siglo XXI para satisfacerse a sí misma y seguir compitiendo en el ámbito internacional en todos los rubros? Tal vez ni la Parlamentaria tiene idea y solo pone en práctica su constancia para el rechazo en torno a algo que no conoce, ni mucho menos siente como propio. Su decisión, estrictamente técnica, no toma en cuenta ninguno de los elementos sobre el aporte de los indocumentados.

La decisión de la Parlamentaria, empero, no cambia en nada lo que hemos venido argumentando: el liderazgo de la mayoría demócrata del Senado tiene la facultad de pasar por alto la recomendación de la asesora legal del Senado e incluir dicha vía a la ciudadanía en el paquete legislativo. Pero le falta la voluntad política para hacerlo y tampoco tiene los votos.

Es decir, ese liderazgo demócrata ha actuado como si no fueran mayoría. Y para no tener que lidiar con el espinoso asunto de legalizar a millones en esta oportunidad —que es realmente la mejor que se ha presentado en años—, se ha escudado no solo en la Parlamentaria, sino en la negativa de senadores demócratas como Joe Manchin, de West Virginia, y Kyrsten Sinema, de Arizona, para apoyar otros componentes del BBB, restando votos a la estrecha mayoría demócrata, no únicamente en esta, sino en otras propuestas legislativas.

Es ese mecanismo de las negociaciones internas a conveniencia la que no solo está minando la confianza hacia ese Partido Demócrata “moderno” que se supondría sería definitivo y contundente ya en el poder, sino que le da ventajas a sus contrincantes políticos que ya avanzan nuevamente en la senda de su retórica anti-inmigrante para catapultar una vez más lo peor que ha dado esta sociedad en su historia, plagada de xenofobia y racismo.

El jueves en la noche, tras revelarse el fallo adverso de la Parlamentaria, un grupo de senadores demócratas, encabezados por el líder de la mayoría del Senado, Chuck Schumer, emitió un comunicado indicando que están “decepcionados” y que utilizarán “todos los medios para conseguir una vía a la ciudadanía” dentro del BBB.

Pero la pregunta obligada es, si no pudieron conseguir siquiera un permiso temporal para 6.5 millones, ¿cómo lograrán incluir la vía a la ciudadanía para los 11 millones? Pregunta a la que sigue otra igualmente obligada: ¿cómo recuperarán la confianza y el respaldo de una comunidad a la que le han fallado eternamente y que en este preciso momento ve con espanto la inutilidad de un liderazgo que habló mucho pero logró poco?

Una de las formas es pasando por alto la recomendación de la Parlamentaria, pero para ello los demócratas necesitarían el respaldo de toda su bancada, y Manchin ha indicado que no apoyará iniciativas para revocar a la Parlamentaria.

Esto nos lleva a la encrucijada de la cual no hemos salido por décadas. Una vez más, tras promesas de campaña, la reforma migratoria sigue en el aire.

Sea cual sea el caso, no hay que olvidar que 2022, que arranca en escasos 15 días, es año de elecciones intermedias. Y aunque una reciente encuesta de la consultora Equis concluyó que en 2020 la inmigración pasó a un tercer plano —después del Covid-19 y de la economía—, para los votantes latinos preocupados por estos dos grandes temas. La realidad es que la inacción en el rubro migratorio sí puede incidir en el entusiasmo de aquellos votantes que, ya sea por empatía o porque tienen vínculos familiares con indocumentados, están cansados de la la falta de acción en este frente, sobre todo porque los demócratas llevan décadas formulando promesas.

En efecto, han sido décadas de dar por sentado el apoyo de los latinos, un apoyo que los demócratas no fomentan permanentemente y por el que no luchan a cabalidad, sino cuando lo necesitan en tiempo electoral, casi siempre a último minuto.

Al respecto, una de las conclusiones del estudio de Equis es esclarecedor: “Entre los latinos, los demócratas continúan teniendo algunas ventajas naturales, específicamente en preocuparse más por «personas como usted» y ser «mejores para los hispanos», pero están en igualdad de condiciones con los republicanos en áreas que alguna vez definieron su marca: valorar el trabajo duro, defender el sueño americano y ayudar a los trabajadores estadounidenses”.

Si a eso se suma que hay promesas en otros rubros que tampoco se han cumplido, como por ejemplo las medidas para proteger el derecho al voto de las minorías ante el ataque frontal de estados y legislaturas republicanas a través del país, los demócratas están cocinando una receta para el desastre electoral, poniendo en peligro su control del Congreso.

Así, en cada ciclo electoral la madurez política de los latinos ha demostrado que pueden oscilar entre un partido y otro, sobre todo en estados clave para ganar la presidencia.

En fin, los senadores demócratas encabezados por Schumer, declararon que “apoyamos a las millones de familias inmigrantes a través del país que merecen algo mejor y por quienes no dejaremos de luchar”.

La interrogante es exactamente qué harán para demostrarlo y esto no solamente va para los demócratas del Congreso, sino para el presidente Joe Biden. Cantarse “decepcionados” no es una estrategia. Su falta de voluntad política es exasperante. Y seguir postergando promesas incumplidas no augura nada bueno para los demócratas, ni para esas familias que dicen y presumen “defender” y representar.

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