Una Casa Blanca de locos

La Casa Blanca es el centro de poder político de la nación y, algunos sugieren, del mundo. Por lo que se asume que en ella rige el orden y la eficiencia. Sin embargo, con la administración de Donald Trump a cargo de la nación, parecería que todo es caos e ineficiencia. Así lo sugiere el nuevo libro de Bob Woodward titulado Miedo: Trump en la Casa Blanca.

Woodward, reconocido periodista del Washington Post que participó en la investigación que condujo a la caída del expresidente Richard Nixon, presenta conversaciones que mantuvo con funcionarios y ex funcionarios de la Casa Blanca. Y lo que surge en esas 448 páginas es la imagen de un presidente que insulta a sus colaboradores, que carece de conocimientos básicos de los problemas del mundo y que tiene poder que hay que protegerlo de sí mismo. Y más alarmante, un presidente que, de acuerdo con por lo menos uno de sus ex hombres de confianza, hace peligrar la seguridad de la nación.

Los insultos de Trump son irritantes, pero no son nada nuevo. A su procurador general, Jeff Sessions, uno de los primeros políticos que lo apoyó en su campaña presidencial, lo trató de “traidor” y, haciendo burla de su acento sureño, llegó a decir que “Este tipo es retardado mental. Es un sureño bobo…»

Calumnia contra McCain

En un encuentro con el general Jim Mattis, secretario de Defensa, y el general Joseph Dunford Jr., comandante de las fuerzas armadas, Trump habría repetido su vieja aserción de que el recientemente fallecido senador John McCain, héroe de la Guerra de Vietnam, era un cobarde ya que habría aceptado ser liberado antes que sus compañeros gracias a la influencia de su padre, un almirante.

Esta es una afirmación que no sólo es maliciosa, sino que es totalmente falsa ya que, como quedó documentado para la historia, McCain precisamente se negó a que lo liberaran antes que a otros prisioneros. Mattis tuvo que aclararle su confusión y el presidente simplemente dijo: “Oh, ok».

De su ex jefe de gabinete, Reince Priebus, dijo que era como una “pequeña rata. Él simplemente corre alrededor”.

Bajo nivel intelectual

Pero lo sorprendente es que Donald Trump no parece tener un nivel intelectual al que estamos acostumbrados cuando hablamos de los líderes políticos, especialmente de un presidente. Su carencia de interés en explorar temas intricados, su falta de afinidad por la lectura y su inclinación a informarse a través de programas televisivos de baja calidad y seriedad se ven reflejado en su inhabilidad de participar de manera substancial en discusiones en las que se determina el destino de la nación.

En una reunión del Consejo de Seguridad Nacional, el 19 de enero, en la que se tocó el tema de las tensiones en la península coreana, Woodward relata que el presidente se quejó de los gastos militares que incurrimos en la región. El general Mattis tuvo que aclararle que los gastos eran para evitar una guerra mundial. Después del encuentro, el general, exasperado, comentó a alguien cercano, que Trump actuaba como un niño y que parecía tener los conocimientos de alguien en “quinto o sexto grado”.

El actual jefe de gabinete, el general John Kelly, tampoco tiene un buen concepto del presidente. Piensa que le “faltan algunos tornillos”. Frustrado, llegó a decir que Trump “Es un idiota. No tiene sentido tratar de convencerlo de nada. Se ha descarrilado. Estamos en Ciudad de Locos. No sé por qué estamos aquí. Este es el peor trabajo que jamás tuve”.

Pero lo más alarmante es que la incompetencia y ceguera del presidente ha llevado a situaciones en las que sus más cercanos colaboradores han llegado al extremo de esconderle documentos porque, de esa manera, pensaban que estaban protegiendo la seguridad nacional. Ese es el caso de Gary Cohn, asesor de Trump, quien sacó del escritorio del presidente una carta promoviendo el retiro de Estados Unidos del acuerdo comercial con Corea del Sur. Una medida que hubiera afectado un programa secreto relacionado con la capacidad de detectar en solamente siete segundos el lanzamiento de un misil norcoreano. “Lo hurté de su escritorio”, le habría dicho Cohn a un colega. “No lo dejé que lo vea. Nunca va a ver ese documento. Tengo que proteger al país”.

El prestigio de Woodward

Otro funcionario, Rob Porter, habría hecho lo mismo, en otros casos. Todo esto, siempre con la intención que el presidente se distrajese y no tomara decisiones que afectaran a la nación. “Un tercio de mi trabajo era tratar de reaccionar a algunas de las ideas verdaderamente peligrosas que él tenía y tratar de darle razones para que creyese que tal vez no eran muy buenas ideas”.

Si la mitad de lo que Bob Woodward relata es cierto, y el prestigio de Woodward quien ha ganado dos Pulizters por su trabajo lo convalida, entonces podemos concluir que Estados Unidos es un barco sin capitán o, peor, con un capitán que navega enredado en sus extravagancias, paranoia e ignorancia.

Un comentario de Porter, resume lo que se vive en 1600 Pennsylvania Avenue: “Esto ya no (es) una presidencia. Esto ya no es una Casa Blanca…”

Escritor y periodista de Paysandú, Uruguay, quien actualmente reside en Nueva York, EE.UU., en donde ha trabajado en diversos medios. Su corazón es charrúa y su pluma es latina.

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