América Latina: el huevo de la serpiente

América Latina está  inmersa en un círculo vicioso, donde el alto nivel de pobreza y desigualdad limita el crecimiento  económico, lo cual a su vez no permite reducir la miseria.  

Decir que en América Latina hay más de doscientos millones de personas que viven con menos de  dos dólares por día no es nada nuevo. 

La pobreza en América Latina

Somos poco más de quinientos millones de  latinoamericanos; es decir que el 40% de nuestros hermanos viven en la miseria. Pero otros doscientos millones, es decir otro 40%, no tienen las proteínas y calorías  alimentarías necesarias para vivir sanamente. Lo cual significa que solamente menos del 20% de los  latinoamericanos viven decentemente.

Cuando en los distintos veranos, hasta el 2019 (2020 es otro tema),  se agotan los tickets para volar y se llenan los hoteles de latinoamericanos, entendemos que solo el 10% de ellos tiene el poder adquisitivo necesario para poder hacerlo.  

El informe «Reducción de la pobreza y crecimiento: círculos virtuosos y círculos viciosos«,  elaborado por el Banco Mundial (BM) es de por sí elocuente, ya que califica de «modesta» la tasa promedio regional del PBI en Latinoamérica, comparada con las de países como China e India.

El  trabajo marca también las diferencias entre los índices más bajos de miseria (personas que viven con menos de dos  dólares diarios) de los distintos países de la región. Así, Chile y Uruguay tienen 5% de miseria cada uno. Los sigue Costa Rica con el 9% de su población.

Luego, da un gran salto: en Argentina y Brasil el 19% viven con menos de dos dólares diarios. Les siguen Bolivia, Ecuador,  Honduras, El Salvador, Nicaragua, Guatemala y Jamaica, con cerca del 40%. Finalmente, en el otro extremo, está  Haití, donde alcanzarían al 73%. 

El Banco Mundial afirma que «transformar al Estado en un agente que promueva la igualdad de  oportunidades y practique la redistribución eficaz es quizás el desafío más urgente que enfrenta América  Latina». Hace hincapié en la necesidad de apostar por la calidad de la enseñanza y mayores inversiones  en infraestructura para beneficiar a las regiones rezagadas y aumentar el acceso de los pobres a los servicios  públicos.  

Como salir de la pobreza

Las tasas de crecimiento económico aún están lejos de atacar el fenómeno de la pobreza en América Latina. La  desigualdad se refleja en el hecho de que el 20% más rico de los latinoamericanos recibe el 70% del ingreso  total y el 30% más pobre solo el 2%. El ratio entre esos extremos (35 a 1) ubica a la región como la más  desigual del mundo, sólo superada por África subsahariana.

Si la pobreza cayera un 10 por ciento en la  región, el crecimiento económico aumentaría el 1 por ciento anual. Sería un «círculo virtuoso», pues ese crecimiento a su vez ayudaría a bajar la pobreza.

Sin embargo, según el estudio, América Latina está  inmersa en un círculo vicioso, donde el alto nivel de pobreza y desigualdad limita el crecimiento  económico, lo cual a su vez no permite reducir la miseria.  

Es indudable que el mayor desafío para la región será revertir la situación paupérrima en la que  viven millones de latinoamericanos. Para ello, habrá que concentrar los esfuerzos en sostener el crecimiento  económico que se ha verificado en algunos países de la región, crear las condiciones para aquellos que no  lo han alcanzado y establecer políticas sociales capaces de distribuir mejor la riqueza, de manera de volcar  buena parte de los recursos en la lucha contra la pobreza. 

Ancianos ricos versus jóvenes pobres

La mayoría de los habitantes de países ricos e industrializados, sostienen que las familias de hoy son tan poco fecundas que no hay hijos suficientes para cuidar de sus padres ancianos. 

En cambio, afirman, en los países pobres, el aumento de la población humana amenaza el medio ambiente y la prosperidad, ya que el principal factor del crecimiento demográfico atenta contra la tierra, agua y las fuentes de energía.

Para los países ricos, como Europa, Japón, Estados Unidos y algunos con ingresos medianos, sus  problemas no son manejables por el envejecimiento poblacional que enfrentan. Para los pobres en cambio,  si la población mundial sigue en rápido aumento, se agravan las cargas y presiones impuestas a los recursos  globales. Por consiguiente, los gobiernos deberían abstenerse de aplicar políticas tendientes a incrementar  los índices de natalidad, aun allí donde sean bajos.

Como vemos, una dicotomía difícil de enfrentar. 

Dos ejemplos: África y Europa

África y Europa son dos continentes con dos economías distintas. Allí, podemos comparar la pobreza  extrema, incluso la miseria africana con la riqueza extrema incluso la opulencia europea.

África tiene unos 900 millones de habitantes y altos índices de fertilidad. La División Población de  la ONU predice que para 2050 tendrá alrededor de dos mil millones de habitantes, o sea, más del doble que ahora. El promedio de edad actual es de 19 años, y según  las proyecciones en 2050 rondará los 28 años.  

En Europa, las tendencias van en sentido contrario. Las mismas proyecciones de la ONU para 2050  prevén una declinación de los 750 millones actuales a 600 millones. Con pocos niños y una mayor  expectativa de vida, el promedio de edad remontará de 39 años en 2020 a unos 52 en 2050.  

Las familias pobres

El crecimiento acelerado se da en las regiones más pobres porque la gente de pocos recursos, en  especial la de zonas rurales, tiende a ser la más prolífica (seis o más hijos por mujer es una cifra frecuente).

Estas familias dependen de su prole para las tareas agrícolas, así como para el cuidado y sostén de los padres  en su ancianidad, no tienen acceso a los anticonceptivos y la planificación familiar. Su fecundidad es una  especie de póliza de seguro contra la alta mortalidad infantil.

Los latinos conocemos estas realidades,  porque son las nuestras, nuestros niños crecen en los campos y mueren por enfermedades que los europeos  y norteamericanos ni conocen.

Segundo de una serie.

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Autor

  • Cesar Leo Marcus, nació en Buenos Aires, Argentina. Doctor (PhD) en Logistica Internacional y Comercio Exterior, y Máster (MBA) en Sociología Económica, fue profesor de ambas cátedras en las Universidades de Madrid (España) y Cordoba (Argentina). Periodista, publica en periódicos de California, Miami y New York. Escritor, publico 12 libros, y editor literario, director de Windmills Editions. Actualmente reside en California.

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