El regreso de Ana Frank
Querido diario,
Hoy, 7 de noviembre de 2024, Ámsterdam ha sido testigo de algo que parece salido de una pesadilla, y me cuesta entender que esto haya ocurrido en nuestras calles, en nuestra ciudad.
Me duele escribir estas palabras, pero siento que si no lo hago quedarán en mi mente por mucho tiempo.
Esta mañana, las noticias comenzaron a llegar, al principio eran solo rumores, pero luego, como un río desbordado, la realidad se hizo evidente.
Anoche, al terminar un partido de futbol, en Ámsterdam, varios vecinos fueron atacados, golpeados, pateados, solo por el hecho de ser judíos.
Escuché a papá decir que algunas vidrieras fueron rotas, como si la máquina del tiempo nos llevara de regreso a 1938, como si las cicatrices en el rostro de la ciudad no se hubieran disipado.
Un acto de violencia deliberada, una muestra de odio que parecía haberse apagado, y que, sin embargo, sigue vivo, acechando en la oscuridad.
Escucho las conversaciones de mamá y papá en susurros, intentando protegerme de la verdad, pero no necesitan decir nada, porque el miedo se siente en cada rincón de la casa, en cada mirada que evitan cruzar, sé que quieren hacerme sentir segura, como si estuviéramos protegidos aquí, pero la seguridad parece ser un recuerdo lejano.
Me cuesta comprender cómo puede alguien, en pleno 2024, revivir estos actos de odio, pensaba ingenuamente que estos días oscuros eran parte de un pasado remoto, que el mundo había cambiado, que habíamos aprendido algo de nuestra historia, sin embargo, aquí estamos, en la misma ciudad que una vez albergó tanta esperanza, enfrentándonos a fantasmas que nunca se fueron del todo.
Quisiera que alguien, fuera de estas paredes, nos dijera que todo estará bien, que quienes sufren hoy encontrarán justicia, que este odio será erradicado, que nuestra comunidad, nuestros amigos y nuestras familias podrán caminar libres y seguros.
Pero esa promesa parece tan lejana. ¿Será que nadie escucha? ¿Será que esta ciudad que tanto amamos ha dejado de ser un refugio?
Esta noche, antes de cerrar los ojos, pienso en las familias que han tenido que ocultarse, que ahora temen salir a la calle, que se preguntan qué más les depara el futuro.
Me pregunto si, como yo, también anhelan que algún día el mundo los mire y los acepte tal como son, sin odio, sin prejuicio.
Me pregunto si hay algún rincón del mundo donde realmente estemos a salvo.
Querido diario, no quiero dejar que este miedo se quede en mi corazón.
Me prometo que recordaré esta noche, no solo como una pesadilla, sino como un recordatorio de que debemos luchar para que esta historia no se repita.
Porque, aunque hoy duela, quiero creer que un día todo esto cambiará y, hasta que llegue ese día, seguiré escribiendo aquí, guardando mis pensamientos, para que el mundo, en algún momento, escuche nuestra verdad.
Con esperanza, aunque temblorosa, Ana