¿Cuándo sabremos los resultados?
Si bien millones han estado votando antes de la apertura oficial de las urnas el martes 5, y muchos millones más depositarán su voto en las urnas en todo el país, el cierre de los recintos de votación a las 8 de la noche (dependiendo del estado) después de 13 horas de operación sólo dará resultados parciales. Independientemente de que Trump declare victoria al segundo siguiente, nadie tendrá suficiente información como para decidir quién será la próxima presidenta de Estados Unidos (o presidente, claro). Es poco probable que se cierre el día con Wolf Blitzer o su equivalente en otras cadenas diciendo: «CNN está en condiciones de anunciar que fulano será el próximo presidente de Estados Unidos».
¿Por qué?
- La proporción de votos por correo crece con cada ciclo electoral y ya constituye una parte integral del caudal de votantes. Lleva más tiempo contar los votos recibidos por correo que los regulares. En Arizona, por ejemplo, en 2020 llevó 12 días contar los votos recibidos por correo el día de las elecciones. Representaban el 20% del total.
- Hay que esperar el voto de los ciudadanos de «overseas», allende los mares y los votos de los soldados.
- Están los votos provisionales, que son muchísimos: los de aquellas personas que tuvieron problemas para llegar al recinto adecuado, o no proporcionaron la información debida en el momento y a quienes se les aceptó precisamente un voto provisional hasta que se solucione el problema.
- Varios estados, como Alaska, tienen votación por orden de preferencia, que se usa cuando ningún candidato logró una mayoría de los votos. En consecuencia, los resultados que verá hasta el 15 de noviembre reflejarán únicamente las primeras opciones de los votantes. Esto difícilmente incidirá en la decisión presidencial, pero podría arrastrarla junto con los enfrentamientos estatales.
- Otro elemento es que cuando la diferencia entre el candidato ganador y el perdedor es, en el pintoresco vocablo usado en inglés, delgada como una navaja (“razor thin”), este último tiene derecho a un recuento (siempre que lo pague).
Son elementos que ya conocíamos, pero la casi paridad entre Trump y Harris hace que en los estados en disputa, cada voto cuenta más que antes. Las diferencias entre los candidatos en todos los estados claves son tan pequeñas que los expertos en las cadenas de televisión no podrán con confianza y conocimiento declarar quién ganó basándose en sus estadísticas.
Las interrupciones y demandas
Asimismo nos espera una cantidad absolutamente sin precedentes de interrupciones generalizadas orquestadas por el partido Republicano en decenas de estado y por la campaña de Trump, con ideas que provienen de él mismo. Desde apelaciones judiciales por docenas hasta el extremo de incidentes de odio y actos de violencia que ya están ocurriendo y para el día de las elecciones se conviertan en un caudal quizás incontenible. Un informe interno de la FBI filtrado recientemente expresa su temor de levantamientos armados. Esa es la incógnita quizás más importante.
Nathaniel Rakich y Amina Brown de ABC escribieron de manera detallada en el sitio especializado Fivethirtyeight.com indicativos del momento en que sabremos la identidad del ganador o los ganadores, si incluimos también temas como el control de la Cámara de Representantes, el del Congreso, las Legislaturas estatales, los 18 gobernadores, las proposiciones electorales y muchísimo más. Lo han hecho estado por estado.
Todo este lío configura el meollo de la democracia estadounidense, sí. Pero mucho más importante que todos los otros resultados juntos es si Donald Trump ganará o perderá. Sabemos que aunque pierda lanzará un ataque contra las instituciones democráticas de la nación.
¿Y la idea de que Kamala Harris podría ganar en un “landslide”? es decir, con mucha ventaja en los electores y victorias en esos siete u ocho estados clave, de tal manera que la apelación no convenza a nadie, esa idea no es real. No sucederá. La diferencia es y será muy, muy pequeña.
Lo que sí es posible es que alguna de las principales empresas que reciben información estadística de todo el país para formar su veredicto corone a uno de los dos la misma noche del martes. Se ganarán la audiencia nacional si se confirma, pero si se equivocan perderán mucho. En última instancia, será una adivinanza, una lotería con el 50% de probabilidades de ganar. Pero, como explican los autores, en 2020 llevó cuatro días hasta que se aclaró que Joe Biden era el ganador. Y en 2022 más de diez días hasta que se supo quién controlaría el Senado.
¿Qué podemos saber? De 100 miembros, los demócratas controlan 51 a 49 la institución. Estadísticamente creemos que los republicanos probablemente reconquistarán el Senado, por la simple razón de que de los 34 puestos a elección cada dos años, los demócratas arriesgan 19, los republicanos 11 y los independientes cuatro.
Referente a cuándo sabremos los resultados presidenciales, explican los autores que no solo la paridad casi absoluta de los candidatos incide en esa determinación, sino también la celeridad o lentitud con la que los diferentes estados cuentan los votos. Eso, agrego aquí, sin tomar en cuenta la miríada de demandas judiciales por un lado y de asaltos por el otro que orquestarán los republicanos en esos días. Y los ataques a la infraestructura digital por parte de naciones hostiles o elementos internos que llevarían a fallas tecnológicas. No nos debería sorprender que también aquí se «caiga» el sistema, pero por iniciativa extranjera.
Los estados perezosos
Distintos estados tienen distintas leyes de votación, aunque las elecciones federales son el mismo día en todo el país, estipulado por la Constitución. Por ejemplo, en Indiana donde se espera una victoria demócrata, la votación termina a las 6 de la tarde, salvo unos condados que están en otra zona horaria. Otros terminan a las 7, o a las 9, pero en su mayoría a las 8.
Y luego están los atenuantes del momento. Colorado, que también tiende a votar por Kamala Harris, tiene agregadas tantas proposiciones y medidas, además de las que regularmente se deciden en este día, que los funcionarios calculan que les llevará hasta el lunes siguiente contarlo todo: seis días.
Utah es otro foco de espera, aunque la población es claramente pro republicana. Pero como es un estado de voto por correo, los que se enviaron el día 5 pueden contarse hasta el 12 al 19 de noviembre, dependiendo del condado. En Nevada no se empieza a reportar resultados hasta que el último votante que está esperando en los centros de votación emita su voto. En 2020 fue una espera de cinco horas.
En algunos casos, como el del Distrito de Columbia, un reducto demócrata, se aceptan votos por correo enviados hasta el día de las elecciones pero que pueden llegar hasta el 15 de noviembre: diez días. Un caso similar es el estado de Nueva York.
Pero el de Pensilvania es el ejemplo más importante. Es quizás el estado que más recursos recibió de ambos candidatos y el que más visitas tuvo por parte tanto de Trump como de Harris. Los números son tan cercanos que los encuestadores se rindieron y no pronostican los resultados.
De modo que no sabremos quién de los dos ganó Pensilvania la noche de las elecciones, entre otros motivos porque una ley estatal prohibe contar las papeletas que llegaron por correo hasta el día de las elecciones. Los condados, que son los entes encargados de ello en todo el país, empiezan a contar todos juntos. Por otra parte, dice el artículo en Fivethirtyeight, una vez que empezaron la tarea, tienen prohibido detenerse hasta que hayan terminado.
¿Cuál es el resultado de todo esto? Un posible caos entre tres grupos: los que saben que hay que esperar varios días hasta saber la respuesta final, los que todavía creen que ni bien cierran las puertas del recinto de votación se tienen los resultados y no tienen paciencia, y los que se aprovechan de estos últimos para pretender haber ganado.
Así como se ven las cosas, el único resultado final que vale es la votación del Congreso, el 6 de enero de 2025, siempre y cuando no haya una intervención de los incondicionales de Trump en la Corte Suprema. Y precisamente para el 6 de enero las milicias armadas al servicio del expresidente planifican una repetición de lo que hicieron cuatro años antes.
Pero magnificada. Peor.